Francisco y la acción climática

30 de Abril de 2025

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Francisco y la acción climática

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Con el fallecimiento del papa Francisco desaparece un defensor indiscutible de la necesidad de acciones más efectivas y justas a nivel global ante el cambio climático. La carta encíclica Laudato Si, publicada en 2015, mismo año de la firma del Acuerdo de París, y el exhorto Laudate Deum, presentada a finales de 2023, representan un llamado decidido a la comunidad internacional para que asuma su responsabilidad genercional de impulsar una acción climática más ambiciosa y urgente.

En su momento, Laudato Si contribuyó a impulsar las negociaciones internacionales que hacia finales de 2015 derivaron en la firma del Acuerdo de Paris. Mientras que Laudatum Deum reafirmó la exigencia de actuar cuanto antes ante la emergencia climática y para proteger a los más vulnerables, en especial en un momento en que los compromisos de mitigación nacionales resultan insuficientes para evitar aumentos por encima de los 2 grados. En un contexto marcado por el incumplimiento de las naciones a sus obligaciones ante el Acuerdo de Paris, sumado a la erosión de los mecanismos multilaterales de la arquitectura climática global, un cambio drástico en la visión del Vaticano al respecto de la crisis ambiental y climática global puede contribuir a que los estados decidan evadir o abandonar sus obligaciones climáticas en forma irreversible.

Si bien estos documentos están marcados por la visión espiritual y religiosa particular de Francisco, su sentido es más amplio y, desde una perspectiva ecuménica, llama a la comunidad internacional y a las personas de buena voluntad, independientemente de su fe, a asumir plenamente su responsabilidad con la obligación de proteger la vida y naturaleza del planeta, entendido como nuestra casa común. La primera virtud en esta visión, es su énfasis en una visión holística que integra preocupaciones espirituales, sociales, políticas y diplomáticas de la mano del sentido propiamente ecológico y climático que se requiere para comprender el nivel de la emergencia global.

La segunda virtud es que destaca la centralidad de la pobreza y las desigualdades como componentes de la emergencia climática y ambiental global. No es posible construir soluciones efectivas para contener los riesgos e impactos del cambio climático y la degradación ambiental, si no se reconoce que están entrelazadas de profundas injusticias preexistentes, las cuales afectan en mayor medida a las personas que enfrentan condiciones de pobreza y marginación, a las pequeñas poblaciones rurales y pueblos indígenas, así como a países en desarrollo que han contribuido poco a provocar el fenómeno. La política global de cambio climático, desde esta perspectiva, es también un problema de justicia climática global y nacional que debe ser asumido con todas sus implicaciones.

La tercera virtud es que reivindica la importancia de proteger bienes globales comunes a partir de la figura de una mayordomía del planeta. Siguiendo una perspectiva que tiene su origen en San Francisco, pero que ha adquirido creciente relevancia en los debates especializados contemporáneos, la concepción de una mayordomía global para proteger bienes naturales que son comunes, implica que es necesario desarrollar mecanismos institucionales y formas de cooperación más innovadoras para poder enfrentar uno de los más grandes retos en nuestra época y para las generaciones futuras. Las políticas multilaterales tradicionales y las políticas centradas en los intereses nacionales resultan poco efectivas e injustas para responder a problemas que cruzan fronteras y tienen un carácter planetario.

Enfrentar la emergencia exige un sentido de responsabilidad, capacidad de acción y voluntad para el diálogo que está cada vez más ausente en las negociaciones internacionales y las políticas nacionales de cambio climático y protección de la naturaleza. La innovación para construir soluciones y esquemas de gobernanza desde la óptica del reconocimiento de bienes globales comunes representa un camino para evitar una catástrofe planetaria irreversible y el sufrimiento de millones de personas. Apostar por la innovación institucional, la cooperación responsable y el diálogo plural es una enseñanza tan vigente como valiosa del pensamiento climático de Francisco.

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