La disputa data de hace más de 40 años, y tanto Reino Unido como Grecia aseguran tener la razón. Se trata de la posesión de los mármoles de Atenas que se conservan en el Museo Británico desde 1839, y cuya disputa por su pertenencia llevá décadas.
Las esculturas solían decorar el friso del Partenón de Atenas hasta 1687, cuando el edificio resultó dañado en una guerra con los turcos, y por un periodo considerable de tiempo, muchas de ellas permanecieron en el suelo, sin ningún tipo de protección.
Pero el verdadero origen del conflicto se puede ubicar en 1802, cuando Thomas Bruce, conde de Elgin y embajador británico en Constantinopla, ordenó el traslado de varias de las esculturas, asegurando que contaba con un permiso expedido por las autoridades otomanas que en ese momento ocupaban el territorio griego.
Ya desde ese momento se le acusó de saquear los monumentos, pues algunas fuentes aseguran que el permiso era únicamente para reproducir croquis, dibujos y moldes para poder replicar dichos mármoles, no para reclamar su propiedad.
Algunos años más tarde, Bruce comenzó las negociaciones con el parlamento británico para vender los mármoles. La compra fue concretada, y más tarde, las esculturas se comenzaron a exhibir en el Museo Británico.
Antiguas rivalidades
Por varios años, las esculturas permanecieron expuestas sin ninguna reclamación de Grecia, incluso después de su independencia de la cultura otomana. Fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, que los países europeos acordaron devolver todo el arte robado por los nazis, y bajo este contexto, algunos diplomáticos sugirieron devolver los mármoles a Grecia como símbolo de “buena voluntad”, aunque nunca se concretó tal hecho.
En la década de 1980, Melína Merkoúri, entonces ministra de Cultura de Grecia, hizo de la petición de devolución un asunto oficial del gobierno griego; así comenzaron las tensiones entre ese país y Reino Unido, rivalidad que permanece hasta hoy.
Entre los argumentos esgrimidos por el Museo Británico se encuentra la legalidad de su compra —puesta en duda—,y el hecho de que representan la influencia de Grecia en la cultura occidental, así como que su tenencia tiene como objetivo salvaguardar y cuidar las esculturas.
En este sentido, tanto académicos británicos como críticos griegos han señalado que el estado en el que se encuentran no es el mismo con el que fueron estrenados, ya que originalmente conservaban restos de pigmento y pátina que fueron raspados por las mismas autoridades del museo, que consideraba que “lucían sucios”.
La respuesta de Grecia
La primera oferta de Grecia reconoció la propiedad británica de los mármoles, con la condición de que se compartieran por medio de préstamos temporales. La petición fue rechazada, a lo que el gobierno griego emprendió varias campañas que duran hasta estos días.
Desde campañas que humanizan a las esculturas como si fueran ciudadanos griegos secuestrados en un país ajeno, hasta alusiones a la identidad nacional y reclamaciones por su saqueo, el país ha emprendido innumerables intentos de devolución de los materiales.
Pero quizá el más famoso fue la construcción de su propio museo dedicado especialmente a la Acrópolis, en el que exponen los mármoles que lograron conservar expuestos de la misma forma en el que estaban originalmente en el Partenón, y con espacios vacíos intencionalmente, que acusan la ausencia de los que aún siguen en el Museo Británico.
Conflicto añejo y actual
A 184 años de la adquisición por parte del Museo Británico, sigue sin haber esperanzas de su devolución. En varias ocasiones, las autoridades del recinto han asegurado que no tienen ninguna intención de devolverlos, pese a que incluso los ciudadanos británicos están de acuerdo en que se regresen a Grecia, según una encuesta realizada por Channel Four en 1996 que reveló que de 91 mil personas, 92% estuvo a favor de la restitución.
Estos días, el debate se agudizó con la visita a Londrés de Kyriakos Mitsotakis, primer ministro de Grecia. Originalmente, se planeaba un encuentro con su homólogo londinense Rishi Sunak, el cual rechazó la reunión poco antes de que se realizara, lo que provocó no sólo el disgusto del griego, sino incluso de los ciudadanos de Londres, que vieron el gesto como algo “infantil”.
En respuesta, Mitsotakis rechazó a su vez una reunión con el viceprimer ministro Oliver Dowden. De esta manera, el episodio se suma a uno más de los múltiples intentos de repatriar las esculturas, en la que queda de manifiesto la insistencia de Reino Unido de mantener unas piezas históricas adquiridas en circunstancias sospechosas, y el legítimo reclamo de Grecia de recuperar unos mármoles que le fueron arrebatados antes de que siquiera pudiera consolidarse como país independiente.
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