La herencia maldita

25 de Septiembre de 2025

Sergio Uzeta
Sergio Uzeta
Comunicador y periodista con más de tres décadas de experiencia, destacando su paso por Noticias de Once TV y Radio Fórmula. Ha sido Director General de Notimex y Director fundador del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue Gerente Corporativo de Comunicación Social en Pemex y Director de Información en la Presidencia de la República. Reconocido con el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Pagés Llergo y el Micrófono de Oro, entre otros.

La herencia maldita

Sergio Uzeta - columnista

Claudia Sheinbaum llegó a la presidencia con la promesa de continuidad, pero también con la expectativa de imprimir un sello propio en el gobierno. Sin embargo, a casi un año de gestión, el desgaste político que enfrenta no sólo proviene de los retos de gobernar, sino de la pesada losa que le heredó su antecesor: una estructura de poder corroída por la corrupción, un partido dominado por cacicazgos locales y nacionales, y una serie de escándalos que han puesto en entredicho la legitimidad del proyecto político de la llamada Cuarta Transformación.

La llamada herencia maldita de Andrés Manuel López Obrador se expresa en múltiples frentes. Durante su sexenio, el tabasqueño dejó crecer redes de complicidad en torno a gobernadores, alcaldes y legisladores de Morena, muchos de los cuales hoy están señalados por abusos, enriquecimiento ilícito o vínculos con la delincuencia organizada. Lo que en un principio fue presentado como un movimiento de regeneración nacional, terminó convertido en un mosaico de intereses encontrados, donde el pragmatismo electoral se impuso al compromiso ético.

Los últimos meses han sido especialmente duros para la presidenta Sheinbaum. Escándalos de corrupción, excesos documentados y caídas estrepitosas de figuras antes intocables han marcado la agenda pública. La narrativa de honestidad y lucha contra la impunidad —emblema del lopezobradorismo— se ve ahora debilitada por los propios protagonistas de esa historia. Gobernadores acusados de desvío de recursos, legisladores exhibidos en negociaciones turbias y operadores políticos con claros nexos con grupos criminales han deteriorado la credibilidad del régimen. Y aunque muchos de estos problemas fueron incubados en el sexenio pasado, es en el actual donde explotan, minando la capacidad de la presidenta para sostener un discurso de autoridad moral.

Sheinbaum enfrenta, por tanto, una disyuntiva crítica: si no rompe con esa inercia y no va a fondo contra la corrupción —aunque eso implique procesar a compañeros de partido, causa y aliados de campaña— corre el riesgo de convertirse en cómplice por omisión. La ciudadanía observa con creciente escepticismo; no basta con señalar que los errores corresponden al pasado inmediato, pues cada día que pasa sin acciones contundentes, la línea entre herencia y responsabilidad propia se desdibuja.

La presidenta aún tiene margen para corregir el rumbo, pero ello exige un golpe de timón político: recuperar la independencia del Ministerio Público, fortalecer a las instituciones fiscalizadoras y demostrar que no hay intocables en el nuevo régimen. De lo contrario, su gobierno será recordado no como el inicio de una nueva etapa, sino como la prolongación decadente de un sistema que se prometió transformar.

La herencia maldita no se combate con retórica mañanera ni con deslindes superficiales; se enfrenta con actos de justicia, transparencia y voluntad política. Si Sheinbaum opta por la simulación, corre el peligro de quedar atrapada en la misma maraña de complicidades que hoy condena a Morena y amenaza con arrastrar a su administración al descrédito irreversible.