Tengo la enrome fortuna de pertenecer al Colectivo Soluciones Pacíficas y Colaborativas, un grupo que actualmente reune a más de 170 profesionales, incluyendo personas mediadoras, facilitadoras, árbitras y docentes especializados en Mecanismos Alternos de Solución de Controversias (MASC) de la mayoría de estados de la República Mexicana.
Esta pertenencia representa una fortuna en múltiples sentidos. Por un lado, hemos logrado conformar una comunidad —una verdadera “tribu” de profesionales— que comparte una misma vocación y dirección. Nos brindamos apoyo a distancia, intercambiamos ideas sobre temas de interés común, compartimos bibliografía especializada y difundimos cursos y diplomados, consolidando así un entorno de enriquecimiento constante en torno a los MASC. Más allá de ser nuestro punto de unión profesional, los MASC son la convicción profunda que nos impulsa a ofrecer herramientas socialmente útiles y transformadoras.
La riqueza de este colectivo radica también en la sinergia que se produce entre expertas y expertos. Como convencidos de la eficacia de los MASC, nuestra creatividad y nuestras ideas se canalizan hacia un objetivo primordial: lograr que el diálogo y el acuerdo permeen en la sociedad como otra vía para la resolución de conflictos.
La valiosa oportunidad de interactuar con esta comunidad de personas mediadoras se evidencia en experiencias cotidianas. Recientemente, tuve una enriquecedora conversación con un distinguido mediador de Nuevo León, el Maestro Jesús Elizondo, con más de 35 años de experiencia en Mediación Empresarial. Nuestra discusión abarcó desde el trabajo de las Fiscalías en Justicia Restaurativa hasta la cultura de paz en las escuelas. Sin embargo, el motivo central de mi consulta fue cómo abordar la remediación de un convenio entre clientes, una situación que resalta una flexibilidad inherente a los MASC. Es fundamental comprender, apreciado lector y lectora, que incluso los convenios de mediación que alcanzan la categoría de sentencia son susceptibles de modificación, especialmente en el ámbito familiar, donde las circunstancias y necesidades son inherentemente dinámicas. En este intercambio, la confidencialidad entre mediadores fue, como siempre, un principio inquebrantable, reafirmando la seriedad y el profesionalismo de nuestra práctica.
Esta experiencia nos lleva a una reflexión crucial: ¿qué nos está faltando a quienes estamos convencidos del poder de los MASC? Indudablemente, una mayor socialización de estas herramientas. Me atrevo a afirmar que los MASC no son patrimonio exclusivo de ninguna institución —ni tribunales, ni fiscalías, ni DIF— ni siquiera de las propios personas mediadoras. Por ello, valoro profundamente este espacio de difusión que tiene como uno de sus objetivos esenciales: socializar los MASC.
Mi aspiración es que estas palabras resuenen en ti lectora, lector; que inspiren a considerar la mediación en situaciones cotidianas, como un conflicto escolar o un divorcio. Las áreas de oportunidad para aplicar los MASC son vastas y diversas.
En suma, las comunidades con convicciones firmes y con propuestas sociales orientadas a la paz y a la construcción de comunidades más fuertes, necesitamos perseverar en la colaboración, el intercambio de conocimientos y la búsqueda proactiva de espacios y momentos propicios para ser escuchadas, escuchados pero, sobre todo, para implementar estas herramientas.
Así que baste para expresar mi sincero agradecimiento a Eje Central y a mi estimado Alejandro Envila Fisher por brindarnos este invaluable espacio de difusión para socializar los MASC.