Durante su prolífica y muy celebrada carrera (cinco largometrajes en ocho años), Michel Franco ha hecho del escándalo un estilo. Sus historias, siempre crudas y de morbo inclemente, le han hecho ganador de tres premios en el Festival de Cannes (dos de ellos en la sección Un Certain Regard). Pero un premio no garantiza buen cine. Franco ha encontrado una fórmula en el que el shock value de sus historias es la constante. Más que provocar, Franco escandaliza a su público para, pasado el sobresalto, hacerle creer que ha visto arte cuando en realidad es el morbo y la estridencia los que ganan. Luego de tres largometrajes usando el mismo truco, Franco finalmente da un paso hacia adelante. Si bien no abandona del todo los temas escabrosos/escandalosos, el shock value deja de ser destino para convertirse en circunstancia. Su más reciente filme, Las Hijas de Abril, es una película redonda, con un final dictado por la historia y no por las ganas de impactar al público. En esta cinta, Valeria (Ana Valeria Becerril), es una chica de 17 años que ha quedado embarazada. Vive junto con su media hermana mayor en una casa frente a la playa en Puerto Vallarta. La madre de ambas, Abril (Emma Suárez), lleva mucho tiempo ausente, pero llega sin previo aviso, para ayudar a Valeria. Sus planes respecto al embarazo de su hija son, por decir lo menos, sui géneris. Mucho del buen resultado de esta película recae en un par de ases bajo la manga del director. El primero: la precisión visual de su cinefotógrafo, Yves Cape (Holy Motors, Ma vie en Rose), quien mediante un cuidado uso del encuadre, revela más de sus personajes que incluso los propios diálogos. Segundo: la actuación, contenida, sutil, sólida, de una Emma Suárez que toma el control completo de la cinta, arropa a sus contrapartes (en su mayoría debutantes) e inyecta personalidad a un filme puramente femenino donde los hombres son casi accesorios. Su personaje es la película y sus matices son los que la hacen interesante. Abril es una mujer insatisfecha con su vida, con el fracaso de sus relaciones amorosas, con sus hijas (la agresividad pasiva contra su hija mayor es dolorosa), y aunque jamás reconocerá el fracaso, sus acciones la delatan. Suárez crea un personaje tan fascinante como enfermizo. Las Hijas de Abril es sin duda la mejor película de Franco, un paso hacia la madurez de un director mexicano que ha encontrado, primero, el éxito y luego el buen cine. @elsalonrojo
Las Hijas de Abril: adiós al escándalo