1.
Pareciera ser que, avatares de la democracia, una vez más se podría configurar en los Estados Unidos el duelo de Joe Biden contra el inefable Donald Trump, pretendido candidato republicano si es que la justicia no le aplica pronto una inhabilitación carcelaria. En los Estados Unidos existen elecciones primarias, es decir, contiendas internas en los partidos políticos para definir las candidaturas. Cuando se trata de aspirantes con gran ascendiente, como es un presidente que busca la reelección o un ex presidente con gran potencial mediático, los resultados tienden a decantarse anticipadamente. Ambos viejos contendientes buscarán medir fuerzas en las elecciones presidenciales de 2024. Con franqueza lo ha señalado Biden, “Trump es un peligro para los Estados Unidos” y para el resto del mundo, habría que agregar. Sólo para comprender la diferencia entre la democracia y sus enemigos, en China este año hubo un solo candidato a la presidencia, Xi Jingping, en tanto que en Rusia también habrá elecciones presidenciales en marzo de 2024 y todos saben que no habrá competencia pues Vladimir Putin será candidato único.
2.
Puestos sobre el terreno, más allá de la falta de emoción en el electorado por apostar a candidatos demasiado viejos para representar algo nuevo –dos tercios han manifestado su disgusto porque los dos casi octagenarios vuelvan a presentarse en 2024—Biden podrá obtener sin demasiados problemas la nominación demócrata, repitiendo fórmula con Kamala Harris, su actual Vicepresidenta. En las elecciones intermedias, donde se esperaba una debacle demócrata, el liderazgo presidencial logró evitarlo y retener el control del Senado, no obstante perder por reducido margen la Cámara de Representantes. Y, perfilado hacia las elecciones presidenciales con una aprobación de sólo 41%, las posibilidades de vencer a un contendiente como Trump le favorecen.
3.
La campaña de Biden se enfrentará al desafío de entusiasmar primero a los demócratas y luego a los electores intermedios, en un contexto de dificultades económicas, alta inflación, casi una recesión por venir y fuerte competencia exterior frente a Rusia ante la invasión a Ucrania y China en el IndoPacífico y Taiwán. Como suele suceder en los Estados Unidos, cuando la economía cruje, los presidentes tiemblan, por lo que Biden seguirá arriesgando su liderazgo a lograr una recuperación económica con empleo suficiente e inflación controlada, que es por donde va su agenda.
4.
Trump, por su parte, aún no puede cantar victoria para estar en la boleta electoral. Se enfrenta a un torrente de demandas judiciales que podría no tener fin pero que podría inhabilitarlo en algún momento. Hasta ahora ha sorteado los tribunales, siendo condenada la Organización Trump por fraude en Nueva York y enfrenta cargos por alteración de documentos para ocultar el pago de servicios a la actriz porno Stormy Daniels y otros cargos por violación y difamación a la escritora Jean Carroll, más lo que pudiera acumular por haber incitado a la toma del Capitolio o presionado a funcionarios de Georgia para alterar los resultados electorales.
5.
Claro, hábilmente, Trump ha impulsado su aspiración haciendo de los casos judiciales un propelente. Reiteradamente, señala que se le quiere descalificar a la mala y que se trata de una “cacería de brujas”. Este discurso influye en las bases radicales republicanas, pero no parecen trascender al electorado abierto. Trump es el favorito para la nominación republicana, superando dos a uno al gobernador de Florida, Ron de Santis, pero en una elección abierta, Biden ganaría la reelección por 43% a 38% entre los votantes registrados, en tanto que enfrentando a Ron de Santis, le vencería 43% a 34%, según encuesta de Ipsos/Reuters. Es decir, Biden obtendría los votos correspondientes al nivel de aprobación actual con un poco más, frente a un Partido Republicano herido por la mala reputación del rey del fraude y el escándalo.