Trump, el populista perfumado

8 de Julio de 2025

Vicente Amador

Trump, el populista perfumado

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«Señoras y señores: favor de abrocharse sus cinturones de seguridad. El fascista Trump será el candidato republicano en Estados Unidos». Enrique Krauze

Con tantos avances, en casi todas las áreas del conocimiento, resultan asombrosos otros muchos retrocesos atestiguados en el comportamiento humano. Las contradicciones son espeluznantes: fotografiamos con gran nitidez, ¡como nunca se había logrado!, la amplitud de una galaxia. Al mismo tiempo, jóvenes insensatos sacrifican un delfín para conseguir la “selfie”. Desarrollamos conocimientos científicos y tecnológicos, pero no la conciencia.

A pesar del vasto espacio de sorpresas y contradicciones que es nuestro mundo, no deja de sorprender el éxito político de Donald Trump, el precandidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos. ¿Cómo es posible que este truhan, con tan amplio desconocimiento de la historia e idiosincrasia norteamericana, con ideas tan separatistas y discriminatorias, tenga la posibilidad real de presidir uno de los países que, por lo menos desde la lente de Hollywood, más se ha jactado de apertura y tolerancia? Algo no cuadra.

Para muchos, las primeras declaraciones de Trump —populistas, aunque huelan a perfume caro— no pasaron de ser parte del folclor de un adinerado megalómano acostumbrado a cumplir caprichos gracias a sus dólares. Sin embargo, el éxito del encopetado en las elecciones primarias de Carolina del Sur y en Nevada lo consolidan como el principal candidato para la nominación presidencial de su partido.

Donald Trump se conduce con un discurso superfluo, polarizante, emocional, lleno de ambigüedades, agresiones, declaraciones sin pies ni cabeza. ¿Qué significa su slogan “Hacer a Estados Unidos grandioso otra vez”? “WTF” creo que es una de las expresiones que los mismos vecinos del norte utilizan al escuchar irracionalidades.

A Trump le importa ganar votos a fuerza de exaltar pasiones, da igual si lo que dice es posible o no, incluso si sus ideas van en contra del estado democrático. ¡Populismo en su peor acepción!, para decirlo rápidamente.

Como un hombre de negocios con pocos escrúpulos, “The Donald” quiere vender y no distingue entre departamentos en Manhattan y propuestas para conducir un país. Bien aconsejado por su experiencia mercantil y por sus asesores en comunicación, entiende que, especialmente en estos tiempos, poquísimo éxito electoral alcanza el debate intelectual, las ideas de fondo. Las políticas públicas estratégicas, diseñadas con información sólida, son necesarias en la administración, pero sobran en campaña. Como lo ha señalado Vargas Llosa, en la actual civilización del espectáculo, la popularidad es más fácil de conseguir a través de la demagogia y el talento histriónico que por la inteligencia.

La postura bipolar, aquella en la que solo existen dos caminos irreconciliables —el bueno y el malo—, y donde el cabecilla es el poseedor de las únicas brújulas que conducen a la solución de todos los problemas, es el típico enfoque populista y dictatorial. Así se vende Donald Trump. También fue la estructura de los mensajes de Mubarak, Ben Ali y Muamar Gadafi, por mencionar a tres tiranos que aún padecimos en esta década.

«El hombre más peligroso del mundo», así lo ha llamado la seria publicación alemana Spiegel, podría ser el nuevo “líder del mundo libre”, como les encanta frasear a algunos norteamericanos que hoy deberían replantearse su concepto de libertad.

El éxito de la campaña de Trump no reside únicamente en los mensajes que ofrece para despejar los miedos de su mercado, es decir, los votantes que tan bien conoce: blancos, anglosajones y protestantes (WASP, por sus siglas en inglés). Su discurso no es hipnótico. No hay lavados de cerebro. Si sus votantes aprecian el mensaje fanático y racista, es porque en algo los identifica.

Por otro lado, también consideremos que muchas personas prefieren la fila de las “mentiras reconfortantes”, sobre la áspera casilla de las “verdades incómodas”. ¿O usted cree que realmente es posible sacar a once millones de indocumentados de EE. UU.? ¿O que México va a pagar una absurda y kilométrica pared? Nunca mejor expresado, “pooor favaaar”.

Me gustaría pensar que “The Donald” no ocupará la Oficina Oval, y que si lo hace, moderará sus posturas dejando atrás las payasadas electoreras. Sin embargo, las contradicciones de este mundo generan guiones que hacen palidecer a la ciencia ficción. Similares, ramplonas y populistas declaraciones escuchamos alguna vez en Hugo Chávez y, pese a todo, su venenoso legado continúa empobreciendo Venezuela, ahora de la mano de Nicolás Maduro. ¡Más caricaturas!

El populismo sigue vendiendo. Si en pleno siglo XXI no lo entendió Venezuela, ni parece verlo Estados Unidos, ¿aprenderá México en el 2018? A Juan Pablo Avendaño, con cariño y por su cumpleaños.