En estos días, dos documentos brindaron luz sobre el rumbo de la inteligencia artificial en la región. Uno provino del mundo corporativo: la Cámara de Comercio de Estados Unidos envió a Washington su propuesta para la próxima revisión del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC). El otro vino del mercado laboral: la consultora Challenger, Gray & Christmas publicó su reporte mensual de despidos. Ambos hablan de la misma fuerza —la IA—, pero en registros opuestos: como agenda de negociación y como causa de desempleo.
En el primero, la Cámara de Comercio pide que la IA se convierta en un capítulo del tratado, al nivel de la energía, el comercio digital o la defensa. Sugiere crear un Consejo Trilateral de Innovación en IA, con estándares comunes de seguridad, ética y evaluación de riesgos. También exige que se garantice el libre flujo de datos en la región, que se prohíban impuestos digitales y que se eviten requisitos de localización de datos, medidas que algunos gobiernos, incluido el mexicano, han explorado para gravar a las grandes tecnológicas.
El mensaje de fondo es claro: Estados Unidos busca que América del Norte adopte su modelo de regulación, basado en proteger la propiedad intelectual, la interoperabilidad y los secretos industriales que sostienen sus modelos de IA. La promesa es cooperación; el trasfondo, control. En el lenguaje del comercio, “integración digital” significa también que los estándares de una potencia global se vuelvan norma para sus principales socios.
Mientras tanto, el segundo documento muestra lo que ocurre fuera de las mesas de negociación. El reporte Challenger de octubre registró 153 mil despidos en Estados Unidos, el nivel más alto para ese mes desde 2003. De ellos, 31 mil fueron atribuidos directamente a la adopción de IA, y más de 48 mil en lo que va del año. La automatización no solo llegó a la línea de ensamblaje: ahora alcanza a los programadores, a los analistas, a quienes trabajan en servicios o logística.
El sector tecnológico encabeza la lista, con 141 mil recortes acumulados en 2025, seguido por warehousing, con un salto de 378% en despidos respecto a los registrados el año pasado. Los propios analistas de Challenger lo resumen así: “La adopción de IA, el menor gasto corporativo y los costos crecientes están provocando recortes y congelamientos de contratación.” En paralelo, los planes de contratación se desplomaron 35%, al nivel más bajo desde 2011.
Así, mientras una parte de la economía diseña tratados para expandir la IA, otra parte la padece. Lo paradójico es que ambos fenómenos —la integración digital y el desempleo tecnológico— forman parte del mismo proceso. El nuevo TMEC que Estados Unidos quiere negociar ya no se trata solo de comercio de bienes, sino de flujos de información y algoritmos. Y cada algoritmo, a su modo, redefine quién trabaja, cómo se produce y qué tareas desaparecen.
México está en medio de esa transición. Si acepta el nuevo marco propuesto por Washington, lo que luce inminente, deberá adaptar su legislación en materia de datos, ciberseguridad y responsabilidad algorítmica. Pero la discusión no puede limitarse a la competitividad regional. También exige preguntarse qué modelo laboral queremos construir en una economía donde la productividad podría crecer más rápido que el empleo, pero por debajo de la inflación.
La IA ha dejado de ser un concepto abstracto: es una política industrial con consecuencias humanas. Por eso conviene leer juntos ambos reportes —el del tratado y el del desempleo—. Porque mientras los gobiernos discuten la “nueva frontera digital”, miles de personas enfrentan desde ahora un mercado laboral más complejo bajo un argumento que acepta bastantes matices: la eficiencia.