El poder republicano

25 de Abril de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

El poder republicano

luis_m_cruz

1.

Como suele suceder en la democracia, en las elecciones estadounidenses prevaleció el sistema de pesos y contrapesos. Los republicanos perdieron la Presidencia, pero no fueron vencidos. Los números que se perfilan le deparan un notable poder político para influir en las políticas del porvenir. Es claro que una mayoría política y de ciudadanos votó por el cambio, contra el abuso, la insensibilidad y la indolencia en el ejercicio del poder, pero no entregó un cheque en blanco. Los demócratas gobernarán en un país polarizado con un gobierno dividido, con casi la mitad del electorado, el Senado, buena parte de la Cámara Baja y una gran cantidad de gubernaturas —de las 12 que estuvieron en juego los republicanos ganaron ocho– como para acotar un viraje profundo en las cuestiones de fondo, como son los impuestos, el presupuesto, la defensa, la salud, el comercio y la política social.

2.

Habrá cambios, sin duda; los suficientes para marcar una diferencia, pero difícilmente los necesarios para hacer la diferencia, iniciando con la gestión y negociación paso por paso en lo inmediato, tanto en la transición de gobierno como en el presupuesto del siguiente año fiscal y el techo de endeudamiento que están cubiertos a febrero del año entrante. ¿Qué pasará con el poder republicano? La cuestión por saber es si habrá un trumpismo después de Trump, quién enarbolará el liderazgo republicano y quiénes plantarán cara a la administración Biden en lo inmediato, perfilando posiciones hacia las elecciones legislativas intermedias dentro de dos años.

3.

Según el análisis del electorado publicado por El País (15 nov), los electores de Trump son predominantemente de clase media baja en los estados del interior y de pequeñas poblaciones y actividades primarias, de baja o intermedia escolaridad, religiosos y blancos. Por él votaron quienes le reconocen haber puesto a China en su lugar, bajar impuestos, preocuparse por los empleos que se van a China o México, por decir y hacer las cosas de manera llana y directa. No parecen ser votos fugaces, sino votos exigentes, que pondrán a prueba la capacidad de un gobierno demócrata para ofrecerles propuestas integradoras o pronto también les pasarán la factura.

4.

Ello quizás explique un poco la conducta reaccionaria de Trump al rehusarse a reconocer los resultados adversos en la elección presidencial; sabe, lo saben los republicanos, que su potencia electoral está casi intacta y lo que sigue para los demócratas es el desgaste del gobernar, del cumplimiento de expectativas, por lo que la tarea a seguir sería consolidar un bloque político eficaz para este electorado decepcionado por los resultados y que creen en la falacia del fraude. Tal bloque habrá de necesitar liderazgos con futuro. Mitch McConell no es quien puede asumirlo; alguien como Ted Cruz podría, pero tendrá que enfrentarse a la perspectiva de un Donald Trump pretendiendo el robo de la batalla, pero no de la guerra, y quien, como McArthur, soñaría con la posibilidad de regresar de algún modo, mientras construye un refugio ante la ola de litigios de todo tipo que se le avecina.

Según sus detractores, una vez sin inmunidad, Trump deberá enfrentar juicios por fraude y evasión fiscal, despojo de herencia, deudas multimillonarias, abusos sexuales y ocultamiento de evidencias, además de obstrucción de la justicia.

5.

Difícilmente se retirará a instalar una biblioteca como fuera la tradición de los expresidentes estadounidenses, por lo que intenta administrar su derrota. Por ello le es necesario prolongar la resistencia, agotar las instancias e insistir en el discurso del fraude, para clamar una persecución política y erosionar la confianza en las instituciones. Porque al sembrar la duda, obtendrá el polarizante escenario alternativo que podría funcionarle, mientras los republicanos deciden si se deshacen de él u optan por un trumpismo sin Trump para regresar en dos años a los primeros planos.