1.
El próximo mes, los días 28 y 29 de junio, tendrá lugar en Osaka, Japón, la décimocuarta reunión cumbre del Grupo de los 20 países más industrializados y emergentes del mundo, responsables de generar casi el 85% del PIB mundial, siendo una reunión cumbre en la que los liderazgos políticos buscan establecer tendencias y lograr acuerdos para acercar la enorme brecha entre las economías. En esta reunión participan también colateralmente
los principales organismos multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial (BM), como también la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre otros.
2.
La reunión es más que relevante porque en ella habrá de discutirse el futuro inmediato. Corre por el mundo el fantasma de la recesión, como muestran tanto las mediciones del desempeño económico por país como el estado de las tensiones geopolíticas entre los bloques de poder tanto militar como industrial, tecnológico y finalmente, comercial. La economía no es una ciencia exacta ni debiera pretender serlo, en tanto que su campo de estudio son las actividades productivas y distributivas humanas. Es, sin embargo, una ciencia de probabilidades, en donde el control de las variables y el manejo de las restricciones pueden ayudar a prevenir efectos o a lograr resultados.
3.
En la pasada reunión de primavera, las instituciones financieras globales, el FMI y el Banco Mundial como las agencias calificadoras y los bancos centrales, coincidieron en una constante global, que es la desaceleración. El mundo reduce su tasa de crecimiento en al menos medio punto porcentual, afectando desproporcionalmente a las economías en lo particular. Países con mejor desempeño resienten menos el impacto al disponer de recursos o estrategias de inversión y producción asequibles, en tanto otros, sobre todo en América Latina, región muy dependiente de la exportación de commodities (materias primas), verán reducir su participación en casi un punto porcentual.
4.
El caso de México es notorio, pues dejará de crecer por debajo incluso de lo que venía creciendo en la llamada “etapa neoliberal”, cuando el promedio fue de 2%, para situarse en una zona entre uno y 1.5% al acumular las incertidumbres sobre el desempeño previsible, mensurable, de la economía. Si bien somos vecinos y socios comerciales de primer orden de la primera potencia mundial, esto no se traduce en ventajas comparativas o competitivas, pues el Tratado de Libre Comercio pronto dejará de existir para ser sustituido por un Acuerdo Comercial trilateral (TMEC o USAMCA, según sus siglas en español o inglés) que de hecho restringe las opciones que teníamos, sin dejar de considerar que aún dista de estar en condiciones de lograr la ratificación legislativa necesaria para su vigencia.
5.
La administración Trump está decidida a sacar agua de las piedras y exprimir al máximo la relación bilateral antes de que el acuerdo sea ratificable, para lo que exige mayor compromiso y actuación de México en el control de migrantes, del narcotráfico y de la seguridad pública en la frontera, además de otras injerencias laborales, ambientales y energéticas en las que nos tienen comprometidos so cáusticos aranceles. No en vano Trump amaga a China con aranceles de 25% de no realizar grandes concesiones asimétricas para reducir el gigantesco déficit comercial tal y como sucedió con México. De esa forma, la Cumbre del G-20 en Osaka tendrá de fondo esa presión de Estados Unidos para imponer a los demás el concepto Hood Robin del “comercio justo”, que es asimétrico a su favor, así sea al costo de arriesgar una recesión mundial. Este sí que es un mal presagio.