Campañas basura

4 de Mayo de 2024

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

Campañas basura

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Es un hecho que hoy día, en casi todos los rincones del país nos encontramos con la cara o el nombre de algún político. Los cientos de rostros de plástico que inundan las calles, así como las enormes lonas y pendones que obstruyen señales viales o puentes peatonales sólo son una muestra del derroche de recursos y la generación desmesurada de basura que estas campañas provocan. El plástico, telas y papel empleados en la impresión de estos materiales terminan convirtiéndose tarde o temprano en residuos, añadiendo toneladas y toneladas de desechos a nuestros vertederos y contaminando el entorno.

Según estimaciones de la Fundación por el Rescate y Recuperación del Paisaje Urbano (FRRPU), durante el presente año, la cantidad de basura electoral generada sólo en la Ciudad de México oscilará entre 25 mil y 30 mil toneladas. Estas cifras son alarmantes, especialmente cuando consideramos que muchos de estos residuos de plástico y vinilos adhesivos no son biodegradables y tardarán entre 100 y mil años en desintegrarse.

Es más, estas 30 mil toneladas superan significativamente la cantidad de desechos reciclados en Ciudad de México entre 2019 y 2023. Pues, según el plan Basura Cero de la Secretaría local del Medio Ambiente, se registraron 23 mil 198 toneladas recicladas en ese periodo. Pero el problema de la contaminación por propaganda política no se limita únicamente a la Ciudad de México, sino que en todo el país la situación es similar. Ello contribuye a la acumulación masiva de desechos plásticos y textiles que tardarán años en descomponerse en nuestros vertederos.

Pero, ¿cuál es el verdadero impacto de este exceso de basura en un país que ya enfrenta serios problemas de gestión de residuos? México se encuentra entre los principales generadores de basura a nivel mundial, con cifras que superan las 120 mil toneladas cada día. Además, ocupamos uno de los últimos lugares en la lista de países que reciclan, con apenas 15% de los residuos siendo tratados de manera adecuada. Esta falta de infraestructura y políticas eficaces de gestión de residuos ha llevado a una crisis ambiental que afecta no sólo a nuestro país, sino al planeta en su conjunto.

A nivel global, la gestión de residuos es un problema bastante serio. Dos mil millones de personas no tienen una forma segura de desechar la basura, y son las personas en situación de pobreza quienes sufren los peores impactos de este problema de basura. Se ven obligadas a vivir y trabajar entre montones de desechos, lo que las enferma, y se liberan gases tóxicos que inundan comunidades y causan hasta un millón de muertes cada año. Asimismo, la acumulación de desechos plásticos en nuestros océanos, la contaminación de nuestros suelos y la emisión de gases de efecto invernadero derivados de la descomposición de la basura sólo son algunas de las consecuencias de esta crisis.

Pero, regresando al contexto de las campañas políticas, resulta especialmente problemático que los candidatos hablen de energías verdes y desarrollo sostenible mientras contribuyen activamente a la contaminación del medio ambiente con su propaganda desmesurada. Es hora de que adoptemos medidas concretas para reducir el impacto ambiental de sus campañas.

Bajo estas líneas, algunos países han implementado ya medidas para abordar el problema de la contaminación por publicidad política. Francia, por ejemplo, estableció en 2009 ciertas restricciones en la cantidad y el tamaño de las vallas publicitarias utilizadas durante las campañas electorales.

Asimismo, en 2014, la ciudad de São Paulo prohibió la colocación de carteles y anuncios políticos en áreas públicas protegidas y edificios históricos. En Canadá, desde 2000 se han establecido periodos específicos para la publicidad política, reduciendo así el impacto ambiental y la generación de desechos. En Alemania, desde 2012 se ha promovido una política que exige que los materiales utilizados en la publicidad política sean reciclables o biodegradables.

Finalmente, desde 2016 en Suecia se otorgan beneficios fiscales a los candidatos que optan por utilizar medios digitales en lugar de materiales impresos en papel o plástico durante las campañas electorales.

Así pues, me parece que el Instituto Nacional Electoral (INE) podría tomar medidas similares y prohibir el uso de propaganda desechable en las campañas electorales. Además de esta prohibición, se podría promover una transformación en la creación de los materiales usados para la publicidad política, donde se busque darles un propósito más significativo y sostenible.

Por ejemplo, en lugar de distribuir lonas y otros elementos promocionales efímeros, podrían considerarse materiales útiles como mochilas, cuadernos, borradores y otros materiales escolares para apoyar a comunidades educativas. Sumado a esto, se podría explorar la posibilidad de utilizar materiales de construcción o mobiliario que puedan ser reutilizados en locales comerciales o comunitarios, como mesas, sombrillas, sillas, entre otros. Esta iniciativa no sólo reduciría la generación de residuos, sino que también contribuiría a satisfacer necesidades reales de la población y promovería un enfoque más responsable en las campañas políticas.

En resumen, las campañas y su basura plantean un desafío ambiental de proporciones significativas que requiere una acción inmediata. Todos, desde los líderes políticos hasta las autoridades electorales y cada ciudadano, estamos llamados a trabajar juntos hacia un país y un planeta más sustentable, no sólo en discursos, sino también en acciones concretas que transformen nuestras prácticas electorales.

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