“No debemos curar el cuerpo sin el alma, porque la salud de uno depende de la del otro.”
Platón
Recientemente la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y nuestra sociedad fueron sacudidas por un episodio que trasciende las aulas y nos llama a una reflexión profunda y a acciones certeras: el ataque perpetrado por un estudiante de 19 años en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur; este joven influenciado por comunidades en línea de ‘incels’’, hombres que se autodenominan célibes involuntarios y fomentan un discurso de odio misógino, asesinó a un compañero y dejo un rastro de terror que derivó en la suspensión de clases en 27 unidades académicas de la institución.
Tristemente, este no es un acto aislado y los incels han sido foco de la atención en los últimos años, sobre todo después del estreno de la serie Adolescencia, la cual abrió al debate un tema que hasta hace poco estaba siendo ignorado; por supuesto que diversas líneas deben analizarse y espero profundizar en futuras participaciones sobre el papel de algunas redes sociales y su implicación en el aumento de actos de violencia, sin embargo, este suceso no solo expone la vulnerabilidad de los jóvenes sino que además nos insta a una profunda reflexión.
La salud mental en diversos países incluido el nuestro, lamentablemente es un lujo, y aunque el paso de los años nos ha demostrado que es el cimiento de una sociedad funcional, su descuido está erosionando las diversas instituciones y la seguridad colectiva.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, se estima que más de mil millones de personas viven con un trastorno mental, lo que equivale aproximadamente a una de cada siete personas en el mundo; nuestro país no se encuentra ajeno a la situación, en datos de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones el 52.8% de la población presenta ansiedad, pero además el 25.1% se encuentra dentro de un cuadro de depresión.
Las carencias en el apoyo a la salud mental son particularmente alarmantes en la educación y el ámbito laboral, dos pilares que deberían ser refugios; en las escuelas y universidades, la falta de especialistas es abrumadora, México carece de expertos en salud mental para adolescentes, un grupo donde la ansiedad, la conducta suicida y el déficit de atención son recurrentes entre los 10 y 19 años.
Se debe reconocer que la relación entre la salud mental deteriorada y el aumento de la incidencia delictiva es innegable, y aunque la confluencia entre las enfermedades psiquiátricas y la conducta delictiva es un área compleja y a menudo malinterpretada dentro de los sistemas de salud mental y legal, diversos estudios han mostrado la forma en la que la ansiedad crónica, el estrés prolongado y las depresiones fomentan tendencias paranoicas y violentas, tanto en agresores como víctimas.
La violencia genera estragos psicológicos que, sin intervención, se retroalimentan en una espiral delictiva; por ejemplo, en el caso de los incels, esta dinámica es paradigmática; el ataque en la UNAM es el resultado de un cada vez más constante aislamiento emocional que a su vez es alimentado por foros tóxicos en internet, donde ideas extremistas se convierten en catalizadores para la violencia.
Amenazas posteriores en la Facultad de Química y otras unidades revelan la manera en la que estos grupos tratan de erosionar la paz escolar, elevando la percepción de inseguridad. La delincuencia no surge del vacío, sino de mentes fracturadas por familias y sistemas institucionales que les han fallado.
Por supuesto que se requieren diversas rutas, sin embargo, romper estigmas que impiden a los jóvenes buscar ayuda y la implementación de programas integrales que aborden la salud mental sin miedo y con empatía, podrían convertirse en elementos significativos para ayudar a la disminución de este flagelo.
El incremento en la violencia y las diversas acciones de las que hemos sido testigos en las últimas décadas son un claro ejemplo de la compleja realidad a la que nos enfrentamos, pero también reflejan el sufrimiento de miles de personas.
*Consultor en temas de Seguridad, Inteligencia, Educación, Religión, Justicia, y Política.