Desde que llegó Trump a la presidencia no deja de pensar en nuestro país. En los últimos días, la relación entre México y Estados Unidos ha estado marcada nuevamente por la tension económica debido al tema arancelario. Como es habitual en su estilo, el presidente estadounidense Donald Trump recurrió a la estrategia del bully político: lanzar amenazas en material de aranceles y medidas económicas punitivas en un intento de presionar al gobierno mexicano para dar mayores resultados en su lucha contra el narcotrafico. Sin embargo, la respuesta que brindó la presidenta Claudia Sheinbaum fue igualmente significativa, no sólo por su tono, sino también por la forma en que utilizó la situación para alimentar el discurso populista que caracteriza a Morena, y en lugar de seguir un enfoque pragmático que busque soluciones efectivas para evitar el impacto económico de las amenazas de Trump, Sheinbaum convocó a una concentración masiva en el Zócalo de la Ciudad de México, invitando a los ciudadanos a una “asamblea informativa” como si no fueran suficientes las tres horas diarias de conferencia mañanera.
Ambos mandatarios utilizan, por un lado la retórica agresiva y por otro la populista, para abordar estos temas ante la opinión pública mas allá del diálogo diplomático real, y las soluciones concretas a temas que afectan a ambos países y que les compete resolver juntos.
Si bien la respuesta de Sheinbaum podría entenderse como un acto simbólico de unidad nacional, no deja de ser parte de un movimiento populista. En lugar de enfocar todos los esfuerzos en gestionar la crisis a través de mecanismos diplomáticos y económicos que realmente protejan los intereses de México, se opta por una estrategia mediática, buscando galvanizar a la población a través de una demostración de fuerza simbólica que consolide la imagen de liderazgo de la presidenta, desviando la atención de temas como el impacto económico que tendría una guerra comercial con Estados Unidos o el futuro de las relaciones bilaterales en un contexto de inestabilidad internacional.
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La política populista no es nueva en el panorama mexicano, al igual que las amenazas de Donald Trump que cambian de un momento a otro y que mantienen en incertidumbre a cientos de empresarios mexicanos que dan trabajo a miles de ciudadanos debido al impacto económico y social que esto podrían tener.
En 2024, el comercio entre Mexico y Estados Unidos representó más de 600 mil millones de dólares, con productos como automóviles, maquinaria, alimentos y productos electrónicos.
El aumento de aranceles podría hacer que los productos mexicanos se vuelvan más caros en el mercado estadounidense, lo que disminuiría su competitividad frente a otros países. Si los consumidores de Estados Unidos tienen que pagar precios más altos por productos mexicanos, se reducirá la demanda afectando a las empresas nacionales y, en consecuencia, a los trabajadores de esos sectores.
Por otro lado, la disminución de exportaciones mexicanas a Estados Unidos afectaría a empresas que podrían verse obligadas a reducir la producción o incluso a despedir empleados por la baja demanda de productos. Esto generaría un incremento en el desempleo, afectando principalmente a las áreas industriales y rurales donde la economía depende en gran medida de las exportaciones. Y no olvidemos que con el desempleo se elevan problemas de seguridad.
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La inversión extranjera directa es otro sector afectado. Las empresas que han invertido en México para aprovechar el acceso preferencial al mercado estadounidense, (sector automotriz y manufacturero), podrían reconsiderar sus planes de expansión o reubicación, lo que frenaría el crecimiento económico y, en el largo plazo, limitaría las oportunidades laborales y el desarrollo de infraestructura en el país.
Aunque los aranceles se aplicarían principalmente a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, también podría haber efectos indirectos en algunos productos dentro de México. Si los costos de exportación aumentan debido a los aranceles, las empresas mexicanas podrían ver reducidas sus ganancias y, en algunos casos, trasladar esos costos a los consumidores nacionales, aumentando el precio de productos. Por ejemplo, los alimentos, bienes electrónicos o automóviles que contienen partes o insumos provenientes de Estados Unidos podrían volverse más caros.
Por todo esto el futuro de la relación México-Estados Unidos debe basarse en la diplomacia, el diálogo y las soluciones concretas, dejando de lado espectáculos políticos que poco ayudan a resolver los problemas que enfrentamos los ciudadanos día a día, para eso se necesita que Estados Unidos deje de amenazar a México con aranceles exorbitantes y que nuestro país resuelva los temas de seguridad que le corresponden sin esperar a que llegue la presión del bully en la frontera norte.