A ciegas, contra la principal afección respiratoria pediátrica
El virus sincicial respiratorio causa una de cada 50 muertes entre menores de cinco años; hasta ahora no existe medicamento ni vacuna que combata, ni siquiera sabemos bien en qué regiones de México es más abundante
Desde antes de la llegada del SARS-CoV-2, el virus sincicial respiratorio ha sido, en México y a nivel mundial, la afección respiratoria que más daño ocasiona a los menores de cinco años; sin embargo, en el país no se le da un seguimiento puntual a este virus, contra el cual, hasta el momento, no se ha podido desarrollar una vacuna que lo prevenga ni una terapia que cure a quienes lo padecen.
Según una investigación publicada a mediados de mayo en la revista The Lancet, en 2019 el virus sincicial respiratorio (VSR) estuvo asociado a 33.1 millones de infecciones agudas de las vías respiratorias bajas en menores de cinco años, entre los que fue la causa de más de 100 mil muertes y casi la mitad de estas, más de 45 mil, ocurrieron en niños menores de seis meses; además, se calcula que este virus es responsable de aproximadamente 3.6 millones de ingresos hospitalarios cada año.
Esto significa que una de cada 50 muertes registradas entre menores de cinco años en el mundo es causada por este virus; pero entre los recién nacidos de hasta seis meses la cifra se dispara hasta una de cada 28.
El análisis muestra que la incidencia de esta infección entre menores de tres años en países de ingresos medios-altos, como México, es de 121.5 por cada mil muestras, mientras que el número de casos esperados rebasa el millón por año, una cifra considerablemente más alta que la de economías desarrolladas en donde los contagios no superan los 66 mil anuales.
Sin embargo, a pesar de la peligrosidad del virus, en los reportes epidemiológicos de México y de la mayoría de los países no se desglosan los casos de esta enfermedad, y los esfuerzos por darle seguimiento son académicos y no de las instituciones de salud.
Quizá el dato más alarmante de esta investigación es que 97% de las muertes se produjeron en países de ingresos medios y bajos, y de acuerdo con Daniel Noyola, investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), es probable que estas estimaciones, necesarias porque son pocos los países que le dan seguimiento puntual al virus, estén subestimadas.
Un virus elusivo y pernicioso
En 1957, la leyenda de la epidemiología Robert Chanock y su equipo identificaron, casi por accidente, el virus sincicial respiratorio, primero en macacos y luego se vio que era un virus de seres humanos. Poco después, descubrieron cuatro virus de parainfluenza. Para 1968, Chanock y sus colegas iniciaron un reporte de investigación con la frase: “Parece haber pocas dudas de que el virus respiratorio sincicial es el patógeno más importante del tracto respiratorio de lactantes y niños”.
Como jefe del Laboratorio de Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID), posición que ocupó por 50 años, Chanock encabezó diversos esfuerzos por el desarrollo de vacunas contra enfermedades virales, como las que previenen dos tipos de infecciones por adenovirus, las vacunas contra la hepatitis A y el rotavirus, la causa más común de diarrea grave entre los bebés.
Sin embargo, sus esfuerzos por desarrollar una vacuna contra el virus respiratorio sincicial (o sincitial), cuyo nombre se debe a su capacidad para fusionar a las células que infecta en unos cuerpos conocidos como sincicios, no tuvieron éxito, y hasta la fecha nadie lo ha logrado.
De hecho, cuenta el epidemiólogo y virólogo Andreu Comas, también de la UASLP, a principios de la década de los 60 se hizo una vacuna de virus inactivado que fue probada en niños de un orfanato en Nueva York (sin antes hacer ensayos en animales). “El problema es que cuando a esos niños luego les dio el virus, el 80% se pusieron graves y algunos murieron”.
“Entonces se describió algo que todavía no se entiende por completo que se llama enfermedad pulmonar potenciada por la vacuna”, explica Comas, un fenómeno en que la respuesta inmune que desata ante el virus inactivado de la vacuna es muy violenta y daña los pulmones.
Así, la reacción inmune puede generar enfermedad pulmonar o no es protectora, pues es un virus que tiene al menos seis mecanismos diferentes para evadir la respuesta por anticuerpos. Esto hace, además, que las reinfecciones sean frecuentes.
“Del 100% de los niños que se infectan el primer año de vida el 50% se va a reinfectar el segundo año de vida, y de estos el 50% el tercer año de vida se volverá a infectar”.
De hecho, es por las características del funcionamiento inmune durante los primeros cinco años de vida que este virus es especialmente peligroso para niños y bebés, en especial para los de menos de dos años, y por el envejecimiento del sistema inmune también afecta a los adultos mayores de 60 años.
Es por esto que se considera que las personas sanas de entre cinco y 60 años, sobre todo los que viven en zonas tropicales “son el reservorio del virus entre cada época invernal; se ha postulado que se queda en los pulmones y que cuando cambia el clima se empieza a diseminar en las poblaciones”, comenta Comas.
Los esfuerzos para combatirlo
Además de las vacunas, otros intentos de combatir al virus sincicial respiratorio han resultado poco eficaces y muy caros a lo largo de los años. Al hacer un recuento, Noyola comenta que el suero de convaleciente requiere perfundir volúmenes altos en instalaciones clínicas y durante una o dos horas, lo cual es casi imposible para un bebé.
Por otra parte, están los anticuerpos monoclonales, que se generan en un laboratorio y no en un paciente, no requieren de filtrar la sangre y pueden aplicarse por medio de una sencilla inyección intramuscular; sin embargo, la inmunidad decae y se hace necesario hacer varias aplicaciones.
Esto se conoce como inmunidad pasiva, en contraposición con la activa que genera el propio paciente por medio de la vacuna, y es la razón por la que la inmensa mayoría de las muertes se producen en países de medianos y bajos ingresos, pues en países desarrollados los sistemas de salud y la profilaxis pasiva en pacientes de muy alto riesgo casi ha desaparecido la mortalidad, comenta Comas.
Hasta ahora, los esfuerzos más prometedores para la población mundial parecen ser los que implican el desarrollo de una vacuna para la madre de manera que ella le pase los anticuerpos al bebé, como hace con muchas otras enfermedades; sin embargo, las vacunas de virus atenuados no se pueden poner en embarazadas, personas inmunosuprimidas y menores de un año, que es cuando el riesgo es mayor.
Por otra parte, las vacunas de partículas similares al virus hasta ahora no parecen ser suficientemente eficaces en la prevención de la enfermedad. Por ejemplo, un ensayo publicado a mediados de marzo de este año en los Proceedings of the National Academy of Sciences encontró que la eficacia es de 16.6% contra todas las infecciones respiratorias en los primeros 90 días de nacidos.
Pero ¿dónde está?
En general, el virus sincicial se diagnostica “por descarte”, comenta Noyola, “pero habría que buscarlo proactivamente”, lo cual es en sí problemático, pues se requiere de sistemas de detección específicos. Así que la información que se tiene sobre sus afectaciones es limitada y poco representativa de lo que pasa en el país en general.
Actualmente, existe un proyecto, coordinado por Rosa María Wong, dentro de los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces) impulsados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que está dedicado a hacer un mapeo nacional de diversos virus respiratorios e intestinales, entre los cuales está el virus sincicial respiratorio.
Noyola, quien participa en el proyecto, considera que es fundamental esta cobertura y “no limitarse a Ciudad de México o a San Luis Potosí”.
El experto comenta su convicción, basada en sus años de trabajo con el virus, que incluso a nivel global, la fracción de las infecciones que se le atribuye a este virus, “sobre todo en los menores de cinco años y particularmente en los menores de un año, es menor a la real”, dice.
Esta estimación parte del trabajo que ha hecho con su equipo en San Luis Potosí, en donde han visto que el virus sincicial es responsable de entre 30 y 40% de las hospitalizaciones en bebés; sin embargo, en las estimaciones que se han hecho como las del estudio de The Lancet, las defunciones que se atribuyen al VSR se reduce al ocho o 10 por ciento.
Noyola destaca que en las estimaciones se atribuye a otras enfermedades, sobre todo bacterianas, un aumento en las defunciones, aun cuando no resultan tan relevantes para el número de hospitalizaciones. “Pueden pasar de un 20% en las hospitalizaciones a un 60% en las defunciones”, comenta.
“Todos los datos que hemos recabado a lo largo de muchos años indican que no es el caso”, agrega. En las estadísticas de defunciones de bebés de Inegi se reportan un promedio anual de mil 500 bebés que fallecen por enfermedades respiratorias, “y yo calculo que de estas unas 600 o 700 deben ser atribuidas al virus sincicial respiratorio”.
Una de las investigaciones del equipo de Noyola consistió en dar seguimiento durante un año a cerca de 100 integrantes de una de las poblaciones más susceptibles a este virus, que son los bebés que nacen de forma prematura o pretérmino.
Esto les permitió detectar que la tercera parte de aquellos que padecen displasia broncopulmonar (una condición que suele afectar a los que nacen con los pulmones poco desarrollados y deben pasar tiempo en el respirador) fueron hospitalizados menos de un año después de haber nacido, y de ellos, la mitad (el 14 del total) fue debido al virus sincicial respiratorio y uno falleció por esta causa.
“Lo que estimamos en este trabajo es que, de los bebés sin displasia broncopulmonar, uno de cada mil fallecería por virus sincicial respiratorio en el primer año de vida; mientras que en lo niños de término (no prematuros) sería uno de cada 10 mil”, y uno de cada cien que padecen la displasia, es un gran aumento del riesgo.
Los rayos de esperanza
En medio de este triste panorama, Comas indica que hay una buena noticia, pues con la tecnología que se ha generado con la pandemia de Covid-19, es posible hacer un único detector para distinguir entre los virus SARS-CoV-2, de influenza A y B y el sincicial respiratorio en un solo paso. “Es algo que se debería utilizar en todos los laboratorios estatales y de diagnóstico”.
Por otra parte, desde agosto de 2021 la biotecnológica Moderna anunció que trabaja en el desarrollo de una vacuna de ARN mensajero contra el VSR; dado hace unas semanas se demostró que su vacuna contra la Covid-19 es eficaz y segura en bebés mayores de seis meses, cabe esperar que también la de VSR. Si sale “sería la vacuna ideal”, dice Comas.