Las relaciones de México con la Santa Sede son importantes por el peso político que el Vaticano tiene en el contexto internacional, el cual mantiene relaciones diplomáticas con 180 países y organismos internacionales, además de la significativa presencia del catolicismo en México. Según INEGI, en 2020 alrededor del 78% de la población mexicana se identificó como católica, segundo país con más católicos en el mundo, después de Brasil.
En razón del reciente fallecimiento del papa Francisco el pasado 21 de abril, acudieron a su funeral alrededor de 50 jefes de estado y 11 monarcas reinantes, entre los que se encontraban los presidentes de Estados Unidos y Ucrania, así como los de Brasil, Argentina y Ecuador, entre otros.
En el entorno de los vínculos bilaterales destacan visitas recíprocas de alto nivel de los entonces presidentes Luis Echeverría (primer jefe de Estado mexicano en visitar la Santa Sede), Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, así como varias visitas a México del papa Juan Pablo II (primer papa en visitar México), Benedicto XVI y Francisco.
El entonces presidente Manuel López Obrador nunca se reunió con el papa Francisco. Aunque extendió invitaciones para que el papa visitara México y ayudara a pacificar el país, éstas no fueron atendidas -destacan especialistas- ya que responderían esencialmente a intereses políticos del presidente mexicano. Sin embargo, como candidata presidencial Claudia Sheinbaum sostuvo un encuentro con el papa en febrero de 2024.
A pesar de que el mandatario mexicano expresó admiración hacia el papa y supuestamente dijo coincidir en temas sociales y de derechos humanos, la relación bilateral no estuvo exenta de desencuentros críticos.
Al asumir la presidencia López Obrador no tuvo interés por acrecentar los vínculos diplomáticos con la Santa Sede, en un contexto de no pocas tensiones con la iglesia católica, como lo constituyó la fuerte presión de los jesuitas para que se aclararan los hechos sobre los normalistas de Ayotzinapa y los asesinatos en junio de 2022 de dos sacerdotes jesuitas en la sierra de Chihuahua, propiciados por el crimen organizado.
A los 200 años de la consumación de la independencia y 500 años de la conquista, López Obrador exigió una disculpa al Vaticano por los abusos cometidos a los pueblos indígenas, en tanto que, la Iglesia mexicana opuso resistencia a iniciativas de legisladores morenistas sobre derechos LGTB, aborto y el uso de marihuana.
En este escenario, es necesario abrir un nuevo capítulo en la relación bilateral y mantener un diálogo fructífero con la Santa Sede, en asuntos en los que coincidan las dos partes y en los cuales el Vaticano tienda a constituirse en un efectivo aliado en los foros internacionales.
Aquí radica el gran reto para la mandataria mexicana, dar el curso apropiado a la agenda bilateral, la cual presenta oportunidades ante un nuevo papa y una relativamente nueva presidente mexicana, que incluiría urgentemente el relevo del embajador de México en la Santa Sede, de nombramiento político por López Obrador, y quien en el presente año cumplirá seis años en el cargo, suficiente y tal vez excesivo tiempo en una adscripción, en un contexto, según se escucha en pasillos de la Cancillería, que no habría tenido mayores alcances diplomáticos y quien estaría reacio a dejar el cargo. Pero todo tiene un ciclo, sobre todo cuando las circunstancias lo exigen.
Al funeral del papa Francisco asistió en representación de la presidente mexicana, la secretaria de Gobernación, quien, según trascendidos recogidos por el diplomático y periodista Agustín Gutiérrez Canet, fue acreditada oficialmente por la embajada como “vicepresidente”, cargo que no existe en México y estaría usurpando su puesto real, situación que se torna sumamente delicada para la relación bilateral y el prestigio de México, más aún si se realizó con la anuencia de la Cancillería mexicana, hecho que debe explicarse.