El cine de calidad despierta una conciencia más crítica. Quizá no es el más comercial, pero sí el más necesario
@Pia_Barragan
Primer acto. El chupacabras y otras cajas chinas
«No sé si reír o llorar», fue el comentario que en repetidas ocasiones escuché de amigos que vieron La dictadura perfecta; filme de Luis Estrada sobre las artimañas de una televisora para disimular los escándalos de un primer mandatario torpe y un gobernador tan corrupto como ambicioso de la silla presidencial. Los paralelismos del guion con la política mexicana se suponen fácilmente porque la película parodia momentos y frases mediáticamente bien conocidas: el triste “caso Paulette”, la detención de Florence Cassez, los escandalosos videos de “el señor de las ligas”, “el góber precioso”, son algunos ejemplos.
La dictadura perfecta causa risa, llanto, enojo porque nos coloca en las narices comportamientos que, como personas o como ciudadanos, reconocemos nuestros. Vemos en la pantalla la representación de conductas viciosas, faltas de ética, semejantes a las conocidas en nuestro país. Aunque no siempre y no en todos lados, la historia —y serios trabajos periodísticos— nos han mostrado la existencia de medios de comunicación donde el compromiso es con los intereses políticos y económicos del jefe, y no con la verdad. Televisoras, periódicos, revistas, radiodifusoras que ordenan seguir líneas editoriales, dan instrucciones para alabar o criticar sin fundamento a personajes e instituciones, empresas que exponen únicamente ciertos temas a la opinión pública o, a lo más, presentan a conveniencia de quien los soborna, de quien los “chayotea”, la versión más amable de la noticia.
Un estudio hecho por IBOPE (2012) ofrece los siguientes resultados sobre la penetración en México de los medios de comunicación, es decir, el porcentaje de personas u hogares físicamente expuestos a cierto tipo de medio: televisión abierta, 97%; televisión de paga, 36%; radio, 54%; periódicos, 27%; revistas, 27%; publicidad exterior, 98% y 48% internet, este último ganando terreno con gran celeridad. Precisamente por su influencia sobre la opinión pública, los medios son fundamentales en la configuración de la sociedad. Además, la posibilidad de direccionar el juicio popular da un gran poder, por ello es necesario mantener a los medios en continua inspección, de tal manera que demandemos —por lo menos a través del botón de “apagado”— contenidos de mayor calidad y con apego a la realidad.
Segundo acto. «México puede cambiar», dice Carmelo Vargas
Exigir a los medios de comunicación que informen con la veracidad a la que están obligados es una responsabilidad ciudadana irrenunciable. “La verdad es una necesidad constitutiva del hombre”, decía Ortega y Gasset. Por fortuna, las nuevas tecnologías de la información ofrecen plataformas dónde expresar nuestras ideas con la posibilidad de llegar a muchas personas y ser escuchados en la instancia adecuada. Recientemente fui testigo de la disculpa de un jefe delegacional (¡oh, sorpresa!) por proporcionar información incorrecta durante una entrevista radiofónica. El error lo evidenció, en tiempo real, un usuario de twitter. La inaudita situación es sólo un ejemplo que muestra la fuerza de las redes sociales y su uso para corregir información equivocada. «La mentira dura hasta que la verdad llega», apoyó don Guillermo Rias.
Para reclamar a los medios de comunicación apego a la verdad y contenidos de calidad, es necesario el pensamiento crítico; una forma de analizar lo que nos presentan preguntándose continuamente si lo observado corresponde, por lo menos verosímilmente, con la realidad. Me refiero a una actitud que nos motiva a tratar de leer más allá de lo aparente. El pensamiento crítico busca discernir entre lo falso y lo verdadero, «lo pasajero de lo permanente, lo esencial de lo accidental, lo humano de lo inhumano, el bien del mal» dice Alejandro Llano. Estamos hablando de una competencia del intelecto especialmente cultivada a través de las disciplinas humanistas.
La importancia de la Historia, la Filosofía, la Literatura en la formación del pensamiento crítico se entiende con la siguiente anécdota que, narrada por Fernando Inciarte, me gusta tanto: Un Vicecanciller de la Universidad de Oxford dijo a un grupo de nuevos estudiantes que durante sus estudios aprenderían muy poco que fuera útil para tener éxito en su vida profesional. No obstante, adquirirían la habilidad para, cuando escucharan a la gente hablar de cualquier tema o circunstancia, ellos sabrían discernir si esa persona tenía o no algo de valor qué expresar. Y el mismo universitario concluía: «Sin embargo, ese pensamiento crítico es lo más importante que se puede aprender en la vida, o para la vida».
El juicio prudente, junto con el respeto a ciertos parámetros éticos, la conciencia responsable, una actitud cabalmente científica, el compromiso con la justicia y con el bien público resultan centrales para que nuestra sociedad continúe progresando. Estas aptitudes son esenciales en un mundo globalizado con torrentes inabarcables de información que requieren ser discriminados y seleccionados.
La de la casa…
Con aprecio, para Alexandro Argudín. Los mejores deseos para el vuelo que capitaneará en el AICM.