Un Papa para México

8 de Mayo de 2025

Pablo Reinah
Pablo Reinah
Periodista con 28 años de experiencia en televisión, radio y medios impresos. Ganador del Premio Nacional de Periodismo 2001, ha trabajado en Televisa, Grupo Imagen y actualmente conduce el noticiero meridiano en UNOTV. Ha colaborado en medios como Más por Más, Excélsior y Newsweek. Es autor del libro El Caso Florence Cassez, mi testimonio y asesor en medios de comunicación.

Un Papa para México

Pablo Reinah columnista

La muerte del Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, ha dejado al mundo católico en un momento de reflexión y expectativa. Su pontificado, marcado por la humildad, la defensa de los pobres y un enfoque progresista en temas sociales, resonó profundamente en México, un país donde el 77.7 % de la población se identifica como católica, según el INEGI.

Ahora, con el cónclave a la vuelta de la esquina, la pregunta es inevitable: ¿quién será el próximo Papa y cómo podría su liderazgo impactar a nuestro país? Entre los candidatos más mencionados está el cardenal italiano Pietro Parolin, quien destaca como una figura que, por su trayectoria diplomática y su conexión histórica con México, podría ser una elección estratégica para fortalecer los lazos entre el Vaticano y nuestro país.

Pietro Parolin, nacido en 1955 en Schiavon, Italia, es un diplomático de carrera con una hoja de vida que lo posiciona como un candidato sólido. A sus 70 años, su edad lo hace elegible para un papado de duración media, un factor que los cardenales suelen considerar para garantizar estabilidad. Como secretario de Estado del Vaticano bajo Francisco, Parolin ha sido el equivalente a un primer ministro, manejando las relaciones internacionales de la Santa Sede con una visión moderada pero pragmática. Su perfil combina experiencia geopolítica con un enfoque pastoral que, aunque menos carismático que el de Francisco, podría ser un puente entre las facciones progresistas y conservadoras de la Iglesia.

El vínculo de Parolin con México es uno de los aspectos más relevantes para considerar su candidatura. Entre 1989 y 1992, sirvió como diplomático en la nunciatura apostólica en México, un periodo crucial en la historia de las relaciones entre el país y el Vaticano. Durante esos años, México y la Santa Sede restablecieron relaciones diplomáticas en 1992, tras más de un siglo de tensiones marcadas por el anticlericalismo que data de tiempos de la Revolución.

Parolin jugó un papel activo en estas negociaciones, trabajando bajo la dirección del nuncio Girolamo Prigione y contribuyendo a sentar las bases para una relación constructiva que culminó con la visita del Papa Juan Pablo II en 1990, la segunda de las cinco que realizó al país. Su experiencia en México le otorga un conocimiento profundo de la cultura, la religiosidad popular y los desafíos sociopolíticos de la nación, desde la desigualdad hasta la migración.

Su trabajo en América Latina, especialmente como nuncio en Venezuela de 2009 a 2013, refuerza su familiaridad con la región. En Venezuela enfrentó tensiones entre la Iglesia y el gobierno de Hugo Chávez, demostrando habilidades de mediación que podrían ser clave para abordar los retos de México, como la violencia, la pobreza y la polarización política. Su capacidad para dialogar con gobiernos de diferentes ideologías lo convierte en un candidato adaptable, capaz de mantener el equilibrio en un país donde la mayoría de la población es católica, pero donde las tensiones entre el gobierno y la Iglesia han sido históricamente complejas.

Elegir a Parolin como Papa podría beneficiar a México por varias razones. Primero, su experiencia diplomática aseguraría una continuidad en la agenda de Francisco, pero con un enfoque más institucional que podría estabilizar las relaciones entre la Iglesia mexicana y el Vaticano. El clero mexicano, que ha mantenido cierta distancia con Francisco debido a su crítica al neoliberalismo y su énfasis en los pobres, podría encontrar en Parolin un líder más conciliador. Su moderación podría sanar las fracturas internas en la Conferencia del Episcopado Mexicano, que ha enfrentado críticas por su cercanía con élites políticas y económicas durante las últimas décadas.

Segundo, Parolin podría fortalecer la posición de México en la agenda global del Vaticano. México es el segundo país con más católicos en el mundo, después de Brasil, por lo que merece un Papa que entienda su peso demográfico y cultural. Parolin, con su experiencia, podría abogar por temas clave para México, como la migración, el cambio climático y el desarrollo sostenible. Durante la visita de Francisco en 2016, el entonces presidente Enrique Peña Nieto destacó las coincidencias entre México y la Santa Sede en estos temas, un legado que Parolin podría retomar.

Tercero, la conexión personal de Parolin con México podría traducirse en una mayor atención pastoral y en la recuperación de fieles que se han alejado de la Iglesia católica. México ha recibido siete visitas papales desde 1979, más que cualquier otro país de América Latina, lo que refleja su importancia para la Iglesia. Un Papa con experiencia directa en el país podría priorizar visitas o iniciativas que refuercen la fe de los mexicanos, como canonizaciones de figuras locales o eventos masivos que movilicen a la juventud, un sector clave en una nación con una población mayoritariamente joven.

Aunque Parolin es un favorito, otros cardenales como el filipino Luis Antonio Tagle, el húngaro Péter Erdő y el austriaco Christoph Schönborn también figuran en las quinielas. Tagle, cercano a Francisco, representa un enfoque pastoral vibrante que podría resonar con la religiosidad popular mexicana, pero su falta de experiencia administrativa podría ser una desventaja en un país que necesita una Iglesia bien organizada para enfrentar desafíos. Erdő, de línea conservadora, podría alienar a los sectores progresistas de la Iglesia mexicana, mientras que Schönborn, aunque moderado, carece de la conexión directa con América Latina que tiene Parolin.

Incluso los cardenales mexicanos Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega, aunque elegibles, no tienen el perfil internacional necesario para liderar la Iglesia global ni la experiencia requerida.

La elección del próximo Papa no solo definirá el rumbo de la Iglesia, sino también su relación con México, un país donde la fe católica sigue siendo un pilar cultural y social.

El próximo Papa deberá superar el carisma de Francisco para abordar los retos de una nación que, como dijo Juan Pablo II, es “siempre fiel”. México necesita un Papa que entienda su historia, valore su devoción. Pronto sabremos quién es ese líder.