“La esperanza significa que uno no se rinde a la ansiedad, el derrotismo o la depresión cuando tropieza con dificultades y contratiempos”. Daniel Goleman
Pareciera que a casi tres meses de que se detectara el primer caso de coronavirus en nuestro país comenzamos a llegar al final del confinamiento, aunque quizá, en la realidad sólo sea una parada más en el largo camino que aún nos queda por recorrer para, por fin, dejar atrás una época caracterizada por ciudades vacías, silencio en los comercios, distancia social y aislamiento.
Con el paso de los días el mundo entero ha sido testigo de la forma en que el COVID-19, no sólo transformó las normas sociales, sino que también dinamizó cambios tecnológicos, educativos, económicos y políticos, por lo que ahora nos preguntamos ¿Cómo será la vida después de esta pandemia? ¿La normalidad que conocíamos regresará? ¿De qué forma haremos frente a la incertidumbre, el miedo y la preocupación por el futuro?
Al igual que casi cualquier emergencia sanitaria desde el conocimiento del brote en diciembre pasado, las medidas se centraron en dos vertientes: disminuir el contagio lo más posible y buscar medicamentos que contrarrestaran el virus o crear una vacuna que pudiera ponerle fin; es así como hoy, que al parecer la curva de contagio ha comenzado a ceder debemos re-concebir nuestro comportamiento e incluso nuestras prioridades.
El regreso a la cotidianidad tal vez no sea tan sencillo como se piensa, de acuerdo a un análisis nombrado RESTART: 10 Post COVID-19 Trends elaborado por la Consultora de análisis global OPINNO, esta crisis nos dejará algunos temores que deberemos sortear como: la hipocondría y la claustrofobia social, la alargolescencia programada, el patriotismo industrial, la desconfianza masiva y la priorización digital por defecto, entre otros.
El informe asegura que el tema de salud se convertirá en un tópico prioritario, por lo que después de esto recurriremos cada vez más a sensores para monitorizar parámetros vitales y a los sistemas de Inteligencia Artificial para diseñar tratamientos personalizados. El miedo al contagio será determinante para definir experiencias, no sólo en cuestión laboral, sino que el ocio y el entretenimiento deberá reinventarse ya que la agorafobia dominará en muchos de los campos.
Esta crisis ha dejado entrever la fragilidad de la economía nacional e individual, por lo que las personas buscarán ahorrar más y comenzará a generalizarse una vida low cost que impulsará la tendencia al patriotismo industrial, es decir, el consumo local para asegurar el abastecimiento; por lo que probablemente el término “globalización” se redefinirá.
Hemos comprobado que muchas de las actividades que realizábamos pueden ser suplidas por acciones virtuales, es así que quizá el home office, las reuniones a distancia y el consumo digital se transformarán en una constante y, solo dedicaremos tiempo cara a cara a reuniones y personas cuando sea realmente imprescindible.
Pero sobre todo tendremos que enfrentarnos a una posible era de desconfianza, donde la credibilidad en instituciones y figuras públicas se volverá una carta escasa y a la vez preciada. Después del COVID-19, gobiernos, empresas y medios de comunicación deberán dejar a un lado estrategias frívolas y populistas porque simular y mentir ya no serán opciones.
La reconexión con el exterior y con la vida habitual, no sólo en México sino en muchos países ha conllevado la disposición de una estrategia que dictamine nuevas normas de convivencia, no sólo laborales sino también sociales, tal es el caso de la publicación en nuestro país el pasado 17 de mayo en el sitio web: https://nuevanormalidad.gob.mx/; donde se expone un plan que permitirá la reapertura de actividades de forma paulatina, sistemática pero sobre todo cautelosa.
Es así como después de meses de aislamiento, poco a poco comenzaremos a presenciar la reapertura de instalaciones y el regreso a la “nueva normalidad”, una cotidianidad ahora marcada por desinfectantes para manos, gel antibacterial, cubre bocas, escáneres de temperatura, establecimientos de horarios para actividades cotidianas, poco o nulo contacto humano y probables cambios radicales como el regreso a cubículos de trabajo rodeados por paredes de cristal o plástico. Aún quedan muchas preguntas sin respuesta, rutas que explorar y miedos que superar, pero sé que la época del COVID-19 también nos ha permitido instantes de introspección, tiempo familiar, momentos llenos de amor al prójimo y solidaridad, pero, sobre todo, nos ha brindado la oportunidad de transformarnos en seres más empáticos, humildes y fraternos.