El verdadero saldo de la elección

14 de Agosto de 2025

Lorena Becerra

El verdadero saldo de la elección

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Ha sido muy ilustrativo escuchar a César Camacho, Gustavo Madero y Carlos Navarrete cuadrando cifras y haciendo comparativos históricos para argumentar que tuvieron un buen ciclo electoral. Los grandes perdedores de la elección del 7 de junio fueron, sin la menor duda o necesidad de interpretaciones, el PRI, el PAN y el PRD. El próximo año se renuevan 12 gubernaturas. Si estos tres partidos continúan con discursos de negación en lugar ofrecer mejores gobiernos a los ciudadanos, volverán a sufrir grandes derrotas y contribuirán a que el nuevo mosaico partidista que empieza a formarse después de los recientes comicios empiece a consolidarse con todo lo que esto implica.

El sistema de partidos en México comenzó una profunda transformación desde finales de los años 80 cuando se resquebrajó la hegemonía del PRI. A nivel nacional hemos contado con tres grandes partidos y un grupo de más pequeños que fluctúa continuamente. A nivel local, salvo por algunas excepciones como Michoacán o en menor medida Tlaxcala, hemos observado bipartidismos PRI-PAN o PRI-PRD. Sin embargo, las profundas derrotas que estos tres partidos sufrieron, tanto a nivel local como a nivel federal, vaticina el inicio de un nuevo sistema de partidos tendiente al multipartidismo y con cabida a independientes (o escindidos).

El PRI logró amortiguar una caída a nivel nacional apostándole todo a su Mini-Me – el Partido Verde – y marcando una clara distancia con respecto al presidente Enrique Peña Nieto. No obstante, tendrá que recular de haber expulsado al PANAL de la alianza, ya que lo necesita para una mayoría absoluta, además de que se sigue enfrentando a un Senado dividido en donde encontrará bloqueos importantes si excluye al PAN o al PRD de las legislaciones pendientes. Aunado a esto, el Partido Verde sufrió un gran desgaste en términos de credibilidad y rechazo de la población, por lo que ahora el principal aliado del PRI está lesionado políticamente.

A nivel estatal, el tricolor enfrentó su mayor derrota en los estados de Querétaro y Nuevo León, en donde pierde las gubernaturas y, en el caso del segundo, ahora el PAN cuenta con una mayoría en el congreso local. En Jalisco la presencia del PRI se vio reducida además de que perdió la capital de manera apabullante ante el candidato de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro. En Michoacán entrega la estafeta al PRD en la gubernatura y a un candidato independiente en Morelia. En el Estado de México se abrió grietas profundas con la victoria del PAN en Naucalpan y Huixquilucan. En Morelos pierde la alcaldía de Cuernavaca ante el futbolista postulado por el PSD, Cuauhtémoc Blanco. En el Distrito Federal regresa a sus votos históricamente bajos. Bajo ninguna óptica estas circunstancias pueden ser características de una victoria.

Acción Nacional, por su parte, registra el costo político más fuerte en Sonora ante el PRI. También queda anulado en Jalisco y Veracruz, entidades en donde llegó a ser uno de los principales partidos y, en el caso de Jalisco, incluso gobernó. A nivel federal, a pesar de seguir siendo la segunda fuerza en la Cámara Baja, pierde presencia en número de asientos y su votación nacional parece continuar en caída libre. El albiazul era el único partido que tenía grandes posibilidades de recuperarse en esta elección; no padece el desgaste de gobernar el país como el PRI y tampoco enfrentaba un proceso de erosión como el PRD. Esta oportunidad perdida y su extinción en ciertos estados representan una señal muy clara de que el albiazul requiere un cambio de rumbo.

El saldo electoral traza un camino específico para la próxima renovación de la dirigencia panista. La petición de la renuncia de Gustavo Madero es el inicio de lo que seguramente será una lucha a muerte entre las distintas facciones del PAN y, con miras a 2018, ni Moreno Valle, ni Ricardo Anaya, ni el mismo Madero lucharán desde la misma trinchera. Desde ahora veremos los embates de militantes como Margarita Zavala quien ya inició su campaña presidencial a base de recalcar la derrota de su propio partido, algo que solo aporta a dañarlo más.

Por último, el PRD, enfrenta a un rival temible en Morena. En el Distrito Federal, uno de sus principales bastiones, ambos partidos ahora están prácticamente del mismo tamaño. Esto es sorprendente si tomamos en cuenta que después de las elecciones de 2012 el partido del sol azteca alcanzó a ser la segunda fuerza en el Senado. Fuera de Michoacán, el PRD ya sólo tiene fuerza en Tabasco, Oaxaca y Morelos, y estos dos últimos en crisis severas de inseguridad, violencia y conflicto social. La problemática del PRD va más allá de mejorar sus gobiernos. Este partido enfrenta la posibilidad de verse reducido a una cuarta o quinta fuerza nacional únicamente por la presencia creciente de Morena como un nuevo jugador en la vida política del país.

El verdadero saldo de la elección exhibe como perdedores al PRI, PAN y PRD y como ganadores al resto de los partidos, los recién creados y los independientes. Como consecuencia, nos enfrentamos en un punto crítico en donde el bipartidismo está pasando a un segundo plano y podemos empezar a hablar de multipartidismos locales. Aunque un sistema plural puede ser más representativo, también tiende a ser más inestable. Las victorias se dan por votaciones de 30% o menos, lo que lo que representa un verdadero reto para la legitimidad y representatividad de cualquier gobierno. El multipartidismo también llama a la necesidad de formar coaliciones otorgando un poder de negociación a partidos más pequeños que no necesariamente es deseable, especialmente cuando son partidos que responden a intereses de unos cuantos como es el caso del PVEM y el PANAL.

Actualmente en el país las condiciones no están puestas para que este multipartidismo que empieza a formarse funcione. Las instituciones locales son débiles y susceptibles de corromperse. Esto debe remediarse para lograr que el cambio político que estamos presenciando pueda ser viable y tener alguna posibilidad de éxito. De otra forma, corremos el riesgo de que un mayor número de partidos acabe en una mayor compra de votos, coaliciones ad hoc y gobiernos de ocasión.