El agente Fonseca y Lima XXXII

19 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El agente Fonseca y Lima XXXII

js zolliker

Reporta el agente infiltrado Pedro Fonseca y Lima que, a la referida, se le conocía como la tigresa, no solo por su persistente admiración del feroz felino, sino porque solía asesinar con un disparo en el cuello y después otro en el tórax —siguiendo el patrón de zarpazos aniquilantes que suele dar la fiera en su ámbito natural— a gendarmes y oficiales de inteligencia después de enamorarlos y montarlos, apasionada y despiadadamente.

Reporta Fonseca y Lima que su nombre real era Margarita López Riaño, originaria de San Sebastián, España, amante de la literatura clásica y de la poesía francófona, piscis con lunar ascendente en la espalda baja y los ojos, atractivos y grandes. Autoexiliada de su patria por persecución policial a causa del asesinato de casi una treintena de agentes, se habría refugiado en Argelia, donde gracias a su fortuna, astucia y a la estulticia —o franca corrupción— de las autoridades locales, logró inculpar de sus pecados, a otra persona que, en su nombre, servía condena.

Reporta el agente Fonseca y Lima que, aunque el trayecto duró poco, los silencios los sintió eternos y absolutos y aunque intentó adivinarlo, no logró nunca pronosticar el motivo por el cuál seguía vivo.

Tan cerca de sus fauces. Tan poco control de su propio destino. ¿Qué lo convertía en la excepción a su forma natural —y bien conocida— de finiquitar las cosas? ¿Quería torturarlo antes? ¿Sacarle nombres, estructuras, secretos de Estado y la sangre contaminada con excesos de triglicéridos para después, devorárselo? Ojalá y los envenene.

Reporta el agente Fonseca y Lima que, varias veces, intentó liberarse de ella. Comenzó por lo más simple, como intentar abrir la puerta para tirarse al vacío, pasando por querer abrir la ventana o clamar con señas de auxilio a peatones y autos contiguos, hasta intentar convencerla por las buenas. Parecía ni escucharle y sobra decir, que ninguna estratagema funcionó.

Reporta el agente Fonseca y Lima que, por fin, en el estacionamiento cerrado de un restaurante, ella detuvo el auto. Apagó la marcha. Se cercioró de que las puertas y ventanas, estuvieran cerradas. Exhaló. Se explayó: fue parte de un grupo interdisciplinario e internacional; lo mismo los reclutaban en Marbella, que los entrenaban en Palestina, que los armaban en Nicaragua, que los instruían en Corea del Norte, que los organizaban en Bolivia, que los financiaban en Rusia, que los curaban en Cuba, que los vacunaban y becaban en China, que los refugiaban en Venezuela.

Estuvieron dormidos, cual parásito, por varios años, pero habían de despertar en México para retomar la lucha por el control mundial y él, Fonseca y Lima, se les había atravesado por buen ojo o mala suerte o equivocación, pero lo cierto es, que les estorbaba.

Reporta el agente Fonseca y Lima que temió por su vida. Se dio cuenta por vez primera, que todo el embrollo, estaba relacionado para, supuso, controlar el territorio mexicano por medio de una dictadura popular, con el impulso de terroristas y potencias extranjeras. ¿Qué buscaban? ¿Acaparar el litio? ¿Adueñarse del petróleo que ya nadie quería? Ella puso el auto en marcha. Voy a la boca del lobo, le advirtió. Puedes renunciar a todo o acompañarme. No me hago responsable si te sucede algo o nada, pero decide ya. ¿Me acompañas o te bajas?

Continuará…

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