“La política es demasiado importante para dejarla solo en manos de los políticos.”
Charles de Gaulle
Vivimos en una era de transformaciones, en una época donde la educación juega un papel vital para mejorar no solo la calidad de vida sino también para disminuir la violencia; y es que ante el incremento de la inseguridad y el aumento de manifestaciones violentas es necesario que se renueve la atención sobre la importancia de la educación cívica, pero, sobre todo el papel que desempeñan las escuelas en la formación de los jóvenes para participar en la vida cívica.
Hoy ante los cambios que experimentamos, es necesario que uno de los sectores más significativos se involucre mucho más en temas como principios y valores, destacando el respeto, ética e integridad: Los jóvenes. En un artículo publicado por la Universidad Panamericana se menciona: “La implementación de una educación política obligatoria aumentaría, en pocos años, el número de jóvenes en las urnas y el compromiso político en su conjunto, así como disminuiría los niveles de desinformación que parecen permear nuestro panorama político actual”.
Es innegable que ante un mundo con mucha más movilidad y rapidez ya no solo debe haber preocupación, se tienen que comenzar a tomar acciones certeras, e incluso hacerse planteamientos: ¿Cuáles han sido las razones para volvernos tan indiferentes ante los problemas ajenos?, ¿por qué hemos abandonado la enseñanza de los valores y principios?, ¿de qué forma retomar el camino de la educación cívica y ética?
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2024, emitida por el INEGI sólo un 28.9 % de personas de 18 años o más afirmó que los partidos políticos son instituciones que inspiran confianza, pero además el 83.1 % de la población consideró frecuentes los actos de corrupción.
Con el paso del tiempo hemos visto la manera en que la población ha ido perdiendo interés y confianza tanto en temas cívicos, de principios y valores y políticos; porque es innegable que después de décadas de finanzas engañosas, promesas de campaña que se quedan sólo en eso y por supuesto el derroche y un inadecuado uso del gasto público en obras y servicios no prioritarios para la población, poco o nada querrá saberse sobre lo que acontece en el ambiente político.
Sin embargo, mirar hacia otro lado no es la solución, todo lo contrario; es probable que este comportamiento repetido durante años sea justamente lo que haya permitido que algunos servidores públicos no sean conscientes el daño que le hacen a la población.
Durante años nos hemos cuestionado sobre el cambio que generaría nuestra intervención en la vida política y social del país, ¿de qué forma podríamos solicitar que nuestras demandas sean cumplidas cuando depositamos en otros la responsabilidad de la elección de los servidores públicos?
La confianza puede comenzar a restituirse si reconocemos que no todo depende de las instituciones políticas, gubernamentales y sociales, sino que el trabajo debe ser compartido y que además las organizaciones se basan en el capital humano, por lo que enfocarnos, principalmente, en los jóvenes resulta esencial.
“El primer acto de corrupción de un funcionario es aceptar un cargo para el que no está preparado"; aunque la autoría de la frase no está del todo clara, lo que es cierto es que se debe analizar con cautela las habilidades, capacidades y conocimientos de quienes buscan acceder a los cargos públicos; y por supuesto también realizar un verdadero compromiso como sociedad para llevar a cabo las acciones que nos corresponden.
Frente a la compleja situación que vivimos, el civismo se debe convertir en un punto de inflexión para hacer lo justo, en el momento adecuado y por la razón correcta; hoy más que nunca debe fortalecerse la convivencia social entre las personas y transformarse en un tema significativo para ser abordado no sólo en las instituciones educativas y culturales sino en las diferentes áreas de formación para la vida.
*Consultor en temas de Seguridad, Inteligencia, Educación, Religión, Justicia, y Política.