Inflación y carestía

6 de Mayo de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Inflación y carestía

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1.

Otro fantasma recorre el mundo, otro más que golpea inmisericordemente a los más vulnerables: el fantasma de la carestía, cual expresión concreta en el bolsillo de las familias del multicitado fenómeno inflacionario que rápidamente devora la recuperación económica; la inflación es el indicador medible. En tanto que la carestía representa el impacto directo en las cuentas cotidianas, consecuencia quizá de los demás problemas que nos aquejan, desde la pandemia de Covid-19 y el vaivén de sus mutaciones, ómicron incluida, para poner en jaque la economía y el frágil sistema de salud pública; la dislocación de la logística de embarques y transportes así como la ruptura de las cadenas de suministro y el impacto en reducción del nivel de vida de varios cientos de millones de seres humanos. El caso es que los estragos llegaron finalmente al bolsillo de la población; la producción, distribución y abasto de alimentos en el mundo, el primer peldaño en la escala de satisfacción de las necesidades humanas, elevaron los precios hasta en 30%, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el nivel más alto registrado en una década.

2.

Se ha configurado una tormenta perfecta para el consumo humano, pero en el caso de los alimentos, el nivel alcanzado puede muy pronto ser crítico. Prácticamente todos las commodities, es decir, las materias primas, han subido de precio, pero los alimentos lo han hecho de una manera desproporcionada. En el caso de los aceites vegetales, los precios han subido en promedio 75%, seguidos por el azúcar y los cereales con 40% y 22%, respectivamente, todos ellos componentes fundamentales de la alimentación, siendo la base del pan o la tortilla. Estos productos son clave, además, para muchos otros alimentos básicos, pues son la base de la alimentación del ganado y por ende, de la producción de carne y lácteos de todo tipo que han subido hasta un 25% según los datos de la FAO.

3.

A ello se suman los efectos del cambio climático, cuyo patrón errático de sequías, inusuales tormentas y devastadoras inundaciones afectan a los grandes productores agroalimentarios, como Estados Unidos, Brasil, Rusia, Ucrania y México. Súmese el encarecimiento y menor disponibilidad de fertilizantes, asociados al creciente precio del gas, así como del flete y de la energía y podrá comprenderse el cambio cualitativo importante que está desatando la especulación en los mercados de futuros de granos y alimentos del mundo.

4.

La distribución de los costos es también asimétrica. La carestía golpea más fuerte a quienes menos tienen, porque la compra de alimentos es proporcionalmente mayor en los niveles de ingresos más bajos, reduciendo el poder de compra para otros satisfactores. Si esto no se toma en cuenta a la hora de revisar los salarios, entonces la carestía se convertirá en un factor regresivo. Las cifras del Inegi hablan de una inflación por encima de 7% anual, pero ese factor trasladado a la canasta alimentaria resulta mucho mayor.

5.

En un recorrido por los centros de abasto cotidianos de la Ciudad de México realizado por la Procuraduría Federal del Consumidor, el precio del aceite comestible pasó en los últimos tres años de 26 pesos a 42; el atún enlatado de 140 gramos, de 14.60 a 18.90; el huevo blanco de 26.34 a 35 pesos el kilogramo; la carne de res en bistec de 140 a 180 pesos el kilo; la carne de cerdo de 87 a 123 pesos; el frijol negro a granel, de 22.40 a 39 pesos el kilo; el arroz blanco de 19.50 a 34.50 pesos por kilo; la leche pasteurizada, de 16 a 24.50 pesos el litro; el jamón tipo Virginia de 78 a 130 pesos el kilogramo; la tortilla de maíz, de 12 a 20 pesos el kilogramo. Es decir, en tres años los precios de los alimentos básicos al menudeo están muy por encima del 30% del promedio mundial. ¿Cuánto tendrían que aumentar los salarios para asegurar una canasta básica de alimentos?

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