1. En un contexto sin duda complejo, la Presidencia de la República celebró en un Zócalo pletórico el domingo 5 de octubre, el primer año de ejercicio del poder, como fuera anunciado hace un mes en el mensaje de presentación del Primer Informe de Gobierno. Muchas felicidades, Presidenta Sheinbaum, pues ha sido un año algo más que complicado.
2. Conforme a una evaluación realizada por Banamex –la banca recién vendida al entorno del grupo Carso— mezclando diversas encuestas, Claudia Sheinbaum mantiene la mayor popularidad en la historia reciente, con 73% de aceptación en promedio, frente a cifras inferiores de quienes le precedieron: Fox, Calderón y AMLO presentaban niveles en torno a 60% al primer año de gobierno, en tanto que Zedillo y Peña Nieto, lo fueron en torno a 50%. Al cierre del primer año, lo que más le suma son los programas sociales, el aumento al salario mínimo y la actitud “serena y templada” ante el agresivo tío Trump, en tanto que lo que más le resta, sigue siendo la inseguridad, que cede en la estadística pero no en la percepción general, como también la corrupción a una escala que realmente sorprende dado que la autoridad anticorrupción o las fiscalías no se dieron cuenta, cuando debieron hacerlo.
3. El desempeño del gobierno tiene una peor evaluación. En materia de seguridad pública, salud, educación y combate a la corrupción, el gobierno sale muy mal evaluado, además del temor a las amenazas e injerencias estadounidenses y la inminente revisión del TMEC. Ah, cómo ha pegado la increíble falta de medicamentos, ya en el séptimo año. Cabe señalar que el tercer periodo de gracia para la imposición de aranceles otorgado el 9 de julio por el tío Trump, vence en unos días más, el 9 de octubre, cuando podría apretar nuevamente. Como es típico en los sistemas presidenciales con peso excesivo del poder central, el titular del Ejecutivo sale bien evaluado, pero el gobierno carga con el desgaste del gobernar, que suele contrastarse con los resultados perceptibles para los ciudadanos.
4. Como control de daños, se prosigue insistiendo con el argumento de la salida de 9.4 millones de mexicanos de la pobreza, con el uso y destino del presupuesto en los programas sociales (“¿en qué gastaban antes el dinero?”), en la austeridad para disciplinar el gasto, e, increíble, en vanagloriarnos de que, quizás, habremos de crecer 1% este año, mucho menos que en la maldita era neoliberal. En tal sentido, el Fondo Monetario Internacional ha corregido su perspectiva de la economía mexicana, un tanto sorprendido de la resiliencia ante la aranceliza impuesta por el tío Trump a todo el mundo, pues las exportaciones de manufacturas de nuestro país hacia los Estados Unidos han crecido sustancialmente, ocupando los huecos que ha dejado la guerra comercial sinoestadounidense.
5. Pero esto no será para siempre, pues viene la gran turbulencia que habrá de significar la revisión del Acuerdo Trilateral de Comercio, el USMCA para ellos, TMEC para nosotros, durante el cual el tío Trump vendrá por todas las canicas, tanto en materia arancelaria, cerrando la era de libre comercio que implicaba cero aranceles para imponer el comercio controlado con aranceles arbitrarios –serán entre 15 y 30% más los especiales como acero, aluminio, semiconductores, tomate, ganado y lo que se le ocurra— pero también buscando derribar las barreras no arancelarias que les afectan, como los monopolios en energía eléctrica y petróleo, minería --litio incluido-- patentes y propiedad intelectual, salvaguardas y resolución de controversias –si no confían en el nuevo Poder Judicial, exigirán la prevalencia de tribunales estadounidenses--, reglas de origen más severas y desde luego, fuera China del bloque comercial de América del Norte. Mientras esto sucede, habrán de seguirle exigiendo a México mayores esfuerzos en la agenda ampliada, que incluye seguridad en la frontera, migración, combate al narco, lavado de dinero, fentanilo y entrega de narcos y narcoservidores públicos.