Ha partido José Mujica. Deja un vacío inmenso en América Latina y el Caribe, donde estamos convocados más que nunca a reflexionar sobre su herencia política y ética.
Pepe Mujica fue un testimonio vivo de coherencia con sus ideas, fidelidad con sus principios, lealtad con sus causas de lucha. Se mantuvo fiel a su pueblo uruguayo, hasta el final de sus días.
Destacado luchador social, desde muy temprano abrazó las banderas de lucha popular contra las dictaduras militares en su país oriental. No vaciló en enrolarse en la resistencia armada, en el legendario movimiento de los Tupamaros, cuyas espectaculares acciones contra la dictadura militar uruguaya dieron la vuelta al mundo en su época.
Su compromiso con la lucha armada lo llevó a ser encarcelado en varias ocasiones . Paso más de 12 años en prisión, la mayor parte en confinamiento solitario, sometido a torturas y privaciones de todo tipo. Las terribles condiciones de la prisión definitivamente contribuyeron a cimentar su carácter, que más tarde lo distinguirían como dirigente político. Se fugó un par de veces de la cárcel, fue herido en más de una ocasión, y nuevamente capturado por sus perseguidores.
Allí cimentó un estilo de militancia único, y un modo de vida singular, marcados por su extraordinaria sencillez en todos los actos de su vida política y personal.
Allí se desplegó también una coherencia entre la vida personal y la militancia, entre la reflexión teórica y la práctica política, que él, en sus palabras llanas y simples, llamaba la correspondencia entre el decir y el hacer.
La vanidad del poder nunca se le subió a la cabeza. Aún siendo Presidente del Uruguay mantuvo siempre el ejemplo de una vida austera, simple y sin excesos de ningún tipo. Pensó en grandes políticas para su país y para América Latina mientras cultivaba hortalizas en su humilde huerto casero y manejaba su antiguo boshito.
José Mujica, el Pepe, como cariñosamente se le conoció entre los círculos de la izquierda latinoamericana, llegó a convertirse en uno de los líderes más destacados e influyentes de las últimas décadas. Sus aportes, reflexiones y declaraciones, no siempre exentas de polémica, ejercieron una influencia significativa en el debate político de la izquierda continental, en temas como los contenidos y formas de la democracia, los modelos de gobernar de la izquierda, sus políticas económicas y sociales, sus estrategias de integración y unidad latinoamericanas.
Si como Presidente de su país destacó por sus posiciones de avanzada en distintos terrenos, particularmente en el compromiso por los derechos humanos y la libertad, su actividad infatigable como ex Presidente lo consolidó como un referente moral indiscutible del progresismo de la región.
Hace unos meses, agotado por una vida colmada de épica, reclamó que “el guerrero tiene derecho al descanso”. Lo honramos hoy como el ejemplo indiscutible del hombre que vivió como pensaba, y, recordando el verso de El Necio de Silvio Rodríguez, que murió como vivió.