›Pues yo pertenezco a esa gran hermandad de one-time directors y como tal me preocupo por este fenómeno que año tras años deja un reguero de talento tras de sí.
¿Dónde estás hermano? Ése era el título que los hermanos Coen ponían a su historia sobre las tribulaciones de Ulysses Everett McGill para volver a su hogar. Los paralelismos con el mito de Ulises no se escondían, sino todo lo contrario. Me parece una metáfora perfecta para contar otra historia mítica de iguales proporciones odíseas: directores independientes que quieren rodar su segunda película. Sí, es mi caso y qué.
Cuando decía ¿dónde estás hermano? lo decía de corazón. La Real Academia de la Lengua Española define hermano en una de sus acepciones como Individuo de una hermandad o cofradía. Pues yo pertenezco a esa gran hermandad de one-time directors y como tal me preocupo por este fenómeno que año tras años deja un reguero de talento tras de sí.
Del camino del éxito hablaremos en otra ocasión. El camino del fracaso es claro: Una película bien intencionada puede estrellarse en festivales, con la crítica y además financieramente. Una encuesta rápida con una sola llamada a mi intuición diría que es el más común de los casos. Pero como el falso Mesías de los Monty Python al cineasta apaleado siempre le quedará entonar “Always look at the bright side of life” y renacer de sus cenizas con la lección aprendida y abofetear al establishment con su genio en un futuro improbable. Hay un tercer camino gris habitado y caminado por centenares de cineastas de talento más que respetable: es el camino del éxito fracasado (o del fracaso exitoso, como se quiera). Sí, amigos. Un cineasta se puede encontrar con que tiene un gran éxito en festivales, con la crítica y al menos no haber perdido dinero en taquilla, que para hacer su segunda película se las verá en chino. Tomemos como ejemplo la mecca del cine independiente: Sundance. En 2014 recibió 12,218 películas a concurso. Cuando envié la mía en 2008 hice un ejercicio matemático para ver cuántas horas de visionado y cuántos programadores eran necesarios para poder hacer la selección, y les puedo decir que no, no las ven todas. El mero hecho de ser seleccionado ya es un ejercicio de supervivencia darwiniana admirable. Piensen esto y si además de ser seleccionado… eres premiado. En ese caso habrás vencido a la probabilidad con tu talento y suerte, pero… ¿harás tu segunda película?
Este es el momento O Brother, Where Art Thou? Jeffrey Blitz, ganador en Sundance 2007, Mejor Director y Gran Premio del Jurado. Desde entonces hizo TV, algún documental. Han pasado ocho años. ¿Segunda película? En espera. Lance Hammer, ganador en Sundance 2008, Mejor Director y Gran Premio del Jurado. Han pasado siete años. ¿Segunda película? En espera. Eric Mendelsohn, es otro caso digno de estudio. Fue ganador en Sundance en 1999 y de nuevo en 2010. Tuvo segunda película… tras once años.
Los directores consolidados actualmente, los Tarantino, los Kevin Smith, los Soderbergh de los años noventa pertenecían a un contexto muy distinto al actual. Aquella fue la década del glamour del cine independiente. ¿Gran oferta de películas? ¿Incertidumbre respecto a la recuperación? Los grandes distribuidores, los estudios, sus divisiones de cine independiente, las nuevas plataformas de internet… todos ellos, lo tienen claro. ¿Para qué arriesgar? Ya no es necesario financiar al cine independiente, anticipar su compra, apoyarlo, cuidar y criar al talento, ni tenerlo en nómina. Ahora sólo hay que esperar, que llegará él sólo, con grandes películas. Y si uno no llega, no importa, llegará otro detrás que sí lo haga.
@dany