¿Los extraterrestres pueden escucharnos? Lo que dice el nuevo estudio de la NASA y Penn State
Los investigadores de la NASA analizaron dos décadas de comunicaciones de la Red de Espacio Profundo y descubriendo que las señales no se limitan al espacio inmediato.

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/Nasa
La Tierra podría estar enviando señales que otras civilizaciones pueden captar. Cada día, la humanidad lanza miles de señales al espacio. No se trata de mensajes de contacto, sino de las transmisiones rutinarias con las que la NASA se comunica con sus naves y sondas. Sin embargo, un nuevo estudio realizado por la Universidad Estatal de Pensilvania y el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA plantea que estas señales podrían ir mucho más lejos de lo previsto: hasta 23 años luz, lo suficiente para ser detectadas por posibles civilizaciones extraterrestres.
El hallazgo, publicado en la revista Astrophysical Journal Letters, analizó los registros de las antenas que conforman la Red de Espacio Profundo, un sistema global que permite comunicarse con misiones como New Horizons, Voyager o el telescopio James Webb. Según los investigadores, el patrón de transmisión terrestre genera un rastro electromagnético que se propaga en distintas direcciones, creando un “foco de radiación” que, bajo ciertas condiciones, podría ser visible desde sistemas estelares lejanos.
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Qué descubrieron los científicos sobre las transmisiones espaciales de la Tierra
Durante el estudio, los científicos examinaron dos décadas de comunicaciones entre la Tierra y sus misiones interplanetarias. Encontraron que la mayor parte de las transmisiones están dirigidas hacia Marte, debido a la frecuencia de los envíos de datos y las órdenes de control. Sin embargo, cuando los planetas se alinean, una parte de esas ondas se dispersa fuera de la trayectoria prevista, viajando hacia el espacio profundo.
Pinchen Fan, investigador principal del proyecto, explicó que si una civilización tecnológicamente avanzada se encontrara en el punto correcto de observación —por ejemplo, en un sistema estelar desde el cual se pudiera ver simultáneamente a Marte y la Tierra—, existiría una probabilidad del 77 % de que captara una de nuestras transmisiones.
En términos simples, cada vez que se envía una señal a una sonda o satélite más allá de Marte, parte de esa energía se escapa y continúa viajando indefinidamente por el universo, como una huella tecnológica involuntaria.
Estas emisiones no fueron diseñadas con ese propósito, pero su potencia y frecuencia son suficientes para ser detectadas por antenas similares o más sensibles que las nuestras, si existieran en otro punto de la galaxia.
Qué misiones generan las señales que podrían alcanzar otros sistemas
Las emisiones analizadas provienen de las principales misiones que mantienen contacto con la Tierra a través de la Red de Espacio Profundo. Entre las más destacadas se encuentran:
- Voyager 1 y 2, las sondas más lejanas, que continúan transmitiendo desde el espacio interestelar.
- New Horizons, que tras explorar Plutón sigue enviando datos desde los confines del sistema solar.
- Mars Reconnaissance Orbiter y otras misiones marcianas, que intercambian información diaria con las antenas terrestres.
- Telescopio espacial James Webb, cuyas comunicaciones científicas también generan señales de alta intensidad.
- Misiones Artemis y futuras exploraciones lunares, que incrementarán el tráfico de datos entre la Tierra y su entorno.
Cada transmisión aporta energía electromagnética al espacio, formando una esfera de señales en expansión constante. Este fenómeno, señalan los expertos, convierte a la Tierra en una fuente reconocible de actividad tecnológica para cualquier observador externo que cuente con el equipo adecuado.
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Cómo este hallazgo cambia la búsqueda de inteligencia extraterrestre
El estudio también abre una nueva posibilidad para el trabajo de programas dedicados a la búsqueda de vida inteligente, conocida como vida extraterrestre, como el SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence).
Si los humanos pueden calcular los puntos donde sus propias señales serían detectables, lo mismo podría aplicarse en sentido inverso: las observaciones podrían concentrarse en exoplanetas que estén alineados con su estrella y nuestro sistema solar, ya que esa geometría aumentaría las probabilidades de captar transmisiones tecnológicas provenientes de ellos.
Los investigadores sostienen que el hallazgo no implica que ya se haya detectado comunicación alguna, sino que ofrece una herramienta valiosa para entender cómo las señales humanas se propagan y cómo otras civilizaciones —si existen— podrían percibirnos. Además, a medida que crece la exploración espacial, nuestras transmisiones se multiplican: nuevas misiones, bases lunares y futuras operaciones en Marte incrementarán el flujo de datos, haciendo más visible a la Tierra en el mapa electromagnético galáctico.
El trabajo conjunto entre la NASA y la Universidad Estatal de Pensilvania aporta una visión distinta sobre el impacto de la tecnología humana más allá de nuestro planeta. Lo que comenzó como simples comunicaciones con naves espaciales podría convertirse, con el paso del tiempo, en un signo de nuestra presencia en el universo.
Sin pretenderlo, la humanidad podría estar enviando un mensaje constante al cosmos. Cada comando, cada envío de datos y cada transmisión de radio son pequeñas luces en la oscuridad del espacio, expandiéndose a la velocidad de la luz. El estudio sugiere que, quizá, en algún punto lejano de la galaxia, alguien podría estar escuchando. DJ
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