El torcido caso del teorema neoliberal
Ronald Coase elaboró una hipótesis que podría resultar fundamental para lidiar con los problemas de contaminación y del cambio climático, de no ser porque usualmente se interpreta completamente al revés

Casi 70 años más tarde, al recibir el Premio Nobel en Ciencias Económicas, Ronald Coase recordó aquel día de 1922 cuando, a la edad de 11 años, su padre lo llevó a consulta con un frenólogo.
Por supuesto que Coase sabía que aquella disciplina era una pseudociencia, por lo que escribió: “Lo que el frenólogo dijo acerca de mi carácter, estoy seguro, estuvo menos determinado por la forma de mi cráneo que por las impresiones que extrajo de mi comportamiento”.
El frenólogo debió ser una persona observadora, pues se dio cuenta de que el joven Coase tenía “mucha inteligencia”, aunque en ocasiones podía “inclinarse a subestimar sus habilidades”.
Pero, sobre todo, el frenólogo percibió un espíritu independiente, que no se dejaría llevar por las corrientes “como un pez enfermizo” y que no sería “un instrumento pasivo en manos de otros”. De acuerdo con lo que escribió Coase en su autobiografía para el sitio del Nobel, el frenólogo “también se notó que yo era demasiado cauteloso”.
›Pero hacía falta un adivino, y no un frenólogo para saber que aquel tímido niño algún día sería el ganador del premio del Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel y que su trabajo sería tan importante que la vida de muchas personas en el planeta podría llegar a depender de que se le hiciera caso.
“Mi madre me enseñó a ser honesto y veraz, y aunque es imposible escapar de cierto grado de autoengaño, creo que mis esfuerzos por seguir sus preceptos han dado algo de fuerza a mi escritura”. Ronald Coase en su autobiografía.
Una confusión riesgosa

Si algo dejó claro la Conferencia de las Partes COP26 el año pasado en Glasgow, Escocia, es que el cambio climático ya no es tanto un tema de las ciencias atmosféricas o químicas, donde las ideas básicas del fenómeno ya están delineadas, sino de las ciencias económicas y de la geopolítica.
Por su parte, el último reporte del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPPC), en su tercera parte publicada el pasado día 4 de abril, además de señalar que hasta ahora los compromisos políticos y económicos sobre el tema son, como señaló el secretario general de ONU, “una letanía de promesas incumplidas”, también aporta algunas de las posibles soluciones.
›Además, hay un problema adicional sobre cómo se concibe la economía aplicada a cuestiones medio ambientales: en los textos básicos de economía suele encontrarse una de las mayores confusiones o tergiversaciones de la historia de las ciencias, lo que Fernando Escalante en su libro Historia mínima del neoliberalismo (editada por El Colegio de México) llama “el extraño caso del teorema de Coase”.
Quizá llamarle “confusión” es demasiado benévolo, pues la mala interpretación de las ideas de Ronald Coase parece casi hecha a propósito y, si se sigue al pie de la letra, bien podría tener consecuencias catastróficas para, literalmente, todo el mundo.
Por ejemplo, en el libro Environmental Economics. A very Short Introduction (2011), de la exitosa serie de la Oxford University Press que explica diversos temas de manera clara y breve, el autor Stephen Smith escribió: “Ronald Coase retó a la sabiduría convencional en cuanto a que los problemas de contaminación requieren la intervención regulatoria del estado”.
Según Smith, en su artículo publicado en 1960 The Problem of Social Cost, Coase habría hecho “la sorprendente afirmación de que, en ciertas condiciones, los problemas de contaminación y otras externalidades… pueden solucionarse por completo con las negociaciones entre las partes interesadas, sin la necesidad de que intervenga política gubernamental alguna”.
Sin embargo, Escalante explica que el Teorema de Coase, que se ha convertido en uno de los argumentos más preciosos del neoliberalismo y que se cita a menudo, en realidad no fue elaborado por Coase, sino por otro economista llamado George Stigler, y que, de hecho, Coase escribió exactamente lo contrario y que, además, dedicó prácticamente todo su discurso de recepción del Nobel de Economía en 1991 a desmentir el teorema que lleva su nombre.
Quizá no sorprenda saber que Stiegler era gran amigo de Milton Friedman, el principal difusor de la teoría económica neoliberal convertida en ideología, la cual, de acuerdo con Escalante, actualmente permea en los más diversos temas en todo el mundo.
La importancia de “la firma”... y de la realidad
Desde sus inicios, Coase se dedicó a la parte práctica de la economía y no a la teórica. Gracias a una beca de viaje, pasó el año académico 1931-32 en los Estados Unidos estudiando la estructura de las industrias estadounidenses, cosa que hizo “visitando fábricas y negocios”.
“Lo que salió de mis investigaciones no fue una teoría completa que respondiera a las preguntas con las que comencé, sino la introducción de un nuevo concepto en el análisis económico, los costos de transacción y una explicación de por qué existen las empresas… Estas ideas se convirtieron en la base de mi artículo The Nature of the Firm (La naturaleza de la empresa), publicado en 1937”, escribió Coase en su conferencia para la recepción del Nobel.
›Para Coase, la teoría económica moderna tenía un grave problema: “la creciente abstracción del análisis, que no parece exigir un conocimiento detallado del sistema económico real o, en todo caso, ha logrado continuar sin él”.
Incluso comenta que en muchos casos, “lo que se estudia es un sistema que vive en la mente de los economistas pero no en la Tierra”, a lo que llama “economía de pizarrón”.
Así mientras la teoría económica neoliberal clama por el dominio del mercado y la “sabiduría” del sistema de precios, Coase señaló, desde 1932, cuando a la edad de 21 años adelantó sus ideas en un congreso, que “la mayoría de los recursos en un sistema económico moderno se emplean dentro de las empresas, y la forma en que estos recursos se utilizan depende de las decisiones administrativas y no directamente del funcionamiento de un mercado”.
En otras palabras y generalizando la idea: usar el mecanismo de fijación de precios del mercado tiene los llamados “costos de transacción”, pues “se deben emprender negociaciones, redactar contratos, realizar inspecciones, resolver disputas, etcétera”, aclaró Coase.
El dato. “Economía de pizarrón” es como Coase se refería a la teoría económica que estudia un sistema que sólo existe en la mente de los economistas.
El “infame” teorema de Stiegler
Más adelante en su discurso, Coase se refirió al “infame Teorema de Coase, nombrado y formulado por (Geroge) Stigler, aunque está basado en un trabajo mío”, dio en referencia al artículo The Problem of Social Cost de 1960.
“Lo que mostré en ese artículo”, dijo Coase en 1991, “fue que en un régimen de costos de transacción cero, un supuesto de la teoría económica estándar, las negociaciones entre las partes conducirían a acuerdos que maximizarían la riqueza independientemente de la asignación inicial de derechos”.
Es decir, se trata del “infame Teorema de Coase”; sin embargo, hay que recordar que él mismo había demostrado, casi un cuarto de siglo antes, que no existe tal cosa como un régimen donde los costos de transacción sean iguales a cero.
›La lógica de Stigler, agrega Coase, “no puede ser cuestionada”, pero el dominio donde esta se aplica sí, pues sería sólo en ese mundo ideal de la teoría económica que no existe en la Tierra. “Tiendo a considerar el Teorema de Coase como un trampolín en el camino hacia un análisis de una economía con costos de transacción positivos”.
Para Coase el problema de la interpretación que se daba, y se sigue dando, al teorema que lleva su nombre “es que socava el sistema pigoviano” que también es llamado “la economía del bienestar”.
Este sistema, nombrado en honor de su desarrollador Arthur Pigou, considera un estado regulador a través de leyes que proporciona a los ciudadanos seguridad social y oportunidades igualitarias de acceso a educación, vivienda y salud.
Pigou contempla que se requiere algún tipo de acción gubernamental para restringir a aquellos cuyas acciones tienen efectos nocivos para los demás (o lo que los economistas llaman externalidades negativas), como la contaminación ambiental, y a Coase le preocupaba que el teorema demuestra que las soluciones pigovianas pueden llegar a considerarse innecesarias.
Así que, concluye Coase, si en lugar del inexistente mundo de costos de transacción cero se pasa a uno donde los costos de transacción positivos, “lo que queda claro de inmediato es la importancia crucial del sistema legal en este nuevo mundo” y aclara que lo que explicó en The Problem of Social Cost es “que lo que se negocia en el mercado no son, como suelen suponer los economistas, entidades físicas sino los derechos para realizar ciertas acciones y los derechos que poseen los individuos están establecidos por el sistema legal”.
En su discurso de 1991 Coase admitía que la influencia de The Problem of Social Cost en cuestiones jurídicas, “ha sido inmensa”, pero que no había sido igual en cuestiones económicas, “aunque creo que con el tiempo lo será”.
“Yo tenía entonces 21 años y el sol nunca dejaba de brillar. Nunca podría haber imaginado que estas ideas se convertirían unos 60 años después en una importante justificación para la concesión de un Premio Nobel. Y es una experiencia extraña ser elogiado a los 80 por el trabajo que hice a los 20”. Ronald Coase sobre la conferencia de 1932 donde adelantó las ideas de su artículo “La naturaleza de la empresa”.
Epílogo sin tiempo extra
“Soy muy consciente de que muchos economistas a los que respeto y admiro no estarán de acuerdo con las opiniones que he expresado y algunos incluso pueden sentirse ofendidos por ellas” dijo Coase al final de su discurso de 1991.
“Pero un erudito debe contentarse con el conocimiento de que lo que es falso en lo que dice pronto será descubierto y, en cuanto a lo que es verdad, puede contar con que finalmente lo verá aceptado, si tan solo vive lo suficiente…”
Pero Coase no vivió lo suficiente. Murió el 2 de septiembre de 2013 con 102 años de edad, y el teorema que lleva su nombre aún seguía, y sigue, utilizándose con la interpretación de que el mercado por sí sólo y las negociaciones entre particulares son suficientes para solucionar problemas de externalidades negativas.
Si esto sólo sucediera en ambientes académicos o incluso a nivel nacional tal vez no sería tan problemático, pero ante el problema mundial del cambio climático, al que los países se enfrentan sólo con mercados y negociaciones entre ellos, sin leyes mundiales que puedan hacerse cumplir, esto sí es problemático. Y el IPCC dice que ya no hay tiempo.
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