La revolución urgente, con soldados que no hemos sido (Parte 2)

10 de Julio de 2025

La revolución urgente, con soldados que no hemos sido (Parte 2)

“Es justicia, no caridad, lo que está deseando el mundo” #MaryShelley @Culturizando

La batalla de la conciencia. Desgarrar la zona de confort El resumen de la columna anterior, primera parte de estas reflexiones, se abrevia en el conocido reclamo “#yamecansé”. Sin sospecharlo, el Procurador Murillo Karam le puso palabras a la conmoción nacional. Supongo que lo traicionó el inconsciente y no pudo reprimir la verbalización de lo acontecido frente a sus ojos: hartazgo social mezclado con su propio agotamiento. Para continuar la ficción psicológica (que quede claro que dije “ficción”), la pregunta necesaria en el proceso terapéutico de nuestro país es ‘¿qué queremos hacer con esta sensación de cansancio por décadas de respuestas insuficientes?’ Porque no basta con “sentirlo”, es ineludible reconocernos responsables de la solución y actuar ―especialmente cuando el paciente está acostumbrado a soportar años de agravios, agachado y en silencio―. Actuemos hoy, antes que la ira, la tristeza y el dolor se desborden (más) en un incontenible y violento ataque neurótico que nos lastime mortalmente. Imaginar a México en una sesión de terapia psicológica facilita recordar aquello que los profesionales de este campo del conocimiento saben mejor: en el problema se encuentra la solución, en la enfermedad la misma salud. En buena medida, nuestro padecimiento deriva de haber permitido, y propiciado con nuestra apatía, que una clase política depredadora decida por nosotros. Acomodados en cierta zona de confort, millones de mexicanos declinamos participar a cambio de no ser molestados. “Mientras no me frieguen, que hagan lo que quieran”, pensamos. Desde el maloliente sillón del desinterés, hemos renunciado, incluso, a reflexionar sobre qué sucede en el entorno. Damos por hecho que, como no me han robado la cartera, nuestros recursos están a salvo. ¿Y los impuestos desviados o mal utilizados? El dinero que engorda las cuentas de funcionarios públicos corruptos tiene su fuente en el bolsillo del contribuyente. Que no te apunten con un arma no quiere decir que la inseguridad no toca tu puerta. Que no hayan secuestrado a tu hijo no quiere decir que no estén ‘forzando la desaparición’ de su libertad futura. En cuanto al remedio, Juan Carlos Monedero ―cofundador del partido Español Podemos― lo adelanta: “Esa lectura de convertir la indignación en política la tienen que hacer los mexicanos” (Reforma, 20.XI.14). La participación ciudadana está en nuestras manos y puede ser el principio del cambio. Así lo hemos atestiguado, venturosamente, en las últimas semanas. Ayotzinapa parece la gota que derramó el vaso. Marchas como la del pasado 20 de noviembre reflejan un México que vibra distinto, mejor.

La batalla final, la lucha individual

La obligación es de todos los ciudadanos; desde la trinchera diaria y comenzando en la actuación individual. No obstante, en esta ocasión quiero llamar la atención sobre un segmento social que, por la eficacia de sus posibilidades, está particularmente obligado a participar. Me refiero a aquel grupo que se identifica con características como las siguientes: buen nivel educativo, smartphone a la mano, presencia en redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram), asistencia a conciertos o exposiciones de arte, gimnasios, nutriólogos, estancias fuera del país por estudios o vacaciones, interés en hacer compras en el Black friday norteamericano, aprecio por la flexibilidad del horario laboral para equilibrar con la vida social, intenciones de iniciar un negocio propio, presencia en cursos que van desde el inglés o la fotografía hasta la medicina alternativa, terapias psicológicas. En fin, personas con las necesidades básicas superadas. Ciudadanos que, sin que nos sobren los recursos económicos, contamos con los medios, la formación y el particular deber de incidir por un país más justo.

El terreno para librar la batalla es el quehacer cotidiano. El manual de operación se escribe con nuestra creatividad y los límites están determinados por el respeto y la conciencia; bien asesorada por la prudencia en el actuar. No olvidemos que la libertad de expresión aún tiene mucha maleza que despejar antes de poder “marchar” con soltura en nuestro país. También es importante hablar de un proyecto nacional conjunto, pero de eso platicamos después.

Como siempre, dialogué estas ideas con Guillermo Rías, sabio septuagenario e imaginario amigo. Al hablar sobre el aludido grupo poblacional, don Memo recordó la fábula de “la rana del pantano y la rana del camino”, aquella en la que el batracio del pantano invita a su amiga a vivir en su ecosistema, más seguro por estar alejando de las ruedas de los coches. Finalmente la rana del camino muere aplastada por no querer cambiar de residencia, contenta en la casa que ya conocía, en su zona de confort. También en México, muchos hemos podido vivir sin movernos, con mediana comodidad, librando el paso de algunas ruedas. Pero eso ya no es posible porque ahora las carretas no dejan de transitar. Ayotzinapa, niveles de inseguridad, sistemas educativo y de salud, contaminación, desarrollo económico y social, eficacia de las policías, represión, son algunas de las pesadas ruedas cuyo traqueteo nos pisa los talones.

Para Alberto S., por puro cariño.