La basura —ese residuo que generamos cotidianamente— se ha convertido en el cáncer del siglo XXI que ha infectado a nuestras ciudades. Lejos de ser solo un problema, la basura es una fuente tremenda de riqueza. Con un enfoque de economía circular, los residuos orgánicos, plásticos, vidrio, papel y otros materiales pueden transformarse en productos útiles: composta que nutre suelos, envases reutilizables, materiales de construcción, incluso energía. Sin embargo, la potencia económica de estos flujos está infrautilizada.
En respuesta, la Secretaría del Medio Ambiente de la CDMX ha impulsado el Plan de Acción Basura Cero como parte del Programa de Gestión Integral de Residuos(PGIR) 2021-2025 de SEDEMA, la meta para 2025 incluye destinar hasta 1 500 toneladas diarias de residuos hacia procesos de recuperación energética, como la producción de combustibles derivados de residuos sólidos esta cifra representa un cambio significativo frente al modelo tradicional, que prioriza la disposición en rellenos sanitarios.
Esta acumulación no solo amenaza nuestros espacios, sino que representa energía, recursos y oportunidades que estamos reduciendo a desecho. El propósito es disminuir drásticamente la cantidad de residuos que van a rellenos sanitarios y fomentar soluciones circulares Entre las estrategias se destacan la separación en origen, valorización energética y compostaje institucional, así como sensibilización ciudadana y fortalecimiento institucional. Sin embargo, necesitamos dar un paso más: llevar estos principios al nivel doméstico. Imaginen cada edificio o unidad habitacional generando su propia composta a partir de residuos orgánicos.
Piensen en envases que se enjuagan y depositan en contenedores especiales para asegurar su reciclaje efectivo. Consideren que el papel, al desecharse limpio y separado, conserva su valor reciclable; si se contamina, se pierde todo ese potencial. Para los rechazos inevitables, hoy muchas plantas incineran llantas como combustible. Pero esas llantas podrían transformarse: en pisos para juegos infantiles o pavimento permeable, prolongando su vida útil y evitando emisiones. Este enfoque no es utópico. Desde 2014, la separación en origen —entre orgánicos e inorgánicos— ya era una práctica establecida en la CDMX.
Además, los residuos orgánicos del artículo navideño, como árboles de Navidad, se acopian para compostaje comunitario, que luego fortalece los suelos urbanos. Estas acciones, medidas colectivamente, podrían transformar la basura en riqueza real: composta de calidad para huertos urbanos; materiales reciclados que ahorren energía y reduzcan extracción; llantas y plásticos reconvertidos en infraestructura urbana; residuos convertidos en energía o biogás. Si cada unidad familiar actúa localmente, multiplicamos el impacto. Para lograrlo, se requieren políticas públicas y sensibilización ciudadana. En 2025, la Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA) ha reforzado programas clave de educación y manejo responsable de residuos. Un ejemplo es Ponte Pilas con tu Ciudad, que promueve el acopio seguro de pilas en 13 alcaldías para evitar su disposición inadecuada y reducir riesgos ambientales.
La basura no tiene por qué seguir siendo el cáncer urbano. Podemos revertir el diagnóstico si habilitamos infraestructura doméstica (composteras, contenedores adecuados), promovemos prácticas simples (enjuagar, separar, compostar) y reconvertimos desechos en materiales útiles. Lo que hoy ignoramos: basura. Mañana puede ser riqueza.