La física teórica actual ha logrado resultados prácticos que pueden aplicarse a entender o aceptar la existencia de multiversos, también conocidos como universos paralelos, que podrían convivir no sólo en diferentes lugares, sino que también tiempos, materias y dimensiones, entre otras posibilidades.
La idea es atractiva, universos paralelos: en unos suceden cosas que en otros no suceden, y seguramente los sucesos que hacen que la balanza se incline a un lado u otro son nimios, o frutos del purísimo azar.
¿Se imaginan un mundo sin El Padrino (porque Coppola estuvo a punto de ser despedido)? ¿Y si la ambulancia que conducía Walt Disney durante la primera guerra mundial hubiera tenido un accidente fatal? ¿Y si Las Puertas del Cielo, Waterworld o John Carter hubieran sido éxitos de taquilla?
Pues todo eso no ha sucedido en este mundo, pero con certeza ha sucedido en mundos paralelos. Durante la producción de una película, la fase más delicada en la que se dirime la lucha por la existencia o no de una película es el desarrollo –development en inglés- al que todos los jugadores del medio llaman development hell, o el infierno del desarrollo.
Algo menos irónica y más descriptiva es la productora Jane Hamsher que describe el desarrollo como “El escritor aparece con un guion. Los productores y ejecutivos de los estudios lo leen, y le dan sus notas al escritor para que lo reescriba. El escritor intenta hacer felices a todos. Si tiene suerte de conseguirlo se suman al proyecto al director y las estrellas -añado que también enviarán sus notas y a los que también habrá que hacer felices- y afortunadamente la película se hará.”.
Si en algún momento de ese proceso de envío de notas y reescrituras –que puede llevar meses o años- el estudio se cansa de arrojar billetes o simplemente ha tenido un cambio de ejecutivos, el proyecto se pone en turnaround, es decir, gira por el resto de los estudios por si alguno tiene interés en adquirirlo por el coste de los gastos de desarrollo más una comisión de los beneficios. Si algún estudio pica, empezará el proceso: notas + reescrituras de nuevo, y así en un ciclo infinito, pero con un par de escritores nuevos más.
En el infierno del desarrollo sólo hay dos posibles posiciones: 1) Salir del infierno y que la película se haga y 2) Seguir asándose en el infierno y que la película no vea la luz más que en un universo paralelo.
Observemos de cerca un infierno de desarrollo: En 1950, 13 años después de publicar el Hobbit, el propio Tolkien dijo sobre LOTR: “El trabajo se ha escapado de mi control y he creado un monstruo”.
Ya en 1957 se acercó a Tolkien el editor Forrest Ackerman con el encargo de Hollywood de hacer una película. Tolkien boicoteaba todos los tratamientos atendiendo –como buen filólogo- a todos los posibles misspelings o faltas de ortografía. Todo parado hasta 1960 gracias a… ¡The Beatles! instigados por John Lennon.
Se dijo mucho de esta historia, pero parece ser que a Lennon le interesaba el papel de Gollum, y McCartney, Harrison y Starr harían de Frodo, Gandalf y Sam respectivamente. Así que la United Artist decidió comprar los derechos por 250.000 USD.
Se empezó a pensar en una versión animada bajo la dirección de Heinz Edelmann, pero se abandonó esa psicodélica idea en 1970 y se volvió al proyecto live action con John Boorman a la cabeza, quien sudó sangre con la adaptación.
Todo se volvió a parar de nuevo, y de nuevo, volvió a aparecer el proyecto de animación en manos de Ralph Baskhi – el adaptador de Fritz el Gato a la gran pantalla- en 1973. Baskhi convenció a la MGM que comprar de la United Artist los derechos. Pasado un tiempo, otra vez, la MGM saltó del barco en alta mar y Saul Zaentz tuvo que apoyar la película. 5 años después (ya 1978) se estrenaría la primera parte del proyecto con una acogida más bien tibia por parte del público. La segunda parte nunca se produjo.
Saltamos al estreno en 2001 de la primera parte de LOTR, que sumaría junto con sus dos secuelas la friolera de 1 billón de dólares. A veces la vida nos sorprende con lo improbable. Pero igual que nos da, que nos quita: nunca veremos a los Beatles en la Tierra Media. En un universo paralelo la habrán disfrutado fumándose unos buenos churros. Qué cabrones.
@dany