La llegada del nuevo embajador de EU, Ronald Johnson: ¿Confrontación o colaboración bilateral?

19 de Mayo de 2025

Sergio Uzeta
Sergio Uzeta
Comunicador y periodista con más de tres décadas de experiencia, destacando su paso por Noticias de Once TV y Radio Fórmula. Ha sido Director General de Notimex y Director fundador del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue Gerente Corporativo de Comunicación Social en Pemex y Director de Información en la Presidencia de la República. Reconocido con el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Pagés Llergo y el Micrófono de Oro, entre otros.

La llegada del nuevo embajador de EU, Ronald Johnson: ¿Confrontación o colaboración bilateral?

Sergio Uzeta - columnista

Ronald Johnson llegó a México como nuevo embajador de la Casa Blanca en nuestro país. Con un perfil forjado en más de dos décadas en la CIA y una gestión como embajador en El Salvador (2019-2021), Johnson llega en un contexto marcado por la revocación de visas a políticos mexicanos por presuntos vínculos con el crimen organizado y la entrega de 17 familiares de Joaquín “El Chapo” Guzmán a autoridades estadounidenses. Su cercanía con el presidente Donald Trump y su historial sugieren un enfoque centrado en la seguridad, pero será esto suficiente para navegar las aguas turbulentas de la relación México-Estados Unidos, ¿o estamos ante el preludio de mayores fricciones?


Ronald Johnson no es un diplomático convencional. Su trayectoria en la CIA, donde se especializó en inteligencia y análisis estratégico, y su experiencia en El Salvador, donde colaboró con el presidente, Nayib Bukele, en la lucha contra pandillas y el narcotráfico, lo posicionan como un operador pragmático con un enfoque en resultados concretos.

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Sin embargo, México no es El Salvador. La complejidad del crimen organizado en nuestro pais, entrelazada con dinámicas políticas y económicas, requiere un enfoque mucho más diplomático. La reciente entrega de familiares de “El Chapo” Guzmán a Estados Unidos, en un acuerdo relacionado con Ovidio Guzmán, ha expuesto una falta de comunicación entre ambos gobiernos, generando malestar en la administración de Claudia Sheinbaum. Este episodio, subraya la necesidad de una diplomacia que priorice la cooperación y el respeto mutuo, algo que no parece ser el fuerte de Johnson si su gestión se inclina hacia medidas unilaterales.

El contexto actual no podría ser más delicado. La revocación de visas a figuras como la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, y la supuesta lista donde aparecen los nombres de otros destacados políticos mexicanos, ha avivado las tensiones diplomáticas. Estas medidas, justificadas por Estados Unidos como parte de su lucha contra la corrupción transnacional, han sido percibidas en México como una intromisión en asuntos internos. La presidenta Sheinbaum ha insistido en la necesidad de transparencia y coordinación, pero la falta de notificación sobre la entrega de los familiares de Guzmán ha exacerbado la percepción de que Estados Unidos actúa sin considerar la soberanía mexicana.

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En este escenario, la llegada de Johnson plantea más preguntas que respuestas. Su cercanía con Trump, quien ha promovido políticas agresivas como la amenaza de intervenciones militares contra cárteles, podría complicar las cosas. México ha sido históricamente sensible a cualquier insinuación de intervención extranjera, y un embajador con un perfil tan orientado a la seguridad podría ser visto con recelo por el gobierno mexicano y la opinión pública.


El éxito de Johnson dependerá de su capacidad para trascender su perfil de operador de seguridad y adoptar un enfoque más diplomático. La retórica beligerante de Trump, que incluye propuestas como clasificar a los cárteles como organizaciones terroristas, podría poner a su nuevo embajador en una posición incómoda, atrapado entre las expectativas de su gobierno y la necesidad de mantener una relación funcional con México.

En última instancia, el nombramiento de Ron Johnson refleja la prioridad de la administración Trump: proyectar fuerza en la región. Pero en un contexto donde la confianza entre ambos países está fracturada, la pregunta no es solo qué hará Johnson, sino cómo lo hará. México, con su compleja realidad política y social, no será un terreno fácil para el nuevo enviado de la Casa Blanca.