Esta semana ha sido un maravilloso caldo de cultivo para mi reflexión, he visto de cerca personas que están aprendiendo a soltar, pero soltar de verdad, reacomodando todo su interior, re-creándose como seres con una nueva realidad, tal vez no escogida, pero sí asumida y (espero pronto) integrada.
Mucho he oído y leído sobre dejar ir, sobre lo dañino que es aferrarse al pasado, a personas, a situaciones… pero cuando busco dentro, la respuesta que encuentro es que soltar es también aceptar. Admitir que hay cosas que no podemos controlar, que todo es como es –muchas veces a pesar nuestro-, que es desgastante sentirse atorado y que darle espacio y tiempo en nuestra vida a ciertas cosas que duelen, nos quita más de lo que nos da, es una herramienta poderosa. Una vez que yo entendí claramente esto, aprendí a desapegarme.
Soltar es también fluir con los cambios, desengancharse y avanzar, es dejar que el proceso de alejamiento tome lugar y es vivir la situación presente (aunque no sea precisamente la que deseamos). Todo esto cuesta, sobre todo si somos intensos, si crecimos con incertidumbre o como dice un querido amigo, si no nos abrazaron de chiquitos (he aprendido a reírme de esto). Desde este lugar, donde alcanzamos la aceptación, la perspectiva es otra, es más fácil ponernos a crear lo que queremos en nuestra vida y vemos lo que nos nutre y alimenta.
La clave considero que está en educar la mente. Cuando aparecen esos pensamientos que nos roban la tranquilidad, tomar consciencia de ellos y cambiarlos por unos que sí nos sirvan, es una gran estrategia. Irnos de esos lugares o sensaciones que ya no nos hacen bien. Movernos al presente constantemente. Imaginar, hacer planes y proyectos. Crear situaciones agradables. Mirar por nosotros y nuestro bienestar.
Aceptar que hay cosas que ya no forman parte de nuestra vida, verlas fuera de nosotros y no desde nosotros, porque así es, porque así toca y porque podemos enfocar nuestra atención más allá.
Claro que no está mal dejarnos sentir, hay días de todos los colores y cuando son más obscuros, la prisa por salir del malestar a veces es muy tramposa, es básico recordar que las emociones son transitorias y hay que dejarlas fluir. Sin embargo, cada momento estamos ante la posibilidad de darnos aire, de no ahogarnos en nuestro infierno auto creado. El oxígeno es necesario en cada una de nuestras relaciones, sobre todo la que tenemos con nosotros mismos. Procurarse diversión es una forma de amarse, de desconectarse de lo que no y de conectarse con lo que sí.
A veces toca la tristeza, o el enojo, o esas emociones que nos enganchan, pero considero muy importante no estacionarnos ahí. Hay mucho por hacer y empezar a cuidarnos es cuestión de decisión.
Somos seres complejos y sofisticados, usémoslo a favor.
¡Hasta la próxima!
@didiloyola