La Comuna del 68: El sueño no ha terminado

28 de Abril de 2024

La Comuna del 68: El sueño no ha terminado

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Sólo faltaban dos años para que iniciara una nueva década y el orden mundial entró en una etapa de transformación; la juventud del mundo ya no quería ser ajena ni espectadora, demostró que podía ser protagonista

En medio de la algarabía en la que transcurrían los Juegos Olímpicos en México, que comenzaron el 12 de octubre, con un fascinante diseño gráfico, impresionantes marcas mundiales implantadas que se registraba en la prensa nacional e internacional, mientras se movía de manera subterránea la mano del régimen represor de Gustavo Díaz Ordaz.

Tras los hechos del 2 de octubre, el gobierno no cesaba en perseguir, encarcelar, someter y torturar a estudiantes, doctores, obreros y luchadores sociales, a quienes desde el 26 de julio vio como únicos enemigos a vencer, considerándolos el germen desestabilizador contra el statu quo.

›Los días siguientes al 2 de octubre vieron cómo se instalaba en el país el miedo, el trauma, el terror y el estado de shock, propiciado por el régimen, y por encima de eso se asomaba la resistencia estudiantil que se negaba a ser disuelta, pues aunque el Consejo Nacional de Huelga (CNH) quedó debilitado, seguía vivo.

[caption id="attachment_916109" align="alignright” width="800"] Con el conflicto de Vietnam, Estados Unidos buscaba impedir su reunificación en un gobierno
 de coalición entre nacionalistas, comunistas y neutrales.[/caption]

Tras la matanza de Tlatelolco, 15 de los más importantes líderes del CNH fueron llevados a la cárcel de Lecumberri, excepto Marcelino Perelló (quien nunca pisaría la prisión, sino que posteriormente se autoexiliaría en Rumania por 16 años) y Roberto Escudero, lo seguían representando. La resistencia también se enfrentaría a la división interior del CNH que comenzaba a hacerse presente en dos grupos: los que están a favor de mantener la huelga pese a todo —entre ellos Raúl Álvarez Garín, Luis González de Alba, Félix Hernández Gamundi, Roberta Avendaño Martínez La Tita y Ana Ignacia Rodríguez La Nacha— y los que intentaban pedir el regreso a clases, entre ellos el mismo Perelló, Escudero y Rincón, incluso los dos primeros sostendrán pláticas en octubre y noviembre con los representantes del gobierno federal Andrés Caso Lombardo y Jorge de la Vega Domínguez.

En un mitin efectuado en el Casco de Santo Tomás, el 19 de noviembre, la mayoría de los delegados del CNH votaba a favor del regreso a clases, pero mediante la liberación de los compañeros apresados desde el 26 de julio; la salida del Ejército mexicano de todas las escuelas, incluyendo la Vocacional 7; y el cese de la represión contra el movimiento estudiantil.

Dos días después, el CNH hace un llamado general para volver a clases, pero sin sus tres condiciones previas; en respaldo, el rector Barros Sierra firma un desplegado que aparecerá en los principales diarios.

Pese a la reanudación oficial de la vuelta a clases para el 25 de noviembre, la mayoría de los estudiantes votan por seguir en paro. Para el 4 de diciembre, en un mitin convocado en Zacatenco, el CNH anuncia el levantamiento de la huelga y como lo cita Luis González de Alba en Los días y los años, “el CNH deja en libertad a cada escuela para volver a clases cuando lo juzgue necesario”. Para el 6 de diciembre, el CNH se declaraba oficialmente disuelto ante las diferencias entre sus delegados, el desgaste, la represión y la paranoia por la persecución del régimen de Díaz Ordaz que desbarató al histórico Consejo.

Vietnam, el infierno en la tierra

Con el doble de todas las bombas que se descargaron durante la segunda guerra mundial, Vietnam fue el infierno en la tierra, convertida para a mediados de la década de los setenta en el más grande cementerio que conocería el mundo.

La sorpresiva y masiva incursión de miles de combatientes del Viet Cong sobre Vietnam del sur en la ofensiva del TET acorralaban por varios días al imperio bélico más grande la historia. Igual sucedieron “carnicerías” por las tropas estadounidenses como en la aldea de My Lai, donde exterminaron decenas de niños, mujeres y ancianos.

A finales de la década de 1950, Vietnam fue castigado con la irrupción de la maquinaria bélica de Estados Unidos que buscaba la expansión de sus mercados en la península indochina.

[caption id="attachment_916110" align="alignleft” width="597"] Desde la 
inmolación de Palach, cada 16 de enero en Praga, antes de las dos de la tarde el pueblo checo permanece inmóvil para rendirle homenaje.[/caption]

En 1967, Vietnam era un nombre reconocido en el mundo por la cruenta guerra que sufría; en 1968 era el tatuaje traumático de esa generación de Estados Unidos, pues el infierno no estaba tan lejos y se podía ver a todo color en la televisión.

Si ya se tenía bastante con el apartheid sofisticado del nuevo esclavismo moderno, llevándolo al extremo con las muertes de decenas de afroamericanos y hasta de sus líderes más simbólicos como Medgar Evers, en 1963 (a quien Bob Dylan dedicaría Only a Pawn in their Game); Malcolm Little, mejor conocido como Malcolm X, en 1965, y Martin Luther King en 1968. Vietnam será la pirotecnia demencial y la fiesta mortuoria hecha infierno en la tierra.

El fin de la primavera

En Checoslovaquia, la gerontocracia soviética no contenta con el aplastamiento de la Primavera de Praga, obligó a Alexander Dubček y a Ludvík Svoboda (artífices de la reforma) a que se quedaran en sus puestos, como una humillación de lo pretendido por ellos, el primero como secretario del Partido Comunista y el Segundo como presidente, para ahora cual marionetas desde sus posiciones trabajar de nuevo en la cuenta regresiva al pasado ignominioso que pretendieron acabar.

Svoboda sería reemplazado meses después y Dubček se retiraría en 1969. Purgados del partido y de la vida social de Checoslovaquia. Inclusive a Dubček, líder de la Primavera de Praga, se le nombrara embajador en Turquía por breve tiempo pasando al exilio como burócrata en una explotación forestal.

En enero de 1969, a un año de iniciar las reformas checoslovacas y a cinco meses de la invasión del Pacto de Varsovia, un joven llevaría al extremo su protesta con la proclama “no puede más”.

Minutos antes de las dos y media de la tarde del 16 de enero, junto a la fuente del Museo Nacional en la Plaza Wenceslao de Praga, el estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras —Jan Palach, de 20 años— se prendió fuego. En el lugar quedó su carpeta con un cepillo de dientes, una naranja, un manual de alemán, dos calendarios de bolsillo para los años 1968 y 1969, un sello polaco, una cinta tricolor, nueve boletos de transporte, entre otros objetos personales, además de una carta escrita por el mismo Palach, cuyo contenido decía: “Debido a que nuestras naciones se encuentran en un estado de desesperanza y resignación hemos decidido manifestar nuestra protesta y despertar al pueblo de este país. Yo tuve el honor de que me tocara el número uno y presentarme como la primera antorcha”.

El epílogo de un movimiento Parecía que en México las movilizaciones estudiantiles habían llegado a su punto final, pero en el mundo no cesaron y mientras en algunos países las manifestaciones eran sosegadas con violentas represiones policiacas, en Checoslovaquia la protesta contra los nuevos órdenes significó la autoinmolación de un estudiante.

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