Cada que en Estados Unidos se celebra el Mes de la Herencia Hispana, mucho se discute en los medios y la academia sobre la manera en que la tendencia mainstream, es decir la convencional o tradicional, debería de denominar a los latinos o hispanos en ese país.
El tema en realidad se debate más entre las comunidades que no son de origen latino, pues para este segmento, que suma más de 65 millones de personas, el llamarse de tal o cual forma es un ejercicio más bien inútil que, en el mejor de los casos, sólo sirve para fines estadísticos.
Y en el peor de los casos, sin embargo, sirve para encasillamientos o para conferir etiquetas que no ayudan en otros planos, como el de la movilidad social, por ejemplo.
En años recientes, sobre todo desde cuando se comenzó a darle relevancia a aspectos como el lenguaje inclusivo, se instaló —o se quiso imponer, pues— una serie de términos para definir o llamar a las personas de origen latino e hispano en Estados Unidos.
De ahí surgieron etiquetas como “latinx”, o “hispanix” y, en determinados círculos “latine”.
Esta práctica de ubicar a las personas en determinados segmentos demográficos surgió en parte por necesidades de estadística y diversidad.
Es decir, como el consenso maniqueo consistía en que los estadounidenses ubicaban a su universo poblacional en un espectro sin medias tintas, sólo existía, a la hora de pensar en registros, en blancos y negros.
Para comunidades conscientes de su origen, esto entrañaba un dilema pues, a la hora de llenar un formulario oficial, las únicas opciones eran: blanco o negro.
Luego, esa canasta se amplió y con las minucias del lenguaje se podía elegir entre blanco, afroamericano, asiático americano, indígena nativo hasta hispano o latino. En este último caso, brincaba cierta justicia poética ya que se incluía —e incluye, a la fecha— una nota que refiere que los hispanos o latinos pueden ser de cualquier raza.
Así que si una persona de origen latino que llena un formulario oficial en Estados Unidos quiere poner su origen étnico (que hasta eso, es un acto voluntario), puede poner “Hispanic”, aún si entre su crisol incluye un abuelo chino, una abuela japonesa, un papá indígena y una mamá mestiza o europea… o cualquier combinación que se les ocurra. Si esta persona es originaria de Perú o México o Colombia, puede elegir esa casilla.
Pero como decíamos al inicio, desde hace algunos años hay algunos grupos que empujan la idea de que “Latino” o “Hispanic” no reflejan inclusividad o pertenencia total.
Ahora bien, ¿qué piensan los involucrados en esto; es decir, las personas de origen latino o hispano en Estados Unidos? Como decimos en México, en realidad les vale gorro. O, por lo menos, la inmensa mayoría no apoya esa tendencia de que un término como “latinx” los defina.
Eso es lo que concluye en un reporte el Pew Research Center.
Derivado de un sondeo aplicado a personas de origen latino e hispano, el Pew refiere que aunque tres terceras partes de las personas de este grupo demográfico han escuchado el término “latinx”, sólo 4% lo ha utilizado en determinadas ocasiones para describirse.
El Pew concluye que aunque el término lo usan celebridades, líderes de opinión, medios y académicos, en realidad no ha prendido entre la población en general.
¿Cómo prefieren que se les llame (sin meterse a detalles en cuanto a pensar en mexicoamericanos, colomboamericanos, etc)? “Si bien el conocimiento del término ha crecido, la proporción que usa “latinx” para describirse a sí mismos se mantiene (baja): el 4% de los adultos latinos dicen que han usado ”latinx” para describirse a sí mismos, pero poco cambiado desde el 3% que dijo lo mismo en 2019”.
Esto ha llevado a muchas entidades, organizaciones, universidades y otros grupos, a declarar que ya no utilizarán el término para referirse a los latinos e hispanos, sin importar si “latinx” es promovido por quienes proponen un uso inclusivo o “gender-neutral”.