Ibogaína: la raíz africana que promete curar la adicción al fentanilo en México
La ibogaína es una experiencia que, en su contexto tradicional, puede durar días y se considera un viaje espiritual.
Fentanilo en Estados Unidos
/Foto especial: Ideogram
La ibogaína no es un medicamento de farmacia. Es un polvo extraído de la raíz de un arbusto africano, la Tabernanthe iboga. Durante siglos, en países como Gabón, chamanes la han usado en ritos de iniciación para provocar visiones profundas y un estado de introspección extrema. Es una experiencia que, en su contexto tradicional, puede durar días y se considera un viaje espiritual.
Hoy, ese mismo polvo está en el centro de un viaje muy distinto y desesperado. El escenario ya no es la selva africana, sino modernas clínicas privadas en playas mexicanas como Cancún o Tijuana. Los pacientes ya no son iniciados espirituales, sino ciudadanos estadounidenses adictos al fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína. Atrapados en una crisis que mata a decenas de miles al año en EE.UU. y habiendo agotado las terapias convencionales, viajan a México gastando hasta 14,000 dólares. Su esperanza: que este antiguo psicoactivo sea la cura definitiva que su propio país, donde la sustancia es ilegal, no les puede ofrecer.
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¿La ibogaína cura realmente la adicción al fentanilo?
La promesa es poderosa: una sola sesión con ibogaína podría “resetear” el cerebro y eliminar la adicción. Los defensores del tratamiento argumentan dos efectos principales. Primero, que elimina o reduce drásticamente los síntomas del síndrome de abstinencia del fentanilo (dolores, sudores, ansiedad insoportable) en cuestión de horas. Segundo, que la experiencia visionaria y psicológica que provoca ayuda a los pacientes a confrontar los traumas que suelen estar detrás de la adicción, reduciendo el deseo de consumir a largo plazo.
Sin embargo, no existe la palabra “cura” en la ciencia seria para este tratamiento. La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) no lo ha aprobado. La evidencia de su eficacia se basa principalmente en testimonios personales y estudios pequeños, no en grandes ensayos clínicos controlados. Para la medicina convencional, sigue siendo una terapia experimental no probada.
¿Cómo es el tratamiento con ibogaína en México para estadounidenses?
El proceso está diseñado para pacientes extranjeros con recursos. No es una terapia del sistema público de salud mexicano, sino un servicio privado y costoso. Este es el recorrido típico:
- Contacto y evaluación: El paciente se pone en contacto con una clínica, generalmente por internet. Se le piden historiales médicos, con énfasis en exámenes cardíacos.
- Viaje a México: Vuela a estados como Quintana Roo, Baja California o Jalisco, donde se ubican estas clínicas.
- La sesión: En una habitación médica, se le administra la dosis. Lo que sigue es un período de 24 a 48 horas de fuerte alteración de la conciencia, supervisado por personal médico.
- Terapia de integración: En los días siguientes, terapeutas ayudan al paciente a dar sentido a su experiencia.
- Regreso a EU: El paciente vuelve a su país, donde debería continuar con terapia de apoyo. Se estima que unos 3,000 pacientes siguen este camino cada año.
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¿Por qué la ibogaína es tan peligrosa y está prohibida en EU?
La razón principal por la que la ibogaína es una sustancia controlada de la Lista I en Estados Unidos (la misma categoría que la heroína) no es su potencial adictivo, sino su alto riesgo de provocar la muerte por paro cardíaco.
El asesino silencioso: arritmias. La ibogaína puede alterar gravemente el ritmo eléctrico del corazón, provocando una condición llamada torsades de pointes que puede derivar en un paro cardíaco fulminante. Este riesgo es impredecible y puede ocurrir incluso en personas jóvenes.
Un vacío legal en México: En México, la ibogaína existe en un limbo regulatorio. No está expresamente aprobada como medicamento, pero tampoco hay una prohibición federal clara. Esto permite que opere un mercado sin estándares uniformes de seguridad, donde la calidad del alcaloide y la preparación de las clínicas no están supervisadas por las autoridades sanitarias como la COFEPRIS.
El fenómeno de la ibogaína para el fentanilo es el cruce entre una tradición ancestral, una crisis de salud pública desesperada y un lucrativo mercado médico sin fronteras. Mientras la ciencia no ofrezca respuestas concluyentes, los pacientes sopesarán el riesgo mortal de la adicción contra el riesgo mortal del tratamiento.
La narrativa es potentísima: una planta sagrada que salva a víctimas de la droga más destructiva del siglo XXI. Pero la realidad es más gris y peligrosa. Cada viaje a México es una apuesta alta, donde la promesa de una vida nueva compite con la sombra de un riesgo cardíaco real e inminente. La verdadera cura para la adicción al fentanilo, por ahora, sigue sin encontrarse en una raíz, sino en un sistema de salud robusto, accesible y basado en evidencia. DJ
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