¿La música fomenta la violencia? El debate sobre corridos tumbados y reguetón en México
¿Qué tan cierto es que la música influye en el pensamiento, las acciones y la vida de una generación? ¿Es responsable la música? ¿Los géneros musicales impactan en nuestra mente? La UNAM ofrece respuestas

¿Qué tan cierto es que la música influye en el pensamiento, las acciones y la vida de una generación? ¿Es responsable la música? ¿Los géneros musicales impactan en nuestra mente? La UNAM ofrece respuestas
/UNAM
En gustos se rompen géneros. Este dicho popular refleja que no podemos juzgar las preferencias de los demás, ya que se trata de un tema subjetivo. Lo mismo ocurre con la música y la diversidad de géneros que existen en la actualidad, en particular con los llamados corridos tumbados, señalados en los últimos años como promotores de la apología de la violencia y el delito.
De acuerdo con una investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la juventud está más expuesta a géneros musicales que han sido “históricamente” cuestionados por el poder, los adultos y los sectores de la “alta cultura”, quienes los han denigrado o descalificado por sus temáticas. Pero surge la pregunta: ¿estos géneros hablan únicamente de violencia y sexualidad, o también abordan temas con los que los jóvenes logran identificarse?
Corridos tumbados, reguetón u otros géneros: ¿una historia que se repite?
El debate no es nuevo ni exclusivo de los corridos tumbados o del reguetón. En la década de los 70, tras el Festival Rock y Ruedas en Avándaro (1971), el expresidente Luis Echeverría prohibió los conciertos de rock y sancionó a las estaciones de radio que transmitieran este género.
En los años 80, con el cambio de gobierno, las restricciones comenzaron a relajarse y se vivió el auge del rock en español. Más tarde, a inicios de los años 2000, el reguetón y los corridos tumbados se colocaron en el centro del debate por ser considerados expresiones que promueven la violencia y el delito.
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¿Apología de la violencia o moda pasajera?
La maestra Sandra Oceja Limón, académica del Centro de Estudios Sociológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, señala que en ciudades como Chihuahua y Cancún se han establecido medidas para sancionar a quienes interpreten en público canciones que promuevan la violencia, el narcotráfico o que degraden a las mujeres.
No obstante, la especialista plantea que la cultura debe analizarse desde el enfoque de las intersecciones:
“En un país como México encontramos personas que participan en distintas formas de trabajo relacionadas con el narcotráfico: desde asesinar, traficar drogas o personas, explotación sexual, ‘cocinar’ en laboratorios, hasta campesinos que se ven orillados a estas actividades por el despojo de sus tierras o la falta de alternativas productivas”.
De esta manera, la influencia del narcotráfico trasciende la práctica delictiva y convierte a sus protagonistas en referentes culturales, lo que da origen a una narcocultura.
“Nada más erróneo. Más bien, las prácticas del crimen organizado, sus productos y representaciones sociales forman parte de la cultura hegemónica a la que pertenecemos; se relacionan con ideas, creencias, valores y emociones que se materializan en formas de vestir, hablar o estilos de vida”.
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Música como forma de comunicación social
La preocupación de ciertos sectores se centra en las letras y contenidos de las canciones, que también son objeto de estudio en las ciencias sociales y culturales.
“El lenguaje, el habla, la comunicación sirven para eso, para comunicarse, pero también para legitimar y ejercer relaciones de poder y dominación. A través del lenguaje interiorizamos formas de entender el mundo, cargadas de significados”.
En este sentido, los narcocorridos son una variación del corrido tradicional mexicano con ritmos como polca, vals o mazurca, interpretados por música regional. Sus letras suelen narrar historias de violencia, narcotráfico, lujos y personajes ligados al poder. En ellas, los hombres suelen ocupar el papel protagónico, mientras que las mujeres aparecen representadas como objetos sexuales o símbolos de estatus.
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Sin embargo, esto no es exclusivo de estos géneros. Basta recordar que figuras consideradas íconos de la música mexicana, como Pedro Infante o Vicente Fernández, también reforzaban la hegemonía masculina y promovían una sociedad patriarcal a través de sus canciones.
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