Resulta que el sabor está en el cerebro
Modificando un grupo de neuronas del cerebro se puede hacer creer que algo es amargo o dulce.
El mundo es una ilusión creada por el cerebro, puesto que en ningún momento podemos entrar en contacto con la realidad si no es a través de las interpretaciones que hace el sistema nervioso. Una parte de estas sensaciones parecen ser más fijas y estar programadas en los genes o en la organización del cuerpo (por ejemplo, los sensores que alertan de que la piel se quema se activan siempre al pasar de una cierta temperatura), mientras que otras parecen ser más flexibles y cambiar a medida que el cerebro aprende (por ejemplo, solo con el tiempo se empieza a apreciar el sabor del vino), reseñó ABC.es
Cuando referimos al sentido del gusto, se suele pensar que las papilas gustativas son las encargadas de detectar los cinco sabores de la comida y enviarle esa información al cerebro. Pero ahora, un grupo de investigadores del Columbia University Medical Center, ha publicado un artículo en la revista Nature en el que demuestran que se puede provocar que un ratón perciba que el agua es dulce o amarga solo con modificar un grupo de neuronas del cerebro.
“Lo más importante de este estudio es el descubrimiento de que es posible recrear la percepción de sabor de un animal, y la representación interna de los sabores dulce y amargo, manipulando directamente el cerebro”, ha explicado Charles S. Zuker, director del estudio e investigador del Howard Hughes Medical Institute. Por eso, en su opinión, “el sabor, tal como lo conocemos, está en último término en el cerebro, no en la lengua”.
Esto, dicho de otra forma, significa que la lengua puede tener receptores para captar el sabor amargo y dulce, pero es en el cerebro donde esas señales adquieren sentido.
Mapa de sabores en el cerebro En la última década, el equipo de Zuker ha probado que cada grupo de receptores del sabor en la lengua envía una señal específica al cerebro, y que hay un grupo de neuronas que se dedican exclusivamente a cada sabor y se encuentran en distintas zonas de la corteza cerebral. De hecho, ha sido posible incluso elaborar un mapa de sabores en el cerebro.
Pero ahora, se ha dado un paso más: «En este estudio, queríamos comprobar si hay regiones específicas en el cerebro que activan la sensación de amargo y dulce. Sí las hay, al silenciar esas regiones se evitaría que el animal percibiera esa sensación, a pesar de que le diéramos estímulos de dulce o amargo (en la lengua)», ha explicado Zucker. Por eso mismo, «si activamos esas zonas, ellos deberían percibir un sabor dulce o amargo aunque estuvieran bebiendo agua».
Mientras los investigadores siguen estudiando cómo estas neuronas del sabor se relacionan con otras y regulan comportamientos, Zucker destaca que en humanos el gusto también es innato y programado, cosa probada en el rechazo de los bebés a lo amargo y en su gusto por lo dulce. «Pero, a diferencia de la mayoría de los animales, podemos aprender a que nos guste lo amargo (como la cerveza y el café) o a que no nos guste lo dulce», conclue el investigador.
Con información de lapatilla.com