Prever

21 de Agosto de 2025

Miguel González Compeán
Miguel González Compeán

Prever

Herética Lex

Ningún signo tiene mayor importancia en la modernidad y muestra de avance social, que la planeación. Planear obliga a varias reflexiones. Sabemos que los tiempos no siempre son de abundancia. Nos obliga a evaluar lo que consumimos hoy y no habremos de tener plenamente en el futuro. Nos obliga a reflexionar sobre las necesidades propias y sobre aquellas de los que nos rodean. Además, si se empieza uno a sofisticar, obliga a prever no sólo sobre las condiciones actuales, sino sobre aquellas que podrían ser supervinientes.

Planear, prever, es un signo de responsabilidad, de conciencia sobre lo cambiante del mundo, del entorno físico y geográfico, el elemento central de nuestra supervivencia. Sin la planeación, asumimos que las cosas siempre serán iguales. Que siempre podremos estirar la mano y recoger un fruto a pesar de saber que existen temporalidades y momentos en los que hay una cosa, pero se carece de otras. Planear y prever asume que no somos infalibles y que la naturaleza o el entorno tampoco lo es. Que los niños siempre necesitarán leche y que nosotros necesitaremos proteínas para no sucumbir al invierno, generar calor corporal o aprestarse a pasar malos tiempos.

Los osos lo hacen por naturaleza, comen durante el verano y el otoño al punto de reunir grasa en sus cuerpos para transitar por el invierno, sin hacer nada más que dormir, pero a eso deben su sobrevivencia y su paso de milenios por la tierra. Gracias a eso, han transitado por la tierra, por milenios y a pesar de los embates externos. Nosotros tuvimos que aprenderlo, tuvimos que hacer la reflexión para encontrar mecanismos y formas de prever y prepararnos, a pesar de lo que considerábamos urgente, para atender lo importante. Hoy en día, sólo un irresponsable, un inconsciente o un negador de la realidad y omiso del tránsito del tiempo y del cambio permanente de condiciones haría la estupidez de no prever y prepararse para lo que pudiera ocurrir.

Sin embargo, los hay. El presidente López Obrador, en cuanto llegó al gobierno tomó la decisión de liquidar dos fideicomisos centrales para la vida estable de la nación: liquidó el fideicomiso de contingencias financieras, que había reunido a lo largo de varios años alrededor de 300 mil millones de pesos, por si México afrontaba un entorno financiero adverso. Y eliminó o liquidó el Fonden, que estaba construido para atender emergencias cuando un huracán, un temblor o un desastre natural, incluidas las pandemias, afectara un municipio, un estado a la nación entera.

El mecanismo para recurrir a él era sencillo. Un municipio se declaraba, por virtud de un desastre, en situación de emergencia, enviaba un documento a la Secretaría de Gobernación y el Fonden establecía el monto de recursos para atender dicha emergencia.

AMLO decidió gastárselo en alguna de sus ocurrencias y dejó desvalidos a estados y municipios para atender una emergencia y con ello vulneró la seguridad básica de millones de mexicanos.

Ahora que el huracán Lidia golpeó a Jalisco y a tres de sus municipios, no hay dinero inmediato con que atender la emergencia que el meteoro generó. El trámite, además se volvió un gorro. El municipio tiene que pedir dinero al estado, el estado a la Federación y pasado un tiempo se le otorgarán los recursos a dicha zona o municipio en cuestión. Una irresponsabilidad y un despropósito, producto de las ocurrencias, las filias y las fobias con ejercer responsablemente el poder. Nada más, pero nada menos también.