En el umbral del nacimiento de un nuevo sistema judicial para México, la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en contra de una ciudadana, Karla María Estrella Murrieta, por ejercer su libertad de expresión para señalar a otra mujer que cobra como diputada, Diana Karina Barreras, casada con otro político, Sergio Gutiérrez Luna, es la mejor muestra de lo qué no debe hacer un juzgador, menos aún los nuevos juzgadores mexicanos que están por rendir protesta y sobre quienes pesan multiples dudas por la forma en que llegaron al cargo.
Gerardo Laveaga Rendón, abogado y escritor, señaló hace unos días, en una de sus redes sociales, que la sentencia sobre el caso debería ser estudiada y tomada como referente en las escuelas y facultades de Derecho del país, de lo que no se debe hacer en materia de justicia. El intelectual concluyó su opinión con un señalmiento que no admite ni interpretación, ni répilca: “Los encargados de defender la democracia sofocaron la libertad de expresión, condición sine qua non de la democracia.”
Lo inexplicable del caso es que la crítica por la sentencia se ha centrado en la diputada Dato Protegido por promover la solicitud de censura contra la ciudadana Estrella Murrieta, y contra su esposo, el diputado morenista Gutierrez Luna, por involucrarse de forma directa en el caso primero, y después por exhibir un criterio juridico sumamemte pobre al intentar interpretar la sentencia, o de plano intentar engañar a la opinión publica, alegando que el laudo no dice lo que dice.Es cierto que Gutiérrez Luna quedó muy mal parado al argumentar, frente al reporteros, que la sentencia no exige una disculpa pública durante 30 días cuando es justo lo que el Tribunal Electoral le ordena a la ciudadana. Es todavía más cierto que cuando aparecía en los medios de comunicación tratando de defender a su esposa, la diputada Dato Protegido, lo único que consiguió Gutiérrez Luna además de probar que no sabe ni interpretar ni argumentar su interpretación, fue probar la veracidad de la crítica de Karla Estrella Murriera contra Dato Protegido, pues nada más contundente que la defensa del marido y el silencio de la esposa, para confirmar que ella llegó al cargo por él y que, ante la crítica, es él quien sale a dar la cara por su conyuge; justo así lo hizo ver, frente al propio Gutiérrez Luna, el periodista Luis Cárdenas en entrevista radiofónica.
Lo que parecía una victoria para la diputada Dato Protegido, y para la intolerancia también, se convirtió en una enorme derrota, sellada además por la intervención de su propio esposo, de la que difícilmente podrá reponerse la legisladora, pues como diversas personas han señalado en redes sociales, el apodo que involuntariamente le endilgó el tribunal, nadie se lo va a quitar, y la impresión, equivocada o no, de que acabó escondida detrás de las espaldas de su marido, tampoco.
Este tipo de conductas, políticos persiguiendo a ciudadanos para censurar sus opiniones, no son inéditas, pero en tiempos recientes se han multiplicado de forma peligrosa. En esta época se inauguraron con el abogado de Basham, obligado por su propio despacho a ofrecer una disculpa a Gerardo Fernández Noroña, en la sede del Senado.
Lo increíble y más preocupante no es tener una clase política de piel delgada, hipersensible y reactiva a la crítica como una estrategia para evitar la rendición de cuentas, sino tener al órgano garante de la democracia y de los derechos políticos del ciudadano, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, protegiendo a los políticos de la crítica al jugar a sancionar y censurar ciudadanos, como si el influyentismo, los cacicazgos, el amiguismo, los compadrazgos y las cuotas de grupo, nunca hubieran existido en la política mexicana, y como si la realidad cambiara cerrando los ojos, mirando hacia otro lado, o simplemente negándola.
@EnvilaFisher