El juego y el cerebro: cómo jugar reduce el estrés, mejora la memoria y fortalece la salud mental
Lejos de ser una simple distracción, el juego cumple una función clave en el desarrollo cognitivo, emocional y social de las personas
Juegos de mesa
/Foto: Especial
Desde la infancia, el juego es una conducta esencial para el desarrollo humano. La psicología evolutiva lo considera una necesidad biológica, ya que a través de él se aprenden habilidades fundamentales como la resolución de problemas, la interacción social y la regulación emocional. No se trata de “perder el tiempo”, sino de entrenar la mente y el cuerpo para enfrentar el entorno.
Esta conducta no es exclusiva de los humanos. En la naturaleza, animales como felinos, cánidos y primates también juegan. Estas dinámicas les permiten desarrollar reflejos, habilidades motoras y vínculos sociales, funciones que resultan clave para la supervivencia. En los humanos, este mismo principio se traduce en aprendizaje, creatividad y adaptación.
Te puede interesar: Generación Z renuncia antes del año por salud mental: qué es la “deslealtad crónica” y cómo afecta al empleo
Qué ocurre en el cerebro cuando jugamos
Desde el punto de vista neurocientífico, el juego activa áreas cerebrales vinculadas con el placer, la motivación y la regulación emocional, como el sistema límbico y la corteza prefrontal. Durante estas actividades se libera dopamina, neurotransmisor asociado al bienestar, y disminuyen los niveles de cortisol, la principal hormona del estrés.
Además, jugar favorece la plasticidad cerebral: la capacidad del cerebro para reorganizarse y crear nuevas conexiones neuronales. Esto explica por qué las actividades lúdicas ayudan a mantener la mente activa y flexible a lo largo de la vida.
También puedes leer: TikTok prepara su salto al mundo gamer: ByteDance desarrollará su propia tienda de videojuegos llamada GameTop
Qué tan malos pueden ser los Videojuegos
Durante años, los videojuegos fueron vistos únicamente como una forma de ocio. Sin embargo, investigaciones de instituciones como el MIT y la Universidad de Oxford han demostrado que, en tiempos moderados, pueden generar beneficios cognitivos. Entre ellos destacan la mejora de la memoria espacial, la atención sostenida y la velocidad en la toma de decisiones.
Los videojuegos cooperativos o de estrategia también fomentan la empatía, la resiliencia y la colaboración. Al enfrentar retos constantes, el cerebro aprende a anticipar, adaptarse y planear, procesos que fortalecen las funciones ejecutivas. La clave, coinciden los especialistas, está en el equilibrio y el uso consciente, sin sustituir la convivencia real ni las responsabilidades diarias.
Beneficios de los juegos de mesa
Más allá de las pantallas, los juegos de mesa ofrecen beneficios igualmente relevantes. Actividades como el ajedrez, el dominó o los juegos de cartas estimulan la memoria, el razonamiento lógico, la paciencia y la planificación estratégica. Otros juegos priorizan la creatividad, la imaginación y la risa compartida.
De acuerdo con la American Psychological Association, jugar y reír en grupo reduce la ansiedad y fortalece la sensación de pertenencia social, un factor clave para la salud mental. El vínculo social que se genera alrededor del juego actúa como un amortiguador frente al estrés cotidiano.
Seguir leyendo: FIFA y Netflix lanzarán nuevo videojuego de la Copa Mundial de la FIFA 2026
¿Podemos aprender jugando?
Desde la neuroeducación, el juego se reconoce como una poderosa herramienta de aprendizaje. Cuando el cerebro asocia información con experiencias placenteras, la memoria a largo plazo se fortalece. Por ello, muchas instituciones han incorporado metodologías como la gamificación para motivar la participación y el pensamiento crítico.
En periodos vacacionales, el juego cobra especial relevancia. Dedicar tiempo a actividades lúdicas facilita el estado de flujo: una concentración profunda y placentera que reduce la rumiación mental y mejora el bienestar emocional. Cada vez más expertos coinciden en que jugar no solo entretiene, sino que previene el estrés crónico, la ansiedad y la depresión leve, fortaleciendo los recursos emocionales para el futuro.
YF