Deuda y austeridad

29 de Abril de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Deuda y austeridad

enrique del val

Los temas de la deuda, la austeridad, la desigualdad y la pobreza se están convirtiendo en una bola de nieve en muchos países, tanto desarrollados como subdesarrollados, con la consecuente afectación a la mayoría de las poblaciones.

Varios artículos en diversos medios digitales muestran claramente que la preocupación es creciente. Tal como apunta Michael Roberts, destacado economista marxista inglés, en su último artículo en Sin Permiso, al comentar las sorprendentes declaraciones de Kristalina Georgieva, actual jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien en la búsqueda de un segundo mandato por cinco años en el organismo ha dicho que “las principales economías están experimentando una desaceleración y un bajo crecimiento del PIB real, y la razón es la creciente desigualdad de riqueza e ingresos”, y que tiene la obligación de corregir lo peor que han hecho en los últimos 100 años, ya que “las investigaciones del FMI muestran que una menor desigualdad de ingresos puede estar asociada con un crecimiento mayor y más duradero”. Se tardaron 100 años en reconocer lo que ha sido la realidad del mundo.

Ahora la jefa del FMI plantea que es necesario reemplazar el modelo neoliberal de crecimiento y prosperidad por uno que contenga un “crecimiento inclusivo”. Roberts comenta que el índice de GINI, que muestra la desigualdad, ha aumentado de aproximadamente 50 a principios del siglo XIX a 66 en la década de 1930, para llegar a finales del siglo pasado a 70, y que se ha logrado reducir en este siglo sólo gracias a que China ha logrado que 900 millones de conciudadanos hayan salido de la pobreza.

En el caso de la deuda, una de las recetas favoritas que hasta ahora están aplicando la mayoría de los gobiernos es la austeridad para poder hacer frente a su crecimiento, y Francia es el mejor ejemplo. El gobierno de Macron está desesperado porque su deuda alcanzaba el 100% del PIB a inicios de la pandemia, y trae una campaña que afirma que lo único que se puede hacer es recortar el gasto público y aplicar la sacrosanta austeridad en la que, como todos sabemos, los más afectados serán una vez más los ciudadanos, al ser lo más sencillo para su gobierno y no tener que afectar los grandes intereses de los detentadores del capital; y no toman en cuenta, como dice el profesor emérito de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), que esta posición sobre la deuda “no sólo no produce crecimiento, sino que los costes sociales y medioambientales que conlleva debilitan la capacidad de reembolso de la deuda. La guerra social alimentada por la narrativa de la deuda es un callejón sin salida”.

Y me parece que el mejor ejemplo de lo anterior también lo estamos viendo con nuestros vecinos de Centroamérica, quienes tenían la gran esperanza de convertirse en países democráticos después de las dictaduras de la mitad del siglo pasado. Sin embargo, las crisis que están sufriendo por causa de la deuda están provocando nuevamente una vuelta al autoritarismo y la dictadura, como bien apunta el periodista Nasser Echeverría.

El crecimiento del endeudamiento en toda la región centroamericana excede 50% del PIB regional, destacando Nicaragua con 97%, El Salvador con 80% y Panamá, 60 por ciento. La mayoría de los países de la región han aplicado medidas de austeridad que han significado el crecimiento de la pobreza al aplicar recortes en los bienes públicos, como son la salud y la educación y, lo que es peor, la pérdida de la democracia en muchos de ellos y el retorno de los regímenes dictatoriales.

Pero a los grandes organismos internacionales no se les ocurre la posibilidad de crear impuestos al patrimonio de los multimillonarios y sus empresas, o cancelar los paraísos fiscales. Es decir, siguen, como hace 100 años, dominados por el gran capital, a pesar de declaraciones rimbombantes sobre el tema.

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