Durante su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Joe Biden llamó a los líderes de la comunidad internacional a enfrentar juntos lo que será una década decisiva para el mundo. “Toda la fuerza, la energía, el compromiso, la voluntad y los recursos inigualables de nuestra nación se centran ahora plena y directamente en lo que tenemos por delante, no en lo que queda atrás”, prometió Biden en un giro desde lo que denominó la “guerra implacable” hacia una “diplomacia implacable”.
Compromiso que se acompañó de la promesa de incrementar hasta en 11 billones de dólares anuales los recursos para respaldar las acciones de los países en desarrollo ante los efectos del cambio climático.
Lo cual representa un gesto político de gran relevancia para respaldar políticas climáticas en países pobres y en desarrollo, luego de los mínimos beneficios de la cooperación que han observado muchos países durante la pandemia. Como señaló el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, mientras en países en desarrollo la población está prácticamente vacunada, el 90% de los africanos siguen esperando la oportunidad de recibir una dosis.
Biden y Guterres coinciden en el diagnóstico: estamos parados frente al abismo y avanzamos divididos en la dirección equivocada, cuando tendríamos que trabajar en forma coordinada y con mayor ambición durante una década decisiva si queremos evitar una catástrofe climática.
La magnitud del reto que involucra la acción climática para evitar aumentos en la temperatura por encima de los 2 ºC, se desprende del reporte sobre avances en las contribuciones nacionalmente determinadas en cumplimiento a lo establecido en el Acuerdo de París, presentado el pasado 17 de septiembre.
El reporte señala algunos avances relevantes, en especial la disponibilidad de información sobre las emisiones de los 191 países involucrados en el Acuerdo de París y la actualización de contribuciones nacionalmente determinadas de 113 países y que involucra el 49% de las emisiones globales. Para estos 113 países, la información señala una reducción de emisiones de 12% comparando sus niveles entre 2010 y 2030.
De igual forma, 70 países proyectan acciones para avanzar hacia la neutralidad en sus emisiones de CO² hacia 2050.
Sin embargo, evitar aumentos en la temperatura global del paneta por encima de los 2 ºC requiere una reducción de 25%, mientras la meta más ambiciosa del 1.5 ºC exige reducir hasta 45% de las emisiones en 2030 en comparación con los niveles de 2010. Aún cuando 113 países en promedio reduzcan 12% sus emisiones, el reporte proyecta en realidad que las emisiones crecerán 16.3% en su conjunto hacia 2030, con un escenario de aumentos en la temperatura cercanos a 2.7 ºC hacia finales de siglo.
No importa que algunos países consigan reducir sus emisiones a través de compromisos nacionales más ambiciosos cuando el resultado agregado es más emisiones globales y un correspondiente aumento en la temperatura por encima de lo que se ha identificado como un umbral seguro para la humanidad.
Necesitamos definir e implementar acciones mucho más rápidas y ambiciosas, y establecer las bases de una transición hacia modelos de desarrollo más sostenibles, cuando la comunidad internacional no ha sido capaz de cumplir los objetivos establecidos en el Acuerdo de París desde 2015.
La gravedad de la amenaza climática requiere aumentar la ambición de los compromisos nacionales de mitigación y transferir más recursos para una transición sostenible y medidas de adaptación en los países pobres y en desarrollo. Luego de ver el egoísmo y la falta de solidaridad que ha caracterizado el acceso a vacunas frente a Covid, no es claro que los países desarrollados estén comprometidos a respaldar a países pobres y en desarrollo durante esta y las siguientes décadas.
Materializar acciones que reduzcan efectivamente los de emisiones requiere de mucho más que discursos o llamados a la comunidad internacional. Entramos a una década decisiva para contener el aumento en la temperatura del planeta y evitar efectos catastróficos, en especial la devastación de ecosistemas, la extinción masiva de especies y el incremento de la vulnerabilidad de las comunidades humanas, pero lo hacemos en medio de profundas divisiones, con liderazgos políticos mediocres y con la reafirmación de compromisos nacionales que suenan a mucho ruido y pocas nueces.
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