Gaza: morir de hambre en silencio

26 de Agosto de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

Gaza: morir de hambre en silencio

Julieta Mendoza - columna

Hace apenas unos días, la Franja de Gaza fue oficialmente declarada en estado de hambruna por la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (IPC), un organismo técnico respaldado por las Naciones Unidas. Por primera vez, este sombreado reconocimiento —hasta ahora reservado casi exclusivamente para zonas africanas— documenta una crisis alimentaria de tal gravedad en Medio Oriente. Más de medio millón de personas están siendo afectadas por la inanición, una cifra que podría escalar a 641 mil en septiembre si no se actúa con urgencia. (El país, Financial Times)

Esta hambruna no es fruto del azar ni de la fatalidad; es una emergencia fabricada por el ser humano, según denuncian tanto el IPC como altos responsables de Naciones Unidas. Alimentos estancados en las fronteras, sistemas de distribución destruidos y restricciones deliberadas al ingreso de ayuda alimentaria han convertido la supervivencia en un privilegio negado. El secretario general António Guterres la calificó como un “fracaso de la humanidad”, una sentencia que reverbera como una crítica moral directa al sistema internacional.

Los efectos, devastadores e inmediatos, se manifiestan sobre todo en los más vulnerables. Médicos en Gaza reportan niños con costillas prominentes, extremidades huesudas y signos claros de desnutrición severa. Desde que la hambruna fue declarada, se ha registrado un aumento en las muertes por inanición: al menos 281 personas han muerto, incluyendo 112 niños (Nrews Reuters).

Las organizaciones humanitarias, como UNICEF, FAO y el Programa Mundial de Alimentos, han advertido que los indicadores de consumo y nutrición han superado los umbrales de crisis en algunas zonas de Gaza. Aunque estas advertencias venían siendo reiteradas desde meses anteriores, la declaración formal ratifica lo que muchos ya intuían: que el hambre se ha convertido en un arma de guerra.

Frente a esta realidad, Israel emprendió una respuesta pública diametralmente opuesta. Las autoridades han rechazado la evaluación del IPC, calificándola de “mentira” o “campaña tendenciosa”, y alegan estar facilitando ayuda humanitaria, aunque esta resulta claramente insuficiente. Este enfrentamiento discursivo coloca en jaque la credibilidad de los evaluadores técnicos frente a la narrativa oficial.

Lo trágico de esta hambruna es que podría haberse evitado. Tom Fletcher, coordinador de ayuda humanitaria de la ONU, ha enfatizado que los alimentos existen, pero están retenidos en los cruces fronterizos.

Ignorar la hambruna en Gaza no es un simple acto de indiferencia: es convertirse en cómplice. La inanición de niños, la desolación de familias que buscan un pedazo de pan bajo los escombros, no puede relativizarse con tecnicismos ni con discursos diplomáticos. Cada día que pasa sin un alto el fuego ni la entrada irrestricta de ayuda, la comunidad internacional se retrata a sí misma como un club de potencias incapaz de hacer valer la humanidad frente a la geopolítica.

El hambre se ha instalado en el corazón de este conflicto y quedará registrado en la memoria de los pueblos como la marca de un fracaso colectivo.

¿Cuánto vale hoy la vida de un niño palestino para los gobiernos que callan o se limitan a emitir comunicados tibios? La respuesta, por ahora, se mide en el silencio de los convoyes detenidos en la frontera.

La emergencia exige tres actos ya: alto el fuego inmediato, acceso irrestricto de ayuda humanitaria y protección internacional a la población civil. Si no se actua ahora, estrá en juego no es solo la vida de quienes pasan hambre, sino la credibilidad de un sistema internacional que dice proteger los derechos fundamentales. Gaza clama por auxilio, y la respuesta —o la omisión— será el espejo moral de nuestro tiempo.