Los peores desastres naturales pueden ocurrir

14 de Diciembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Los peores desastres naturales pueden ocurrir

Le Clercq

Lo ocurrido la semana pasada en Valencia nos advierte, nuevamente, que las consecuencias impredecibles y destructivas del cambio climático ya están aquí y que las personas y comunidades no están preparadas para hacerles frente. Dejo algunas reflexiones a botepronto.

Se puede contar con los mejores sistemas para que las autoridades emitan alertas sobre riesgos de desastres, pero si estas no llegan en forma oportuna a la población o si los ciudadanos no toman en serio la advertencia y actúan en consecuencia, el proceso de prevención no cumple su cometido. Esto implica pensar innovaciones para garantizar que las personas cuenten con aplicaciones en sus dispositivos móviles para recibir alertas y en cambios orientados a mejorar la cultura y educación sobre protección civil de los ciudadanos. Si las autoridades no son capaces de advertir con oportunidad a la población sobre el nivel de riesgo, y esta no cuenta con los medios adecuados para recibir la advertencia, ese vacío será llenado por bulos y mentiras generados desde las redes sociales, lo cual no hace sino multiplicar los riesgos y daños e imposibilita atender con efectividad a la población afectada.

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Lo ocurrido en Valencia nos advierte sobre el peligro de la falta de imaginación, tanto entre las autoridades como de los mismos ciudadanos, ante la amenaza de desastres naturales. El catastrofismo puede generar parálisis o derivar en decisiones poco efectivas, pero la falta de imaginación al respecto de las consecuencias potenciales y el nivel de daños con facilidad se traduce en negligencia de las autoridades o imprudencia de los ciudadanos. Ante la magnitud de pérdidas y daños que observamos ya, hay que asumir que lo peor puede ocurrir y que es necesario estar cada vez mejor preparados para responder a fenómenos naturales cada vez más impredecibles y extremos.

Es claro que políticas más efectivas de protección civil pueden contribuir a reducir la pérdida de vidas humanas derivada de fenómenos naturales extremos, sin embargo, la magnitud que pueden adquirir los desastres naturales y el grado de pérdidas y daños como resultado del cambio climático, ponen en duda la efectividad de la prevención y la adaptación mientras siga aumentando la temperatura global del planeta. El alcance de las pérdidas y daños producidos por los desastres naturales recientemente en Maui, Acapulco o Valencia, nos deben obligar a generar procesos de transformación estructurales para contener mejor los niveles de exposición a riesgos y vulnerabilidad a los que inevitablemente estarán sujetas ciudades y poblados. El problema es que la transformación sostenible y resiliente requerida ante un mundo más caliente, al menos por encima de 2ºC, supone articular procesos públicos económicamente muy costosos, socialmente complejos y que difícilmente pueden ocurrir a la velocidad que se requieren.

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Un cambio cualitativo en los programas orientados a la prevención ante riesgos, la protección civil, la atención durante las fases de emergencia y el posdesastre, involucra evaluar las capacidades institucionales existentes y desarrollar nuevas más efectivas en forma sostenida. En un país con los niveles de vulnerabilidad como México, esto implica un proceso en escalas que se traduzca en más capacidades a nivel federal, estatal, municipal y en las pequeñas localidades. En este momento las capacidades que existen en los estados y municipios son insuficientes (cuando no inexistentes) y está marcadas por profundas desigualdades regionales. De igual forma, la transformación ante mayor exposición a riesgos, pérdidas y daños, involucra criterios de justicia ambiental para atender las injusticias preexistentes que retroalimentan las vulnerabilidades y también mecanismos para garantizar una distribución equitativa en el acceso a programas de prevención, atención durante las emergencias y en las fases de reconstrucción.

Finalmente, no nos podemos engañar, una política efectiva de prevención ante desastres, la atención de emergencias y la reconstrucción posdesastre más resiliente, solo tienen sentido si avanzan de la mano de políticas ambientales y climáticas diseñadas para enfrentar la emergencia climática y ambiental global, que sean implementadas coherente y coordinadamente por todos los niveles de gobierno y que cuenten con los recursos presupuestales y las capacidades institucionales necesarias. De otra forma, seguiremos viviendo en el autoengaño de pensar que no nos puede alcanzar un desastre y enfrentaremos ciclos permanentes de pérdidas humanas y destrucción de infraestructura.