La magia de la mediación familiar: la posibilidad de cuidar los vínculos

16 de Julio de 2025

Silvia Escudero Mendoza
Mediadora Privada certificada con fe pública por el TSJCDMX Maestra en Derecho Familiar.

La magia de la mediación familiar: la posibilidad de cuidar los vínculos

Columna invitada_Redes

Agradecida con el espacio que nos brinda Eje Central para reflexionar juntas y juntos sobre una forma distinta de mirar los conflictos, especialmente cuando ocurren donde más duele: en la familia.

Cuando escuchamos “conflicto familiar”, es fácil pensar en peleas interminables, en abogados deseosos por combatir y ganar, en juicios largos y costosos. Pero pocas veces hablamos de lo que realmente está en juego: los vínculos, la confianza y el bienestar de quienes más queremos, especialmente las niñas y los niños. Es importante no perder de vista que lo que está en conflicto y puede terminar es la relación de pareja o con algún pariente, pero la familia —aunque cambie de forma— continúa y necesita hacerlo de la mejor manera posible, por el bien de todas las personas involucradas.

Un divorcio, una pensión alimenticia, el régimen de convivencias o un conflicto por una sucesión... no son solo trámites legales. Son un duelo, momentos cargados de emociones intensas: tristeza, enojo, miedo, culpa. Son decisiones que impactan la vida cotidiana, la estabilidad emocional y, sobre todo, el futuro de quienes más queremos.

Frente a estas situaciones, el camino del litigio suele ser largo, costoso y muy desgastante. Se convierte en una batalla donde, todas las partes terminan perdiendo tiempo, dinero, energía y, lo más doloroso, la relación. Como suelo decir: “En los litigios familiares, si una parte gana, todos pierden... menos los abogados”.

La mediación familiar es mucho más que un espacio para “resolver un problema”; es un espacio donde cabe la esperanza. Sus principios, además de brindar estructura y seguridad al proceso, representan una oportunidad para transformar el conflicto en diálogo, la competencia en colaboración. Es un espacio confidencial y seguro donde las personas pueden hablar y ser escuchadas, ejercer una forma distinta de comunicación, acompañadas por una persona mediadora que actúa como puente y no como juez.

La persona mediadora escucha con empatía, garantizando un espacio en equilibrio y flexibilidad, sostiene con paciencia los silencios y las emociones difíciles. Su neutralidad e imparcialidad permiten cuidar el proceso tanto en lo jurídico como en lo emocional y ayudan a transformar el miedo, el enojo o la tristeza en acuerdos conscientes. Además, cuenta con conocimientos técnicos para garantizar que los derechos y la seguridad jurídica de todas las personas involucradas sean respetados.

La mediación ayuda a mirar las emociones para lograr escucha, entendimiento y co- construcción de nuevos acuerdos en beneficio de todas las partes. No se trata solo de firmar un papel: se trata de construir nuevas formas de relacionarse, de poder mirarse a los ojos y seguir adelante con la menor herida posible.

La mediación protege los vínculos. Aunque la relación de pareja termine, la parentalidad continúa. El equipo de madres y padres no solo permanece, sino que puede fortalecerse al lograr acuerdos que prioricen el bienestar de las hijas e hijos. Cuidar los vínculos es fundamental para la salud emocional y física de toda la familia.

A diferencia de un juicio, en la mediación no hay ganadores ni perdedores: hay acuerdos construidos desde el reconocimiento, el respeto y el cuidado mutuo. Más allá de ser un proceso más rápido y menos costoso, lo más valioso es el daño que se evita y la posibilidad de avanzar en paz.

Al final, la mediación ofrece algo que el litigio no puede dar: la oportunidad de salir del conflicto con acuerdos conscientes y relaciones que, aunque cambien, puedan mantenerse en armonía. Porque cuando cuidamos los vínculos, cuidamos el futuro y construimos una nueva manera de ser familia.