La hipocresía climática desarrollada

17 de Mayo de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

La hipocresía climática desarrollada

juan antonio leclercq

La entrevista de Stephen Sackur, conductor del programa HardTALK de la BBC, con el presidente de Guyana, el Dr. Irfaan Ali, pone en evidencia muchas de las cosas que están mal enfocadas respecto a la acción climática global y a la doble moral que prevalece en el discurso de los países desarrollados.

El centro de la conversación giró en torno al ritmo de crecimiento de la economía de Guyana, descrita como el país con la tasa de crecimiento más alta del mundo, gracias al descubrimiento de importantes yacimientos en el bloque de Stabroek, con reservas que se calculan en 11 billones de barriles de petróleo o equivalentes.

Durante la entrevista, Sackur destacó la importancia económica de dichas reservas para el futuro económico de Guyana, pero señaló la problemática relacionada con sus implicaciones en términos de contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático. En ese momento el presidente Ali puso un alto al entrevistador, lo cual se ha vuelto viral en redes sociales, quien afirmó con razón que mientras los países industrializados han alterado la atmósfera con sus emisiones históricas, Guyana ha ayudado a resguardar millones de toneladas de carbón gracias a su trabajo de conservación en un territorio que equivale a Inglaterra y Escocia juntas.

El punto crítico de la entrevista se alcanzó cuando el entrevistador cuestionó, de hecho pontificó, si los esfuerzos de conservación de Guyana le daban el derecho, así es, “el derecho”, de emitir más gases de efecto invernadero hacia la atmósfera como resultado de la explotación de hidrocarburos. El problema central está en una visión distorsionada de la acción climática y la ausencia de un sentido crítico de la justicia climática por parte del entrevistador. Hay algo profundamente inmoral en exigir el mismo nivel de responsabilidad climática a los países de bajos ingresos.

Lo que hay de fondo es una gran hipocresía climática. ¿Por qué puede un país desarrollado, que ha generado su riqueza a lo largo de siglos gracias a actividades económicas dependientes de combustibles fósiles, exigir que un país de bajos ingresos detenga su política de desarrollo a nombre del cambio climático? Por supuesto que el aumentar la ambición de los objetivos de mitigación globales requiere estar en el centro de las negociaciones internacionales y que esto debe hacerse con urgencia. Sin embargo, la carga de responsabilidad no puede recaer en los países con menores ingresos, quienes tienen la obligación de hacer mayores esfuerzos para reducir sus emisiones son en primer lugar los países industrializados y en segundo lugar los países en desarrollo con altos niveles de emisiones en las últimas décadas.

La hipocresía toma un rostro más perverso cuando observamos que los países desarrollados que pontifican sobre la explotación de hidrocarburos en países de bajos ingresos, tampoco han honrado sus compromisos de transferir recursos para mitigación, adaptación y reparación ante pérdidas y daños en favor de los países más vulnerables, quienes más riesgos enfrentan y menos han contribuido a provocar el fenómeno del cambio climático. De hecho, la BBC tendría que comenzar por revisar las prioridades y contradicciones de la estrategia energética de su actual gobierno, antes que pontificarle al presidente de Guyana al respecto de obligaciones climáticas.

No es gratuito que el IPCC en sus reportes recientes insista en integrar principios de justicia climática distributiva para las definiciones de acción climática globales y nacionales. Lo que está en el corazón de esta preocupación es la necesidad de establecer criterios normativos justos para distribuir entre países las cargas y beneficios, los derechos y obligaciones, de las políticas de mitigación y adaptación. Lo que es indiscutible, es que cualquier sentido de justicia climática global implica dar prioridad a los intereses y necesidades de los países de bajos ingresos por encima de los países desarrollados que se han beneficiado históricamente de una economía adicta al petróleo y cuyos modelos de desarrollo han provocado el problema en primer lugar.

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