Este año se disputan las gubernaturas en nueve estados, varios de los cuales representan parte de los arsenales de votos más importantes de los distintos partidos. En la actual coyuntura los comicios de Michoacán constituyen algo más que una de estas gubernaturas. En esta elección están en juego elementos clave para los tres grandes partidos y la primera alineación de piezas de cara a las elecciones presidenciales de 2018.
Michoacán es el territorio que presenció el comienzo de la guerra contra el crimen organizado de Felipe Calderón; la decisión que cambió el rumbo del país y la forma en que viviríamos y hablaríamos de la inseguridad a partir de entonces. Calderón tomó la decisión histórica de enviar al Ejército a esa entidad a partir de que el entonces gobernador, Lázaro Cárdenas Batel, le informara del dominio que ejercía el narco en la entidad y su infiltración en los cuerpos de seguridad locales.
Desde entonces Michoacán se convirtió en un laboratorio de ajustes en la estrategia, hogar de diversos imperios criminales y víctima de las continuas derrotas del gobierno federal ante el narco. La crisis en que se encuentra inmerso el presidente Peña Nieto desde el último trimestre de 2014 fue también exacerbada cuando se retirara al Comisionado Castillo de esta entidad sin haber conseguido los resultados esperados.
La gubernatura de Michoacán se debate en términos de la cada vez más acotada gama de posibles soluciones para enfrentar al narco. Este vacío de respuestas y el minado liderazgo de Peña Nieto hacen que este estado, por sus actuales protagonistas, sea decisivo para los tres partidos. Una derrota para el PRI en Michoacán será clave para profundizar el fracaso de su estrategia contra la inseguridad; la victoria del PAN abriría la puerta de entrada al regreso del calderonismo; y el PRD tiene en sus manos una esperanza de recuperarse políticamente.
La crítica que formularon Enrique Peña Nieto y el PRI al gobierno de Felipe Calderón se encuentra ya destruida en materia de seguridad. Este gobierno ha tenido que recurrir a soluciones que emulan las de su antecesor y ha sido fuertemente penalizado en la opinión pública por haber excluido la inseguridad de su discurso oficial. Si José Orihuela, el candidato del tricolor, es derrotado en la entidad, Peña Nieto se verá más gravemente descalificado en materia de inseguridad, tal y como le sucedió a Felipe Calderón cuando su hermana perdió las elecciones a gobernador en 2011.
Desafortunadamente para el PRI, Orihuela luce como un candidato poco atractivo y no parece tener un panorama optimista en las encuestas. En 2011 el candidato del PRI, Fausto Vallejo, se enfrentó a los mismos contrincantes que Orihuela pero con dos ventajas particulares: era un mejor candidato que Orihuela y Felipe Calderón estaba siendo fuerte y exitosamente cuestionado por los costos de la lucha contra el narcotráfico que había emprendido. Aún así Vallejo enfrentó una elección muy pareja y resultó electo con menos de tres puntos porcentuales de margen de victoria.
Por otro lado, si la hermana del ex presidente Calderón, Luisa María Calderón, resultara electa gobernadora de Michoacán su victoria simbolizaría la afirmación de que el ex mandatario tenía razón. Si bien Luisa María Calderón se ha mantenido al margen de su hermano y ha marcado su independencia asertivamente, Calderón aprovecharía una eventual victoria, sin lugar a dudas, para reposicionarse dentro del PAN y con miras a la candidatura presidencial de su esposa en 2018.
Tal y como Gustavo Madero se valió de sus fuertes bases regionales en Sonora, Nuevo León y Puebla para tomar el control del PAN, la gubernatura de Michoacán dotaría al calderonismo de una victoria moral, poderes significativos y una base local de peso. Por consiguiente el calderonismo gozaría de un crecimiento importante y Felipe Calderón se perfilaría como un contrapeso fáctico con el que Peña Nieto tendría que cohabitar.
Finalmente, el PRD en esta elección está luchando por permanecer viable como una de las principales fuerzas políticas en el país. El deterioro que ha sufrido tras un éxodo significativo a nivel nacional y la clara amenaza que enfrenta desde la izquierda en sus principales bastiones, lo ha reducido a su voto duro a nivel nacional. Si Silvano Aureoles resultara electo gobernador de Michoacán el partido del sol azteca tendría esperanzas sólidas de una recuperación habiendo recuperado esta entidad después de su derrota en 2011 y a pesar de la potencial derrota que se le pronostica en el Distrito Federal.
Actualmente las encuestas en intención de voto por partido muestran una competencia casi a tercios entre PRI, PAN y PRD. Sin embargo, cuando hablamos de candidatos claramente se realza una rivalidad entre solamente dos de ellos: Luisa María Calderón y Silvano Aureoles. Ella es percibida en el estado como una mujer de muchas agallas, cercana a la gente y tiene una presencia territorial auténtica. Aureoles, por su parte, goza de simpatías dentro del PRI que podrían fungir como fiel de la balanza.
Michoacán es el único estado en donde los tres partidos ya han seleccionado a sus contendientes a gobernador. Por las implicaciones mencionadas, podemos esperar una batalla cruenta hasta el final. Pero también por lo mismo esperamos que el proceso lleve efectivamente a buscar soluciones a los padecimientos del estado más allá de las obvias pugnas que se avecinan.