Hay un problema que aún no es tan visible, demasiado peligroso y que está creciendo, pero que en algún momento deberá enfrentar Andrés Manuel López Obrador. Tiene que ver con el tema de moda, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, pero que más bien es un poco la justificación para retomar una posición en el nuevo concierto del poder.
Si la consulta sale muy bien y resulta que el apoyo es para Santa Lucía y el viejo aeropuerto, el presidente electo no tendrá que preocuparse tanto de este gran inconveniente, porque se quedarán sin un argumento fácil para la movilización y la presión política. Pero si resulta que es Texcoco el lugar elegido, el conflicto le llegará directamente desde Chiapas.
Pero allí no queda todo. Para el Tren Maya, el mismo grupo político ya está celebrando reuniones para consensar su posición y establecer una estrategia que, si no conviene a sus intereses, saldrán a oponerse a la construcción, como ya se está definiendo.
El primer conflicto, el más cercano y que cobra fuerza, que puede revertírsele a López Obrador, aunque por ahora varios de sus colaboradores tienen relación y lo están acompañando, está en Texcoco y lo encabeza el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.
Resulta que toda la zona que rodea la construcción de la nueva terminal aérea es, desde hace más de 25 años, una zona no sólo vinculada al zapatismo sino una base de operaciones políticas, de acuerdo a los diferentes informes de inteligencia civiles y militares que existen. En concreto, es uno de los enclaves más importantes del EZLN fuera de territorio chiapaneco.
Como ya no pueden pelear el abuso del Estado para apoderarse de sus tierras, porque para eso se modificó la orientación de las pistas en 50 grados para que sólo se utilizaran los terrenos federales, ahora la bandera es la defensa del medio ambiente. Un argumento muy válido, sólo que en los últimos 18 meses la pelea que han dado no ha sido tan radical ni escandalosa como tendrían capacidad para hacerlo, más bien ha sido circunstancial.
No hay que perder de vista que fue justo en estos meses, cuando comenzó la construcción del aeropuerto y que los grupos guardaron silencio, que estaba el litigio en la Corte Interamericana el caso Atenco. En noviembre pasado sorpresivamente el Estado mexicano aceptó su responsabilidad sobre los abusos ocurridos en Atenco, y se comprometió a pagar de entre 500 mil a un millón de dólares por persona, dependiendo el grado de afectación. Hay que recordar que todas las beneficiadas forman parte de este grupo que se opone al aeropuerto en Texcoco.
En toda esa zona, como en la mayoría de las regiones por las que se construirá el Tren Maya, el voto a favor de Morena fue incuestionable, porque a través de él lograron colocar a algunos de sus líderes en los congresos y en los gobiernos municipales. Sin embargo, la relación entre López Obrador y el EZLN no es ni cercana ni tersa. Por parte de los zapatistas más bien ha sido de confrontación y desconfianza.
En contrario, los otros grupos considerados por el Estado como guerrillas activas, como el Ejército Popular Revolucionario, Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente o las Fuerzas Amadas Revolucionarias, han guardado silencio desde el triunfo de López Obrador, lo que significaría un apoyo tácito. En una posición distinta al zapatismo, como históricamente ha ocurrido.
Las organizaciones en Defensa de la Tierra que ahora sí intensificaron su lucha tiene su propia agenda y aunque tiene puentes con el equipo del presidente electo no caminan por la misma ruta.