No cabe duda que volar es una de las sensaciones más increíbles que existen. No importa cuantas veces lo hayas hecho, estar sentado en un avión a miles de metros sobre la tierra es algo único. Volar nos permite movernos de un lugar a otro de la manera más rápida y eficiente. Las líneas aéreas son utilizadas por millones de personas diariamente y son una pieza fundamental del turismo actual.
Si has sentido que cada vez se mueven más los aviones en los despegues, aterrizajes y en general durante el vuelo no es culpa de los pilotos. Es gracias al clima, un enemigo que con el paso de los años complica los traslados gracias a que cada vez es menos predecible y más complicado lidiar con el.
Este año hemos tenido ya varias evidencias de cómo fenómenos climatológicos han afectado la operación de esta industria a nivel mundial. Una de las más recientes sucedió el pasado mes de Junio en Phoenix Arizona, en donde fueron cancelados más de 40 vuelos el mismo día. ¿La razón? Una ola de calor que amenazaba con temperaturas arriba de los 49 grados centígrados. Esto representó dos grandes problemas: El primero es que los manuales de vuelo y la certificación de los aeronaves no contemplan que estas operen arriba de los 118 grados Fahrenheit o 47.7 Celsius.
Y por otro lado, el aire caliente generado por estas altas temperaturas provoca una densidad muy baja, lo cual complica el despegue de varios aviones que necesitarían una pista mucho más larga para alcanzar una velocidad que compense esa falta de densidad.
El problema no es nada más de Estados Unidos. Hace unos días meteorólogos pusieron en alerta a una zona muy amplia al sur de Europa, en donde las temperaturas superaron los 37 grados centígrados, algo que ya había pasado en el 2003, pero no con esta duración e impacto ambiental.
En México las olas de calor obligan la cancelación de vuelos en estados como Sonora, Hidalgo y Morelos. Pero otros fenómenos meteorológicos como la neblina, tormentas eléctricas y fuertes vientos afectan cada vez más seguido a la industria. Hace unos días la tormenta Franklin obligó a las aerolíneas a cancelar vuelos desde y hacia Chetumal y este mismo año en Junio, la tormenta tropical Beatriz fue la culpable de varios vuelos cancelados en Huatulco.
Un aliado importante para las aerolíneas es la tecnología satelital, lo que les permite monitorear en tiempo real el clima que podría esperarse en cada una de sus rutas. El problema es que cada vez es más difícil predecir el clima, sobretodo para viajes que rebasan un par de horas de duración, en donde mientras más dura el vuelo, el clima se vuelve menos predecible. La NASA lo sabe y por eso este año pondrá en órbita el primero de 4 satélites avanzados para poder predecir de manera más certera fenómenos meteorológicos como huracanes, tornados y nevadas hasta con una semana de anticipación, algo que ayudaría a tener información más precisa para planear rutas de vuelo.
El problema es que no solamente se trata de olas de calor o tormentas, también los cambios repentinos en la velocidad y la dirección del viento provocan cada vez más turbulencias. Solamente en Estados Unidos, cada año 58 personas sufren lesiones debido a turbulencias durante el vuelo. Un estudio de la NASA estima que este fenómeno le cuesta a las aerolíneas alrededor de 100 millones de dólares, a causa de lesiones a pasajeros, daños a las aeronaves y retrasos en los vuelos.
Por eso la siguiente vez que vueles, vale la pena hacerle caso al anuncio de abrocharse los cinturones y permanecer sentado.
Así que aunque tengamos pilotos más capaces y preparados, mejores aviones con lo último en tecnología y una industria del turismo indispensable para la economía de este país, los efectos del cambio climático podrían cambiar la forma que viajamos y nos transportamos para siempre.